Dejo de mirar por la ventana cuando mi profesora llama mi atención. Llevo toda la mañana distraída, pensando en que es lo que quiere hablar Max conmigo, de seguro será algo que tenga que ver con Russell y sinceramente no quiero saber como está o cualquier cosa de él. Siento que si me dice que lo está pasando mal, voy a comenzar a pasarlo peor.
– Señorita Emerson, ¿mi clase la aburre?
– En absoluto señora Becker.- me disculpo.
– La veo muy distraída esta mañana, intente prestar más atención o salgase de mi clase.
– Lo siento.- me disculpo antes de centrarme en ella.
Soy la primera en salir de clase cuando termina, no creo que entre a mi siguiente clase. Tengo la cabeza en mil sitios menos en la universidad y paso de volver a ser regañada, no quiero volver a pasar por esa vergüenza de que todos me estén mirando.
Choco contra un cuerpo fuerte y caigo para atrás. Levanto la mirada para ver a un hombre mayor, de por lo menos sesenta años, mirándome con intriga. Yo lo miro lamentándome, otra vergüenza más que añadir esta mañana.
– Te pareces a alguien que conocía.- dice antes de tenderme su mano para ayudarme.
La acepto con vergüenza y me levanto con su ayuda. Le doy las gracias por la ayuda y le pido perdón por chocarme con él, no era mi intención.
– ¿Cómo te llamas querida?
– Andrómeda.
– ¿Andrómeda?- asiento.- ¿Tus apellidos?
– Emerson O’ Connor.- él me sonríe.
– ¿Tu madre se graduó en relaciones internacionales?- asiento.- Me alegro mucho, sabía que podía.
– ¿Conoce a mi madre?
– Fui su decano en esta universidad antes de que nacieses.- lo miro con admiración.
Mamá habla poco de sus años en la universidad pero siempre que lo hace nos habla de la única persona de la institución que creyó en ella, que sabía que mi madre terminaría la carrera a pesar de ser madre soltera, el único que no la juzgó por “no recordar” a mi padre. Fue uno de los mayores apoyos de mi madre cuando ella más lo necesitaba.
Mi madre siempre se ha lamentado por no saber que fue de su decano favorito, el decano Oana. Siempre que nos habla de él se le tiñen los ojos de añoranza. Mi madre, y todos en general, estamos muy agradecidos con él porque cuando mi madre pensó en dejarse la carrera, él la apoyó para que continuase. Cuando mi madre lloraba por no “ser suficiente”, él la ayudó a ver que era demasiado buena para todo el mundo.
– Mi madre ha hablado muchas veces de usted.- le digo con una sonrisa.
– ¿Cómo está de su corazón?- dice algo más preocupado?
– Se sometió a un trasplante hace unas semanas.- él asiente.- Y ahora está mucho mejor.- ambos sonreímos.
– Supongo que eres hija única.- niego.- ¿No?
– Tengo tres hermanos.- sonrío.- Einar y Candela que son menores que yo, y Max que es mayor.
– ¿Tienes un hermano mayor?
– Si, adoptado.- aclaro al ver su cara de confusión.
– No me extraña, tu madre tiene mucho amor para repartir, ya lo tenía cuando estudiaba aquí.- sonríe.- Bueno, ha sido un placer verte ya como una adulta.
– ¿Podemos tomarnos una foto antes de que se vaya?- él asiente.
Me coloco a su lado, por suerte somos casi de la misma altura y no tiene que agacharse para que la cámara nos capture a ambos.
– Eres alta, igual que tu madre.
– Candela es todavía más alta que yo.- me río.- Gracias por la foto.
Nos despedimos y cada uno va para su lado. Le mando la foto a mi madre, sé que le va a hacer mucha ilusión que me haya encontrado con él.
Mamá: ¡Qué recuerdos! Espero que hayas sido simpática con él.
Recibo casi al segundo de haberle mandado la fotografía. Puedo imaginar a mi madre sonriendo al teléfono al verla y eso llena mi corazón de alegría. Hay tan pocas cosas del pasado que hagan feliz a mi madre, que darle un pequeño recuerdo de esas pocas cosas me hace infinitamente feliz.
Yo: Sabes que yo siempre soy simpática.
Mamá: Es cierto, lo heredaste de mi – debe de estar burlándose de mi padre.- ¿Tu hermano te avisó de que a va para tu residencia?
Yo: No, pero no creo que tarde en decirmelo.
Yo: ¿Sabe el número de mi habitación?
Mamá: Si.
Paso por todo el campus de la universidad y subo corriendo a mi habitación. Le dije a Max que viniese a mi residencia porque es más fácil aparcar aquí y podemos ir a la cafeterías mucho más rápido. Todas se encuentran a diez minutos andando de donde vivo, sino le hubiese dicho de quedar ya en una cafeteria con concreto aunque en verdad no conozco ninguna.
Sorprendentemente mi compañera está en la habitación, o se encuentra mal o se ha levantado tarde y ha decidido no ir a clase o nunca va a clase pero como yo no suelo saltarme las mías no me he dado cuenta de que no va.
– ¿Qué haces aquí?
– También es mi cuarto.
– No quería decir eso, tú eres muy responsable y no te saltas clase.
– ¿Cómo sabes que tengo clase?
– Tu horario está pegado en la pared.- lo señala.
– No tenía ganas de seguir en clase, hoy no logro concentrarme.
– ¿Un chico ocupa tu mente?- niego divertida, aunque si que es cierto.
– Mi hermano mayor viene de visita.
– ¿Tienes un hermano mayor?- asiento.- ¿Está tan bueno como tú?
– Podríamos decir que si.- me río antes de sentarme en la cama.
– Ey, ¿Estás bien?- asiento.- ¿Sabes? Parece que no te presto mucha atención pero a veces lo hago.
– No sé a donde quieres llegar.
– Sé que el curso pasado una de las chicas de la residencia comenzó a salir con tu ex novio, el gilipollas ese al que tu hermano pequeño le rompió la nariz.- asiento, no tenía ni idea de que ella supiese.- Sé que no hablamos mucho, pero puedo ser tu amiga, me caes bien, no como el resto de la residencia.
– Tu también me caes bien, por algo no he pedido que me cambien de cuarto.- le sonrío.- Y también puedes hablar conmigo si lo deseas.