—Olivia no creo que esa falda sea para una oficina —insistió Paula mientras la miraba intentar salir de la camioneta, el tul de la falda se había atorado en uno de los asientos.
—Claro que si mamá, es práctica y cómoda —dijo modulando su voz mientras jalaba la tela para no romperla.
Compró esa falda en una tienda vintage, fue amor a primera vista, el tul con aquellos volantes la hacían mágica, pero seguramente no era para la vida común, pero Olivia no era una mujer que fuera recordaba por ser sencilla. Al contrario, tenía un gusto que pocos comprendían, palabras de su propia madre.
—Únicamente te pido que no me tires esa bolsa, que los bollos llegaran aplastados.
—Te preocupa más el pan que mi falda —gruñó saliendo del vehículo.
—Ese pan es lo que nos mantiene —dijo tomando la bolsa con cuidado.
—¡Oye! Yo también aporto...
—Tu trabajo de auxiliar solo sirve para que te compres esas faldas estorbosas —pronunció y Olivia llevó las manos al pecho sintiendo indignación.
—Este trabajo de auxiliar paga Netflix —dijo señalándose con orgullo —. Te recuerdo que por mí, miras tus series coreanas que tanto amas.
—Solamente lo pagas porque eres la que tiene tarjeta de las dos...
—Yo no tengo la culpa que no confíes en los bancos —regañó Olivia.
Paula murmuró algo que Olivia no entendió, muy común entre ellas, sin embargo, lo que había dicho antes sobre que su trabajo de auxiliar no generaba una entrada de dinero significativa a comparación de la cafetería de su madre era verdad.
Olivia era auxiliar de la secretaria de presidencia de Alpha Company, a nivel mundial era considerada la mejor empresa de publicidad de todos los tiempos, aunque ella no tenía experiencia como secretaria, si tenía la capacidad de aprender rápido.
Lourdes, además de ser una adorable mujer y la mejor secretaria que Olivia pudo conocer, no fue infalible a la edad. Sus años de trabajo estaban decayendo y gracias a una conversación con Paula en la cafetería la ofreció como su ayudante, sin embargo, eso era un secreto.
Olivia no era una empleada de Alpha Company, trabajaba en la cafetería que su madre tenía dentro del complejo, quien surtía a todas las oficinas. Olivia prácticamente creció allí. Todos la conocían y se escabullía fácilmente.
Así que su sueldo era una parte que Lourdes pagaba por su ayuda, Olivia no era quisquillosa, además jamás pudo acceder a una carrera, su madre la crio a ella y a su hermana menor sola, con lo que sacaba mucho antes de llegar a esa empresa. Una gran parte de su dinero se iba a pagar la hipoteca de su casa, y a los gastos médicos de su madre, con una enfermedad degenerativa, eso las ponía al límite, pero vivían con lo suficiente.
Sumado a que su hermana menor no se conformó y exigió estudiar en la mejor universidad que pudiera pagarle. Entonces había una diferencia sustancial entre ambas, mientras ella se dedicaba a ayudar a su madre, Ana disfrutaba la etapa que le correspondía como estudiante. Olivia aseguraba que eso no le afectaba, Paula afirmaba que era muy soñadora y que se la vivía en las nubes, escondida entre sus libros y la ropa de su closet que ya no tenía espacio.
—Mamá debo ir con Lourdes —dijo Olivia al terminar de acomodar los panecillos en la vitrina.
—No te quedes mucho tiempo platicando —respondió detrás del mostrador.
—Será rápido, únicamente me dirá lo que debo archivar el fin de semana.
Paula se dedicó como todas las mañanas a preparar el café, entraban dos horas antes que todo el personal, Olivia no entendía esa necesidad de madrugar, sin embargo, sirvió para que pudiera encontrarse con Lourdes sin problema.
Las mujeres mayores compartían ese gusto por levantarse a primera hora.
—Buen día, Olivia —saludó Joel, el guardia en turno.
—Pensé que ya estarías durmiendo —saludó y bromeó con él, mientras tecleaba en el ascensor el piso a subir.
—El nuevo no aguantó, me tocará remplazarlo hoy el turno de la mañana.
—Qué mala suerte, lo bueno que te pagaran extra —dijo Olivia al momento que las puertas se abrieron.
—Es lo que es, Lourdes ya está en su oficina —aseguró Joel alejándose para verla entrar.
Olivia le agradeció el dato, no obstante, sin dudar Lourdes estaría lista para darle su nueva tarea. La pelinegra comenzó a tararear una canción a la vez que los pisos avanzaban. El piso cincuenta, aunque decían que Alpha Company contaba con cincuenta y un pisos, pera nadie sabía ciertamente de quién era esa oficina.
La presidencia estaba justamente en el cincuenta, el ascensor abría directamente en un pasillo largo y sobrio distinto a los demás pisos. Lourdes esperaba al final en un escritorio grandísimo, una recepción que podría hacerla ver diminuta.
—¡Buen día, Lu! —saludó efusivamente Olivia moviendo su falda de un lado a otro.
—Cada vez traes una falda más grande —dijo alejando sus lentes del rostro y mirándola extrañada.
—Nuca se sabe cuándo se necesitará un poco de tela extra —mencionó Olivia sacudiendo sus holanes.
—Solo si piensas saltar por esa ventana y usarla de paracaídas —agregó Lourdes. Era igual que su madre.
—Ay, es hermosa, la encontré en una tienda vintage... estás peor que mi madre, no entienden la moda.
—Ni en mis tiempos se vieron faldas así, y soy vieja...
—Y amargada, sorprendentemente más que otros días —murmuró Olivia. Lourdes la miró duramente, aunque ambas se llevaban muy bien, la mujer mayor solo la señaló y la pelinegra sonrió ampliamente.
—Mejor ayúdame, que hoy llega el nuevo jefe... y es una locura, las cosas a última hora no me gustan, nada sale bien —siguió vociferando mientras caminaba y Olivia intentaba seguirle el paso.
—¿Nuevo jefe? El señor Pierre deja la compañía —dijo asombrada.
—No, por lo menos no aún, su hijo... bueno, uno de sus hijos tomará posesión hoy del departamento de producción.
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Editado: 29.10.2024