Monstruos Y Sombras, El Rey Elfo

La Belleza De La Muerte

Isla de Córcega, 1777

Recuerdo aquella costa como si hubiera sido ayer cuando paseaba por ella.   Recuerdo las olas rompiendo contra la orilla de arena blanca.

Era pleno invierno en la isla, pero yo paseaba igualmente descalzo por la orilla. Ya de por sí el mar suavizaba las temperaturas, pero yo llevaba inviernos mucho más fríos a mi espalda.    

Me senté sobre una de las rocas cercanas al acantilado. Permanecí un    breve instante contemplando el mar en aquella tarde tormentosa hasta que por fin me decidí a sacar el libro que encontré el la biblioteca tanto tiempo atrás  de mi bolsa. Miré sus páginas amarillentas, no había dejado de escribir en todos mis siglos de vida y aún así seguían quedando páginas en blanco. Saqué la pluma y la dispuse para escribir, la punta rozaba el papel cuando una voz llamó mi atención.

_¿Qué haces?_ preguntó una voz infantil que me sobresaltó.

Me volví para ver a su dueño. Junto a mí había un niño de unos ocho años, de estatura normal para su edad, cabello castaño y ojos azules.

Le sonreí.

_¿Y tú quién eres?_ le pregunté.

_Me llamo Napoleone_ dijo sentándose en la arena junto a mí_. ¿Y usted?

Me miraba con curiosidad.

_Mi nombre es Louis.

_¿Y qué hace, señor Louis?

Lo ojos de Napoleone brillaban como el reflejo del sol en el agua marina, parecían más felinos que humanos.

_Escribo.

_¿Qué escribe?

Su curiosidad me hizo reír.

_Mi vida, no creo que te interese.

_Hay mucho escrito.

Miré de nuevo las hojas ocupadas y luego a Napoleone.

_He vivido mucho.

El muchacho sonrió.

_¿Me lee algo?

Sentí que se apoderaban de mí los nervios.

_Es solo mi vida, no creo que te interese, soy bastante aburrido, ¿sabes?

_Yo sí que estoy aburrido. Por favor, una página.

_Una_ dije mientras abría el libro por la primera página escrita.    

Napoleone me miraba con atención, como si no quisiera perderse detalle.                                                                 
_Cuando llegué al Bosque de las Sombras me pareció el lugar más bonito que jamás había tenido la oportunidad de contemplar. Yo, que estaba acostumbrado a la arena del desierto, me encontré frente a frente con frondosos árboles de colores otoñales. Bajo los cascos de mi caballo podía escuchar el sonido de las hojas húmedas caídas en el suelo, como si de un manto dorado se tratase. Por encima de las copas de los altos árboles se podían distinguir montañas tan altas que las cumbres desaparecían entre las nubes. Tarwe e Ivar cabalgaban delante de mí, a un par de metros de distancia. Supongo que ellos ya tenían el bosque muy visto.

》Vi como se detenían antes de llegar a un pequeño puente y se volvían para mirarme..._ mientras leía aquellas palabras vinieron a mi mente los ojos negros de Tarwe y los grises de Ivar posados en mí. Sentí que me estremecía ante aquel recuerdo_... Cruzamos el puente y nos adentramos en el último tramo del bosque antes de llegar al palacio. Las ramas eran tan altas y las hojas tan abundantes que la luz no llegaba a aquel lugar. Hacía frío, mucho frío_. Miré a Napoleone, cuyos ojos seguían clavados en mí, parecía que no hubiera pestañeado siquiera_. Fue un viaje muy largo, estábamos cansados y, sobre todo yo, helados; pero mereció la pena. Salimos del bosque y, al levantar la vista, vi como se alzaba ante mí el palacio de los elfos del bosque, construido a partir de una montaña. Cuando entré tuve la sensación de que había dejado atrás el mundo de los humanos, el mundo real, para fundirme con la naturaleza y los misterios que trae con ella.

El texto acabó. Ambos permanecimos un instante en silencio.

_Pero...- dijo por fin Napoleone_, es imposible que haya vivido eso, no hay un lugar así en Córcega.

Le sonreí.

_Yo no vengo de Córcega.

_¿Y de dónde viene entonces?

_Yo vengo de Harar.

Napoleone me sonrió.

_No he oído hablar de ese lugar, lo siento.

_Ni lo oirás en otro lugar.

_¿Dónde está?

_No te molestes en buscarlo, todo lo descrito aquí desapareció hace mucho, mucho tiempo. Harar, el Bosque de las Sombras, Tarwe e Ivar... Todo.

_Me ha gustado la historia. Ahora me tengo que ir, pero mañana volveré, quiero que me siga contando más sobre esos lugares_ dijo mientras se levantaba y sacudía la arena de su ropa.

_Aquí me encontrarás_ le dije.

Me sonrió brevemente y, acto seguido, dio media vuelta y se marchó del mismo modo en que había llegado.

Miré al doctor.

_Napoleone volvió al día siguiente, tal y como me prometió el anterior, para que le leyera una página de mí libro. Mientras él se interesaba por la gran variedad de criaturas que mencionaba, yo me fijaba en como cambiaba, su aspecto, su forma de pensar... Llegó un momento en que ya no era un niño de ocho años lo que se sentaba a mi lado para escuchar aquella historia, sino un joven de dieciséis que se estaba formando en la academia militar. Sin embargo, no por ello sintió menos la muerte de Tarwe.

_¿Cómo que  muere?_ exclamó el joven cuando terminé la lectura.



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En el texto hay: elfos, demonios, dragones

Editado: 11.10.2020

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