Moon Woods: El destino de Whitewood

Capítulo 1: Comienzos y la extraña niña perdida.

Desperté a las 8 de la mañana como todos los días, era una mañana sumamente hermosa, las aves cantaban y los arboles del bosque a penas iluminados por los primeros rayos de luz solar daban a la vista un magnifico escenario digno de contemplar, cosa que no me detuve a hacer puesto que ya estaba acostumbrada a vislumbrar puesto que vivía allí desde los 5 años. Fui criada por hadas, duendes y criaturas mágicas que allí vivían, a parte de la familia de elfos que prefería vivir aquí que con su civilización.

Mi familia había sido asesinada por los guardianes de Whitewood, al estar llenos de codicia de poder y maldad, aparte de estar llenos de envidia puesto que mi familia era la gobernante de la ciudad, ya que mi madre era la Reina Luna de este territorio, nombrado con el mismo apellido de mi familia y actualmente mío siendo la única sobreviviente, aparte de que éramos los únicos que conservaban sangre pura siendo descendientes directos de la diosa luna.

Mi venganza hacia ellos comenzaría hoy, el día de mi cumpleaños número diecisiete, luego de vencer a esos idiotas tomaría mi lugar como gobernante de mi pueblo para restaurar el orden aunque para ello debía lograr introducirme a la sociedad y descubrir quiénes fueron los traidores, aparte de intentar que no sospecharan de mí y pasar desapercibida.

Por estar perdida en mis pensamientos no me di cuenta que caminaba sin rumbo por el bosque, aunque no era sorprendente ya que siempre me sucedía, estando lejos de la cueva asegurada días luego de que mi madre me ocultara allí fue que una familia de elfos me encontró y ayudó. Me dispuse a volver volteando cuando lo escuché, Bastián, mi mejor amigo estaba buscándome, por lo que esperé a tenerlo frente a mí, sabía lo que se venía.

- ¡Armis, feliz cumpleaños pequeña llorona! - exclamó mi mejor amigo, burlándose y recordando el día que él y su familia me encontraron perdida, él era un elfo un año mayor y cuando me encontraron llevaba unos pocos harapos todos rotos por haber corrido de un lobo. Él me había visto sorprendido puesto que aparte de harapos estaba llena de rasguños, muerta de hambre y me puse a llorar cuando por pura suerte me pude esconder del lobo. Luego de eso su familia me alimentó y vistió, con hermosas prendas de seda mágica fabricadas por elfos, aunque lo único que creaban para mujeres eran vestidos, ellos eran como mi familia y me habían enseñado a usar mi magia y la suya lo cual ayudaba mucho puesto que los elfos eran conocidos por su magia sanadora. Me acerqué a él corriendo, para luego saltar a abrazarlo, esta sería la última vez que nos viésemos hasta que pueda estar segura y tenga la confianza de los habitantes de Whitewood.

- ¡Atian! - chillé en sus brazos con aquél apodo que adoptó luego de que cuando me encontró no pudiese pronunciar debidamente su nombre, me abrazó fuertemente levantándome por el aire para luego dejarme en el suelo y depositar un tierno beso sobre mi mejilla. - juro que estoy odiando tener que dejarte para cumplir mi deber, no quiero dejarte, al menos no hoy. - dije mientras lágrimas comenzaban a nublar mi vista y cristalizando mis ojos color azul celeste que a veces se tornaban verdes.

- Lo sé Armis, tampoco quiero que te vayas pero debes cumplir. Y aún detesto el hecho de que debas cambiar tu apariencia, suficiente tuve cuando cortaste tu cabello.- dijo esto último con molestia en su voz, puesto que siempre dijo que prefería como me veía naturalmente, depositó un último beso en mi mejilla y tomamos rumbo a mi cueva donde nos esperaba su familia y las hadas que me habían ayudado todos estos años. El trayecto fue silencioso puesto que si alguno decía algo comenzaría a llorar.

Al llegar saludé a todos con una mano y me dirigí adentro para colocarme mi disfraz, mi nueva apariencia me hacía ver muy distinta, naturalmente mi cabello era blanco y hacía poco lo había cortado unos centímetros sobre los hombros, el cabello blanco era lo que diferenciaba a mi familia de otras, por lo que debía si o si usar una peluca, en este caso era una de cabello largo que llegaba un poco más abajo de mis pechos, era color chocolate y se hacía más claro en las puntas llegando a ser un chocolate con leche bastante claro. Mi piel pálida resaltaba mucho más con este color, mi ropa nueva la habían conseguido las hadas, era bastante distinto de usar vestidos, constaba de un suéter verde oscuro, un jean cualquiera y zapatillas normales sin marca específica. Me coloqué la mochila mediana que cargaba con lo que serían mis pertenencias por los próximos años hasta que pudiese tomar el mando a los dieciocho, esto constaba de un poco de ropa, dinero suficiente para considerarme millonaria, comida para un mes, entre otras cosas, aparte de que se habían encargado de darme suficientes dagas y cuchillos para defenderme en medio de una emergencia sin la necesidad de portar armas que podían ser descubiertas.

Salí de la cueva a lo que todos me observaron sorprendidos, sobretodo la madre de Bastián, que sonreía como si fuese una niña a la que acaban de comprarle un helado, por el contrario de su hijo que tenía una mirada molesta a mi nueva pero no permanente apariencia. Tuve una corta despedida y hubieron sollozos de por medio, aparte de que debía emprender mi camino a Whitewood a pie por lo que era un viaje de 3 horas, algunas hadas se ofrecieron a guiarme pero me negué a ello, insistieron con la excusa de que les divertía ver a los habitantes por hacer cosas que según ellas no tenían sentido pero volví a negar diciendo que podían visitarme cuando ya estuviese instalada. Comencé mi viaje a Whitewood rogando por encontrar ese mismo día donde quedarme.




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