Mosaico

4. Bajo el puente (parte 2)


"Pocas son las personas que pueden escuchar a su instinto y confiar en el"

LOS TRES CONOCIDOS.

Casi termino la botella y mis sentidos, aunque un poco entorpecidos, son lo suficientemente astutos cómo para no embriagarse por completo. Perro es perro, así que no, él no se embrutecerá.
Uno ya estaba ebrio cuando llegó pero anda en las mismas que yo, debido a su buen control con los estupefacientes. 
Las malditas botellas que estamos bebiendo, son de las más baratas, esas que se encuentran de a montón en cualquier mini-súper. Traen un alto porcentaje de alcohol que tumbaría a cualquiera, pero no a éstos viejos.

Uno.
Este mastodonte peso pesado, no debería estar aquí. Él, a diferencia de nosotros, tiene una casa donde vivir.
Pero cómo no quiere enredarse con los estándares sociales ni pagar ningún tipo de impuesto, será uno de nosotros, los marginados. Su alcoholismo le dió el lugar en el que está. Algo parecido a lo mío, pero quítale las adicciones.

Dos.
El que está sentado a un lado de Uno, y enrolando un cigarro al estilo jamaicano, es Dos. Ese escuálido muchacho, (Por supuesto que no es un muchacho) tiene su puente unas cuadras al norte y por eso, nos vemos más a menudo. Un conocido muy tranquilo con el que se suele conversar bien y... "¡maldición!, acaba de encender el cigarro verde" y el es un hippie tranquilo. Amor y paz, hermanos. Desconozco su pasado.

Tres.
El que sigue comiendo, sentado al otro lado de Uno, "En este momento tiene las dos manos llenas de crema de maní" es el glotón (aunque no gordo) Tres.
Es la mascota de Uno y es el más drogodependiente de todos nosotros. Es lo más parecido a un animal y le importa nada su apariencia; la gente le tiene miedo y con justa razón.
Hubo una ocasión en que una señora iba por la calle con un bebé en carreola y renegó de él porque le estorbaba para pasar. Así que se levantó del suelo, fue a donde la señora y se empinó el biberón del bebé no sin lanzar un gran eructo después de terminar de bebérsela. Ya imaginarán el pavor de la señora que se dispuso a salir corriendo con el bebé en sus brazos, dejando la carreola atrás.

Tal vez se pregunten: ¿¡Por qué rayos no menciona sus verdaderos nombres!?
Y la única verdad es que me importan una mierda sus nombres. Puedo sonreír con ellos y estar contando anécdotas de lo más tranquilo, pero lo hago hipócritamente. Hoy sólo los invité por una sencilla razón: Yo no tenía dinero pero si algo de comer; ellos no tenían un pan pero si botellas. Es un beneficio mutuo aquí en la calle. 
¿Que por qué llamo Perro a Perro?
¡Porque así le puse!, ¡Ese es su nombre!, ¡el nombre de alguien que sí me importa, carajo! 
Lo siento, ese último trago pegó un poco más fuerte. Pero hay algo que pegará mucho más.
 


 

- Pon la mano- me dice Dos, y estira la suya ofreciendo ese cigarro.
- No te vayas a ahogar, maldito- dice Uno, y se empina la botella que le acaba de pasar el bebe-leche.
Y, al primer jalón de ese espeso humo, siento cómo mis pulmones se hinchan cuál salvavidas y casi los escupo hacia afuera debido a la gran tos que me causa.
- No ocupo más, es suficiente- se la ofrezco a Tres, ese que nunca rechaza nada.
- Quién nos viera,- empieza a decir Uno con la voz un poco más entumecida- gozando esta noche como cualquier riquillo hijo de puta de esos de cachetes rosas.- Se toma otro trago y derrama un poco en su pecho y, con su manga, se limpia la boca.
 


 

Y Tres:
- Si, solo hacen falta las prostitutas, jajajajaja- su carcajada de loco contagia a Uno y a nosotros de paso. Todos estamos riendo.
 


 

Perro no deja de verme desde hace un momento. Todo está bien pero, desde que fumé, no he dejado de analizar todo el entorno. No se como explicar esta sensación. ¿Por qué demonios tengo que estar alerta si estoy con los tres conocidos?, y Perro está ahora a mi lado. Miro a los costados del puente y siento que el aire pesa y con su forma helada hace un ruido macabro; la silenciosa oscuridad no hace ruido, pero me aturde. Tal vez es la droga.
 


 

Todo se ve normal fuera de esas sensaciones, ellos tomando, fumando y riendo. Soy el único que se desconectó un momento, siento que hacerlo está bien, siempre lo hago, pero no encuentro el sentido de por qué ahora. Y creo que alguien más también se acaba de desconectar,
Uno me mira a los ojos en este momento, quiere decirme algo. Y cuando se dispone a hacerlo, Perro sale disparado hacia afuera del puente. Todos nos quedamos desconcertados. 
 


 

- ¿¡Qué ocurre, Perro!?- corro detrás de él, pero en cuanto salgo del puente, siento la nuca helada.
Perro está sentado en el cemento, viendo hacia arriba con la vista fija. Hago lo mismo y me percato de que, la nieve que tanto nos gusta a mi compañero y a mi, ha empezado a caer, estiro mis brazos hacia arriba disfrutando los copos, ¡que felicidad!
Los tres conocidos también salen a hacernos compañía.
- ¡Es sólo nieve, idiotas!- nos dice Uno, y se mete de nuevo temblando de frío. 
 


 

También lo sigue Tres; parece que al menos a Dos también le gusta la nieve porque se queda con nosotros.
- Cuando mi hermano murió, estaba nevando justo como ahora- dice, y se agacha a tomar un puñado de nieve. La aprieta en sus manos y se ve el dolor con el que lo hace. 
No sé cómo falleció su hermano y no tengo la más mínima intención de saberlo, por lo tanto, no le pregunto nada. 
Pero el sólo sigue:
- ¿Por qué la gente tiene que morir, viejo?- me pregunta con una cara sumamente infeliz y llena de dolor. 
En este momento puedo sentir un poco de afecto, pero odio los malditos sentimientos.
Y prosiguió:
- Le tocó morir en mis brazos... Era menor que yo y debía protegerlo con todas mis fuerzas.- La nieve de sus manos, hace unos segundos que se hizo agua.- Pero,- añadió justo cuando sus dolientes lágrimas rodaron- ni eso pude hacer bien. Debí ser yo y no él. Soy un inútil que no merece esta vida.
Y, reflexionando sobre el peso que cargaba en sus hombros, le contesto y cuestiono al mismo tiempo después de un largo y hostil silencio:
- ¿Por qué la gente tiene que morir? Déjate de tonterías, muchacho.- Le digo un poco molesto.-¡Todos moriremos!, mi familia murió para mi hace tiempo, y no literalmente.
Me observa, con sus ojos mojados e hinchados, y se vuelve a adentrar en su oscuro recuerdo.
- Sus intestinos de fuera, se sentían cálidos en mis manos. ¡No como esta estúpida nieve!- Le pega una patada a un montoncito que hay en el suelo.
Me equivoqué por completo, no le gusta la nieve en absoluto. 
- Vamos, Dos. Vamos, Perro. Aquí nos vamos a congelar.- Y me siguen hacia adentro. 
 



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En el texto hay: reflexion, drama accion, amistad amigos

Editado: 19.11.2022

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