Ambos chicos se miraban mientras escuchaban la lluvia golpear la ventana. Maia fue quien rompió el silencio primero
—Lo puedo explicar, lo juro—le dijo la chica.
— si ¿cómo?— le preguntó él con un tono tan frío e intimidante que provocó que Maia decidiera decir toda la verdad en vez de la mentira que había pensado.
—Mi nombre es Maia Castelan y tengo 23 años, estoy aquí remplazando a mi prima que es Celeste. Mi prima es quien fue admitida en el programa, es la hija de la famosa trompetista Angela Silva, ella es la que se supone debía de estar en este programa pero por cuestiones personales tuve que venir yo —él se quedó callado y la miró un rato, después dijo:
—Es tarde, es mejor que sigas descansando, lo necesitas— con esto él se levantó y salió antes que ella le pudiera decir algo más.
Maia se quedó ahí pensando en lo que había pasado, estaba completamente desorientada por la situación en que se encontraba, intentaba recordar el momento en que él había llegado ahí pero sólo le venía a la mente una imagen borrosa de dos hombres en la playa quienes la habían ayudado. Maia se levantó y comenzó a pasearse por la habitación, ya que no sabia que hacer. Después de un tiempo se sentó, mientras se trataba de tranquilizar intentando acostarse y dormir pero fue inutil. Estuvo despierta todo el tiempo hasta que empezó a escuchar a los pájaros silbar, minutos después entró a la habitación una señora mayor que traía su ropa limpia y seca. Ella la saludó y le dejó la ropa doblada en el buro que tenía enfrente de la chica. Maia le agradeció y la señora salió, fue entonces que ella se levantó y se vistió, se sentía un poco mareada y débil, pero peleó contra eso. En un momento Maia vió su bolsa que estaba recargada en la pared, la tomó y vio adentro en donde estaba tanto su celular, su billetera y su pasaporte, las tomó y salió.
Al salir se percató que se encontraba en una casa, supuso que de la señora que había conocido, se dirigió hacia la sala en donde pudo ver algunas fotografías de una familia mientras intentaba adivinar cuál era la puerta de salida. En eso escuchó como una puerta se abría detrás de ella al voltear se encontró con el profesor Choi, Maia desvió su mirada ya que se sentía muy avergonzada y preocupada que la hubiera descubierto. Él pasó a su lado ignorándola dirigiéndose a la puerta; cuando llegó a esta él volteo y le dijo:
—¿no vienes?
—Si— respondió Maia siguiéndolo, tras ponerse sus zapatos que estaban en la entrada salieron a un patio que los condujo a la parte de atrás de un restaurante donde estaba un señor sentado pelando cellobas. Él señor los saludó y comenzó hablar con el chico, después de conversar un rato fue que se levantó e hizo señas para que entraran al local.
—vamos—le dijo él.
Ambos entraron al lugar donde se sentaron en la primera mesa que estaba cerca de la barra, detrás de ella estaba la señora que había visto Maia en la mañana y quien al ver a los dos chicos entro a la cocina de donde sacó dos cuencos con arroz, al igual que pequeños platos con diferentes verduras dandoselos a ambos chicos, quienes le dieron las gracias y comenzaron a comer en silencio. Maia se sentía intranquila, ya que no sabía qué era lo que iba a pasar después, de si el chico iba denunciarla con la directora o la correría del curso, esto le hizo un nudo en el estómago que le quitó el apetito, siendo el chico el único que comió. Después de acabar de comer se levantó y les pago a los señores mientras le agradeció inclinándose demasiado enfrente de ellos en forma de respeto, Maia intentó hacer lo mismo y les agradeció también con la única palabra que conocía, así ambos se marcharon de ahí.
Caminaron sobre la playa en donde el sol, a pesar de que no tenía mucho que hubiera salido, ya quemaba. El chico guió a Maia hacia el lado contrario de donde estaban, mientras ella observaba el mar sentía un poco de vergüenza por lo que había hecho ni siquiera sabía porque había entrado al mar, agradeciendo que él hubiera aparecido. El chico seguía caminando mientras ella lo seguía, él la guió hacia donde estaba estacionado un carro negro el cual se abrió después que él apretó el botón de la alarma.
—Vamos es este—le dijo el chico mientras iba a la puerta, ella se acercó para entrar al carro, Maia los siguió y se metió en el automóvil. Una vez acomodados se pusieron en marcha, al principio ninguno de los dos hablaba así que Maia se puso a inspeccionar un poco el carro ya que se veía muy lujoso para ser de él.
—¿Qué?—Dijo de repente él—¿te asombra que tenga un carro?
Maia se asombró que a pesar que él estuviera concentrado en el camino, la había observado y la leyera tan bien.
—La verdad si, no pensé que tuviera uno, y uno tan bonito— aceptó ella.
—¿Tan bonito? ¿A qué te refieres?—preguntó él con curiosidad.
—Bueno que físicamente está bonito, el color y los asientos, nunca pensé que un maestro de música ganara tan bien como para tener un carro tan bueno como este.
—Me sorprendes y me hiere que pienses eso de los maestros.
—Perdona, yo no..—dijo Maia un poco apenada, él comenzó a reírse, sorprendiendola.
—En realidad tienes razón, no gano lo suficiente para comprarme un carro así. No es mio, es de la maestra Yoon, ella me lo prestó — Maia asintió, esa información hizo que ella se preguntará cuál había sido la razón por la que él hubiera ido ahí con un carro prestado. Pero a pesar que la curiosidad la mataba una parte de ella sólo quería agradecerle así que se armó de valor y le dijo casi en un susurro: