Las hadas condujeron a Ivar a una cabaña para curarle bien la herida. Mientras yo me ofrecí a curar a Tarwe, aunque en realidad lo único que quería era pasar un poco más de tiempo a su lado, para conocerla mejor. La agarré de la mano y la llevé hasta un lago. Ella se sentó sobre la hierba, justo en el borde del lago. Yo me senté a su lado y saqué un pañuelo de seda.
_¿ Me permites?
Ella me sonrió y me tendió el brazo herido. Humedecí el pañuelo y comencé a limpiarle la herida.
_Si te hago daño, lo dices.
_Para nada, se te da muy bien.
Levanté la mirada y la observé. La luna llena iluminaba sus facciones suaves, dándole un tono azulado a su piel blanca que la hacía más sobrenatural. Además, la brisa hacía ondear su pelo castaño claro dándole un leve aspecto salvaje que me atraía, mucho, hasta el punto de considerarla la mujer más bella que había visto en mi vida y probablemente lo sería por siempre. Era hermosa, muy hermosa. Sentí como mi corazón latía con más fuerza conforme pasaba el tiempo, pensé que si seguía así acabaría oyéndolo, así que decidí romper el silencio que había entre nosotros.
_¿Sabes? Nunca he visto un ser similar a Ivar y a ti.
Ella me miró con asombro.
_¿Cómo? ¿ Nunca has visto un elfo?
Yo le sonreí.
_Me temo que no.
Ella negó con la cabeza.
_Eso no puede ser Gardar, no puede ser.
Le sonreí de nuevo mientras me venda a la herida con sumo cuidado.
_¿ Me contarías vuestra historia?
_¿Qué historia?
_¿Cómo os conocisteis Ivar y tú?
_¡Ah! Sí, claro_. Ella dirigió su mirada hacia el lago, como perdida en sus recuerdos _. Ocurrió una tarde de verano. Antes yo vivía en una pequeña aldea, cerca de un valle. Era humana, como tú.
Por casualidad, ocurrió que pasó por allí justo en el momento en el cuál yo regresaba a la aldea del río. Recuerdo que al verlo me detuve. Me pasaba como a ti, nunca había visto a un elfo y, además, no se hablaba muy bien de ellos, así que me asustaba pasar por su lado. Una mala idea, sólo conseguí llamar su atención. Entonces vi como sacaba su arco y disparaba una flecha. Dejé caer el cántaro de agua al suelo y me cubrí con los brazos, pero la flecha pasó por mi lado sin rozarme siquiera y se clavó en algo detrás de mí. Cuando me atreví a mirar, lo vi guardar el arco sonriendo victorioso. Se acercó a mí y me tendió la mano. "Lo siento, ¿estás bien?" me preguntó. Puse mi mano aún temblorosa sobre la suya y acepté su ayuda. Era delgado pero fuerte. "¿Por qué me has disparado?" le pregunté. Entonces él me dijo que no me había disparado a mí. Me llevó hasta unos arbustos y señaló a lo que había disparado realmente, en el suelo yacía un orco con un arco y una flecha tirados a su lado. "Esa sí iba para ti" dijo. Le di las gracias y me fui a mi aldea. Lo había dejado allí, pero, aunque no oía nada, sabía que me había seguido hasta la aldea. Después de aquello sus visitas se hicieron más frecuentes. La primera semana tenía la escusa de que había venido a ver cómo estaba y la segunda me decía que había salido a patrullar la zona. Siempre nos encontrábamos en el camino o en el río y me acompañaba hasta la aldea, pero no llegó a entrar en la aldea hasta una noche, tal vez un mes después del primer encuentro, lo encontré bajo mi ventana y le dije "Que patrullas más raras haces, ¿también te piden que patrulles mi casa?" Entonces, bajo la tenue luz de la luna vi cómo se ruborizaba levemente y luego me sonrió. "¿Cuál es tu nombre?" me preguntó de repente "Tarwe" le respondí y él se fue sin decir nada. Estuvo un tiempo sin venir hasta que, un día mientras iba al río, alguien me atrajo hacia unos arbustos, y entonces me encontré con él. Recuerdo que se acercó a mí y depositó un suave beso en mis labios. Mi primera reacción fue apartarme pero él me sujetó y me miró a los ojos. "No consigo sacarte de mis pensamientos" me dijo.
Después de aquel encuentro hubo más similares _. Tarwe me miró y me sonrió _. E incluso algunos más intensos. Al principio estaba con él y lo complacía por miedo, pero terminé por enamorarme de él y no había momento en el que no pensara en él, fue entonces cuando le pregunté su nombre. Entonces ocurrió, llevados por nuestros sentimientos, nos entregamos el uno al otro. Aún recuerdo aquella tarde como si fuera ayer, disfruté tanto entre sus brazos... Supongo que no te sorprenderá que al poco tiempo me diera cuenta de que me había quedado embarazada.
_Vaya, ¿y cómo se lo tomó?
_La verdad es que se me vino el mundo encima. Elfos y humanos jamás deben estar juntos y pensé que si se lo decía se iría. Así que no se lo dije_, ella sonrió _, pero lo descubrió él al poco tiempo. Le hizo tan feliz la noticia... Fue entonces cuando me ofreció vivir a su lado para toda la eternidad. Me explicó que su padre, el rey del Bosque de las Sombras, podría transformarme en elfa y... ¡Aquí estamos! _dijo con una gran sonrisa_. Tuvimos otro hijo y vamos a por el tercero.
Yo me quedé mirándola fascinado.
_Es una historia preciosa.
_¿Y la tuya?
Yo me encogí de hombros.
_No hay mucho que contar y lo que hay no es muy feliz. Digamos que estoy en proceso de crear mi propia historia.
Tarwe me sonrió.
_¿Estamos en ella Ivar y yo?
Yo le sonreí.
_No podéis faltar.
Entonces Tarwe puso su mano sobre la mía.
_Ven al Bosque de las Sombras con nosotros.
Yo me quedé sin palabras.
_Va-vaya, no-no sé qué decir.
_Piénsatelo y me lo dices mañana _dijo levantándose _. Voy con Ivar.
Me quedé en silencio, viendo cómo se marchaba. No voy a negar que quería hasta no poder más continuar a su lado, e irme me concedería mi deseo, además de abrirme más horizontes, pero, por otro lado, tendría que dejar a Liviana. "Lo hablaré con ella" pensé.