Mountain Lake: El lago guarda sus secretos

III

CAPÍTULO III

<<Mi nombre es Katherine Collins, soy Fiscal, y me encargaré de tu caso>> aclaró ella, mientras se sentaba en la silla incómoda de metal, dejando su morral en el piso junto a ella. Al otro lado de la mesa metálica, se encontraba Michael Meyer, su principal testigo, en la habitación gris que servía de interrogatorio, sin ninguna decoración, era muy monótona. El muchacho solo levantó unos segundos la mirada, para medio observar a la Fiscal que se acababa de sentar frente a él. Como si no tuviera importancia, la dejó con la mano en el aire, sin contestar su saludo. Ella solo retiró la mano, penosamente. 
<<Estoy aquí para ayudar, Michael, pero debes cooperar conmigo, ¿de acuerdo?>>
Ella solo vio que los labios de él se movían, susurrando algo. Sería más difícil aún. La Fiscal soltó un suspiro profundo.
<<Sabes, no deberías tener secretos, no conmigo… Creo que si quieres encontrar a tu hermano William, tienes que hablar tarde o temprano conmigo>>
El muchacho se erizó de repente al escuchar el nombre de su gemelo, como si reconociera algo en el fondo. Luego, volvió a susurrar algo. Esta vez, la Fiscal creyó escuchar un poco lo que decía, pero no lo entendió del todo. Nota mental: nunca entrar al interrogatorio sin una guía de preguntas relacionadas. Y es que, en verdad no le salía eso de la espontaneidad. No en la mayoría de los casos. 
<<Te necesito conmigo, Michael… William te necesita, no sé nada de lo que sucedió, y tal vez tu si, pero… ¿Qué si tu hermano está herido, o sufriendo allá afuera?...>>
Michael ni siquiera miró a los ojos de la fiscal. 
<<Déjame ayudarte… ¿Qué te parece si empezamos, y tu me dices qué fue lo que pasó… ¿Por qué fueron reportados como personas desaparecidas hace una semana?>>
La mirada del chico se posaba sobre el vaso del agua, parecía que tratase de ver a través de él. Ella cerró los ojos, frotándolos con sus palmas. La cabeza le había comenzado a doler, y no precisamente por la tensa situación que la estresaba demasiado, sino por la resaca que apenas amenazaba con golpearla hasta tirarla en el suelo. Era impotente de hacerle hablar. Por un segundo, consideró la opción de agarrarlo a golpes hasta que soltara algo contundente. La Fiscal sacudió la cabeza, ahuyentando todo pensamiento de ella. Excepto la creciente sensación de vacío en su estómago. Le caería bien tomarse un descanso para ir por algo de comer. Después de todo, no había quién la contradijera, ya que ella estaba sola en el caso. Se levantó de la silla.
<<Muy bien, ¿Sabes que creo?...>>
Michael la miró. Pero su mirada no reflejó ninguna emoción. Dios santo, ¿acaso éste chico no es humano?.
<<… lo que pensé… creo que nos caería bien algo de comer, tal vez te den más ganas de hablar después de un sándwich de pollo>>
Ni se molestó en preguntar si realmente quería almuerzo. No habría respuesta alguna, después de todo, así que agarró su mochila, colocando el expediente dentro y salió del pequeño cuarto, expediente en mano y con destino a la maquina expendedora que estaba a un pasillo de distancia.
Por el camino se encontró a varios ex compañeros de caso, dos de ellos no la saludaron amenamente, pero hubo uno que se detuvo a platicar un par de palabras. Hace tres años, ella había trabajado con él, y se habían vuelto muy cercanos. Al menos, hasta que ella encontró a Leo. Hacía seis meses no lo veía.
<<Hola>> respondió cortésmente la Fiscal, tratando de sonar lo menos fingido posible. Si, tiempo atrás lo había amado, pero ese no era el momento exacto para desenterrar viejos recuerdos. El dolor de cabeza le punzaba en los oídos.
<<Vaya, estás más bonita de lo normal hoy>>
Ella echó un vistazo a su propia ropa. No era bonita del todo.
<<Bueno, creo es la resaca>> intentó bromear, pero fue demasiado plástico.
<<¿Despedida de soltera?>> la cara de Carl se tornó vagamente sombría.
<<No… fue otra cosa, mis amigas, ya sabes…>>
Una voz lo llamó desde atrás. Era un sujeto con un montón de papeles en la mano, asomando de una puerta de cristal de china. Se despidió de ella, excusando su trabajo. Ella agradeció al cielo. No quería haber tenido que explicar la razón por la cual ella y sus amigas habían salido. La razón era más triste de lo que la respuesta habría sido. Ni siquiera tenía amigas.
Volvió a dirigirse a la máquina de bocadillos. Cuándo llegó a ella, desembolsó un billete de diez, y lo introdujo en el orificio donde pertenecía. Presionó un botón dos veces, correspondiente a los sándwiches de pollo. Eran empaquetados, y baratos, lo cuál aseguraba su terrible sabor. Pero era algo ya tenerlos en el estómago. Sacó también una soda de la máquina de al lado, después de unos golpes para obligarla a funcionar. A un costado de las máquinas, se encontraban unas sillas acolchonadas de color azul rey, era una fila unida de cinco de ellas. Abrió la soda, y le dio un trago largo, seguido de un largo suspiro de alivio. Y un mal disimulado eructo. Decidió sentarse en aquellas sillas azules, colocando el refresco entre sus piernas, y uno de los sándwiches junto a su morral en la silla contigua, para abrir el paquete de uno de ellos. Llevó una de las rebanadas a su boca. Aún cuando el pan parecía esponja de hule, y el pollo parecía ser plástico en imitación de carne, lo comió todo. 
Una vez terminó la otra rebanada de sándwich, se llevó la bebida a la boca. Volvió a beber prolongadamente de la lata. Cuándo la bajó, vio que Amanda pasaba por el pasillo, con su uniforme y unos papeles en la mano. La recepcionista la barrió con los ojos. Tratando de ser amable, la Fiscal le dirigió una sonrisa traviesa, que solo hizo que la mujer volteara indignada a otra parte. Le pareció que aquello había sido gracioso. Se levantó de las sillas, y buscó el bote de basura. No lo logró encontrar. Agarró las envolturas y el otro paquete de sándwiches, con la soda en mano empezó a caminar de regresó a donde estaba el cuarto de interrogatorios, buscando también un bote de basura. Había varios en el camino, pero estaban abarrotados de papeles y basura, al grado de casi desbordarse al suelo. La recepcionista caminaba en sentido contrario a la Fiscal, acercándose a ella.
<<Disculpe, señorita Amanda>> la recepcionista la miró con extrañeza, pero de detuvo de todas formas.
<<¿Sabe donde hay un bote de basura por aquí?>>
<<Hay uno en recepción, a un lado de las macetas…>>
<<¿Me ayudaría a llevar estas envolturas?, sucede que estoy muy ocupada>>
Amanda le entrecerró los ojos. Asintió de mala gana. La Fiscal le dio las gracias, y continuaron sus respectivos caminos. Esa mujer era la persona con menos educación que conocía, incluso la consideraba peor que ella misma, lo que, en algunas circunstancias, era algo difícil de decir. Volvió de nuevo a donde se encontraba el cuarto de interrogatorios, pensando en dónde estaría la familia de su testigo. Había desaparecido hacia ya unas semanas, y no veía ni sus luces. Tal vez no habían sido notificados, y pronto lo serían. Necesitaba oír algunas cosas de ellos, que podrían ser útiles para su caso, aunque eso no lo podía decidir en ese momento, hasta ver lo que realmente tenía como caso. Se detuvo en frente de la ventana. El seguía sentado ahí, viendo el vaso de agua, aún sin beber ni un sorbo. 
Se detuvo a pensar, la manera mas rápida para hacerle hablar. No se le ocurría nada. Ella siempre había ganado sobre el estrado, pero en un interrogatorio, no se sentía en su ambiente. Le parecía extraño. Volvió a tratar de pensar, y enfocarse en la paga, y todo lo que haría con ella. El viaje que realizaría. Tal vez lograría volver a mudarse en una casa temporal. O comprar otra casa para vacacionar. El sacrificio era demasiado, pero si lograba resolver bien el caso, valdría la pena. Se preguntó en que momento había comenzado a pensar así, ya que antes de ser una prestigiosa Fiscal, habría elegido la carrera porque siempre había querido hacer justicia, no por el hecho del dinero. Desde esa horrible noche, se había roto la cabeza deduciendo el lugar de donde sacaría el dinero para pagar su carrera, y encontrar a ese hombre de nuevo, para enviarlo a pudrirse en una cárcel de mala muerte. Había sido todo lo que deseaba, justicia. Tal vez se debía a que la promesa había sido cumplida.
Sacó el expediente de nuevo. Era muy ligero. Demasiado pequeño para su consideración. El caso era algo raro en si. Vio de nuevo las fotografías de la chica. Mitchell Crossford, era su nombre. Podía jurar haber visto ese apellido antes. Eran terribles. Parecía que la herida en su estómago había sido hecha con sus propias uñas. El estómago de la Fiscal se revolvió, al mismo tiempo retorciéndose con empatía. También había más fotos, de sus brazos y piernas, totalmente golpeados. Volteó a donde se encontraba Michael. A comparación de la chica, sus golpes y moratones parecían rasguños superficiales. Sin embargo, ambos parecían haber sido atacados por una manada de lobos salvajes. Lobos, pensó, haciendo una nota mental. Volvió la mirada a las fotos de los rastros de sangre en el suelo de tierra. No parecía nada anormal, la chica se desangraba, tal vez tratando de escapar de algo… o alguien. El dilema, era quién o qué. Tampoco descartaba un crimen pasional, entre los gemelos y la chica. Eso no explicaba la razón por la cuál ella tenía la herida. Sospechaba que había sido ella misma. Había sangre en sus manos, pero las fotografías no enfocaban demasiado las uñas. Maldijo por los policías inexpertos que revisaron la escena de crimen. También al exceso de trabajo. Soltó otro largo y profundo suspiro, casi entrecortado. Guardó nuevamente las fotos en el expediente, pero no lo guardó en el morral. 
Una vez entró en el cuarto de interrogatorio, Michael ni siquiera pareció notar su existencia. Arrojó el sándwich a la mesa, atrayendo la atención del chico. Pronto la sacaría de sus cabales si no lograba hacerle hablar próximamente. Se sentó de nuevo en la silla de metal en la mesa frente a Michael, que se le quedó mirando por unos segundos al sándwich de pollo en la mesa, después trató de evitarle con la mirada.
<<Parece que la chica y tú, eran muy cercanos… ¿Mitchell?, ¿cierto?... >>
Michael Meyer dibujó una interrogación en su rostro. Tal vez ésta vez lograría algo.
<<Así que… dime, ustedes tenían algo entre sí, ¿Verdad?>>
Casi sintió que Michael iba a hablar, a responder su pregunta. Pero en ves de ello, sus labios temblaron, medio abiertos, susurrando lo mismo que había susurrado antes. Una vez más, pareció que la Fiscal había entendido lo que había dicho, pero no estaba cien por ciento segura. Eso significaba que sí. ¿Qué te detiene a decirlo?.
<<Dime, ¿eran novios?>>
El muchacho asintió vagamente. Katherine se removió en su silla, inclinándose hacia adelante. Al fin empezaba a conseguir algo consistente.
<<La amas, y sé que no podrías permitir que le sucediera algo…>> vio reconocimiento en los ojos del joven. <<¿Qué fue lo que les sucedió?... ¿Por qué no regresaron?>>
El chico comenzó a mirar a la puerta detrás de la Fiscal, abriendo más y más los ojos verdes que tenía. Observaba con horror algo que parecía invisible. La Fiscal volteó a sus espaldas, confundida. No había nada en particular. Michael se levantó de la silla, como si sus movimientos pudieran jalar hilos invisibles y activar una bomba. Su frente de repente empezó a brillar por sudor frío, característico del pánico. Comenzó a caminar de reversa, hacia una de las esquinas del cuarto. Katherine sintió como los vellos de su nuca se erizaban. Jamás había visto algo parecido en su corta carrera, no tenía ni idea de cómo arreglarlo.
<<Michael, tranquilo… estás a salvo>> la Fiscal se levantó de su silla. No pudo evitar ser contagiada por su miedo, tan a flor de piel. Trató de acercarse a él, pero parecía que a cada paso, le metía una patada en las costillas. Se detuvo. Recordó que esos cuartos tenían un sistema de seguridad. Los guardias no tardarían en llegar para ayudarle a controlarlo.
<<Michael… ¿Qué pasa?... ¿Qué es lo que ves?>>
Volteó a verla a los ojos. Tenía una muy sutil mirada. Parecía que hubiera descubierto la serpiente que le daba pavor. La Fiscal se quedó quieta. Abrió la boca, y empezó a susurrar. Una y otra vez, repitiendo lo que decía. La puerta se abrió, dejando ver a dos oficiales que entraban rápidamente.
<<Nos haremos cargo, señorita>>
<<Gracias>>
Fue lo único que dijo, antes de que se apartara para que Michael fuera llevado a una celda. No era el procedimiento exacto, pero a causa de su estado mental afectado, era peligroso de una u otra manera. La Fiscal se quedó perpleja en su lugar. Fue una experiencia algo traumática para ella. No se imaginaba lo que Michael había sentido. ¿Qué fue lo que causó su esquizofrenia?



#13603 en Thriller
#7676 en Misterio

En el texto hay: psicologico, desapariciones, terror

Editado: 29.08.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.