—¿Han escuchado los rumores? — Volteé mi rostro disimuladamente hacia el grupo de chicas que se encontraban a unos pasos de mí, presionadas contra sus casilleros.
El resto de chicas negaron ante su amiga.
—¿Recuerdan a los chicos guapos de los que hablábamos antes? — Las demás asintieron curiosas — Pues ayer recibieron una paliza. Los tres.
Me tensé porque eso solo significaba una cosa. Problemas.
— ¿Con quién pelearon? — Cuestionó una de ellas, luciendo preocupada — ¿Thomas está bien?
— ¿Es en serio, Lía? — Cuestionó la primera bufando — Ese chico no sabe que existes.
— Se acostó conmigo en la fiesta que dio tu hermana.
— Eh.... si y fue hace como un año, además, te recuerdo que se acostó con Ana ese mismo día y conmigo hace aproximadamente una semana.
Hice una mueca de asco y fingí rebuscar en mi casillero algún material para que no notaran que estaba escuchando.
—Como sea, al parecer, unos hombres extraños quisieron entrar al colegio y ellos nos defendieron. Lograron alejarlos pero se llevaron varios golpes, los directores les agradecieron y reclamaron por haberse expuesto de esa forma.
¿Qué...?
Una sonrisa quiso tirar de mis labios. No habían delatado a Devon, pero...
¿Por qué no lo hicieron?
Cerré el casillero y me dirigí hacia mi clase de Matemáticas, la cual, compartía con Devon. A pesar de todo lo que sucedió, un sentimiento de felicidad, aunque mínima, nació dentro de mí.
Giré hacia el pasillo que llevaba a mi clase cuando mis pies se detuvieron. Devon se encontraba recostado sobre su hombro en el marco de la puerta y observaba su celular con extremada concentración. Achiné mis ojos, analizándolo.
Su castaño cabello reposaba sobre su frente al estar su cabeza inclinada hacia abajo, su ceja y su labio se veían un poco mejor, solo que llevaban otra venda en ambos. Llevaba una remera blanca con un extraño logo y sobre esta, la chaqueta que me había prestado.
Al final, se la devolví. No me sentía bien teniéndola en mi poder.
Sus piernas estaban enfundadas con un pantalón negro de Jean y unas zapatillas blancas a juego con su remera.
Fruncí el ceño al ver que sus dedos, los cuales, tecleaban en su celular, tenían leves rastros de colores, como si hubieran estado pintando.
Tomé valor mentalmente y me animé a caminar hacia a él pero al dar solo dos pasos, me vi obligada a detenerme nuevamente.
Kayla.
Ella se acercó con una gran sonrisa, haciendo que Devon sonriera de lado, pero esta leve sonrisa flaqueó al verla.
¿Acaso...?
No.
Él se enderezó y aceptó el beso en la mejilla que Kayla le entregaba, ambos compartieron un par de palabras e ingresaron al salón.
Una molestia se apoderó de mi pecho y me obligué a borrarla. No podía culpar a Devon de hablar con ella, ya que, jamás especifiqué quienes ayudaron a hacer el daño.
Además, Kayla jamás me había lastimado físicamente. ¿Pudo hacer algo para detenerlos?
Pues sí.
Pero a veces el miedo nos paraliza. La incertidumbre al no saber si haces bien al defender a alguien de aquellos que lastiman podría provocar que luego ganaras el foco de atención de ellos hacia tu persona.
Nadie quiere pasar por lo mismo que estaba pasando yo.
No la defiendas, Tessa.
Silencié mi conciencia y me dije a mi misma lo que me había dicho estos últimos meses.
Pasará.
Solo es tiempo. Deja las horas, los minutos y lo segundos pasar.
Mañana será diferente.
— Perra — Susurraron en mi oído. Un escalofrío recorrió mi columna vertebral — Con que aquí estabas.
Sara.
— Tú y yo vamos a hablar muy seriamente — Dijo tomando mi cabello ligeramente para que nadie notara lo que estaba sucediendo — Aprovecharemos que Kayla distrajo a Devon.
Un momento...
Cerré mis ojos con fuerza. En el fondo esperaba que Kayla fuera diferente, vaya que lo esperaba.
— Camina y disimula porque si llegan a notar algo, créeme que jamás te olvidarás de mi rostro — Amenazó empujándome en dirección al pasillo más solitario.
Los pisos más superiores estaban en desuso por el constante arreglo que se había estado llevando a cabo las últimas semanas. Caminamos con rapidez, cuando noté que, a cada paso dado, éramos abrazadas aun más, por la soledad y la tenuidad de la luz.
Es ahora o nunca, Tessa.
Giré sobre mis talones, mientras hacía descender la mochila, cargada con mis libros, de mi hombro y lo estrellé en su cuerpo con fuerza. Eso la desestabilizó dándome el tiempo que necesitaba para correr en dirección a los pisos más superiores.
—¡Maldita zorra! — Exclamó tras de mí — ¡Golpearé tanto tu rostro!
Subí de dos en dos la escaleras hasta llegar a un pasillo algo oscuro y me detuve sin saber a donde ir.
— Oye — Susurraron — Ey — Dirigí mi mirada hacia un cuarto pequeño al final del pasillo — Ven aquí.
No lo dudé y menos aún, al oír que Sara se acercaba cada vez más. Corrí hasta llegar y adentrarme al pequeño cuarto, agitada volteé, encontrando a un chico sentado en el suelo. Usaba una gorra negra que cubría sus ojos, por lo que solo podía ver sus labios. Su mochila estaba a su lado y sus puños estaban presionados a ambos lados de su cuerpo.
— Toma asiento.
— Pero...
Sonrió levemente — No llegará hasta aquí. Le teme a la oscuridad.
Pasé saliva y con cuidado tomé asiento frente a él con desconfianza. Me mantuve en silencio oyendo como Sara había llegado al pasillo y chillaba mi nombre. Dejé caer mi cabeza en la pared y cerré mis ojos con fuerza.
—¿Cómo te llamas? — Habló atrayendo mi atención.
Mojé mis labios — Tessa ¿Tu?
—Ben — Asentí recostando nuevamente mi cabeza contra la pared— ¿Hace cuanto?
Abrí mis ojos — ¿Qué?
— Tú sabes de que hablo.
Hice un breve silencio— Hace un par de meses — Respondí entre susurros — ¿Y tú, desde cuando?
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Editado: 17.07.2024