Mucho gusto: tu próximo fracaso

"Tenemos que estar listos"

Un dia al salir de entregas de notas, mi papá me invita a desayunar y me dice:

–Es el momento para que sepas lo que va a pasar –Demasiado confundido veo sus ojos aguados ¿será por las notas?

–En el otro periodo me irá mejor, haré mis tareas con juicio –el solamente agacha la cabeza, corre a un lado el plato y toma mis manos.

–Ella se va a ir algun dia y tienes que saberlo, por que no sabemos cuando –yo cegado por mi mismo me niego a creer que ella, se refiera a mi mamá y que por irse diga que va a morir.

–tenemos que estar listos –si, inevitablemente, morirá...

Para ese entonces ya mi mamá mantenía todo el dia en una cama, rodeada de cobijas, almohadas por todas partes y alimentándose casi que de líquidos sin sabor o alguna esencia de esperanza, delgada de una manera casi esquelética, pero aferrada a la vida como jamas he vuelto a ver a nadie en este mundo.

Viajamos, como pudimos, cargando sillas, almohadas, cobijas, comida, medicina, con tal de pasar navidad juntos en algún lugar diferente, parabamos frecuentemente a atender sus dolores o sus idas al baño, ya ni eso podía hacer por sí misma, pasamos nuestra última navidad juntos, nuestro último paseo de olla, nuestro último año nuevo, nuestro último viaje sin saber que era el último, pero algo en sus ojos cada vez que me veía, me decía que esto era una despedida.

En el río aquella vez encontré una piedra en forma de corazón y se la di a ella, no me la quiso recibir, me dijo que mejor se la diera a la niña que me gustaba que a ellas les gustaban esas cosas.

Ya entrando a estudiar nuevamente, comenzando 7º con 11 años, finalizando enero, llegue a mi casa, había visita asi que sali a jugar futbol toda la tarde, recuerdo tanto ese día, por qué luego de eso salió mi papá y me llamó, le dije a mis amigos que ya volvía y fui corriendo, entonces el me dice:

–papito –me abrazó y con la voz entre cortada

–es hora, vaya despídase – yo lo miré, con los ojos abiertos y me fui corriendo al segundo piso.

 Donde mi mamá yacía en su lecho de muerte, agonizando, respirando forzosamente, esperando que yo subiera, tomé su mano, como pudo me apretó al sentir que era yo, tenía un crucifijo en su boca que alguien le puso, sentí como peleaba con la muerte, como trataba de sacar aliento para por lo menos decir algo, pero ya no podía ni mirarme, los ojos le temblaban, casi blancos y solo una lagrima, brillante, recorría su mejilla, pues yo sabia que significaba esa lagrima.

Fue ahí, en ese momento, con esa lagrima, ahí ella me dijo Adiós.

A pesar de todo, sin importar cuanto traté de estar listo, no fue suficiente, no quería que nadie me viera llorar asi que sali corriendo al parque, mi hermana le contó a mis amigos lo que pasaba, ellos me rodearon con sus abrazos y yo lo único en lo que pensaba era en que quería jugar, olvidarlo todo, solo quería patear el balón, gastar mi cuerpo, agotar mi energia, ya tenía el corazón desgastado, así que necesitaba dejar de pensar.

Recuerdo cada gol, cada patada, cada corrida de un lado al otro, cada giro hacia mi casa, mirando la ventana de su cuarto encendida y pensando en que está subiendo lentamente al cielo, en toda la gente que estaba ahí reunida, en que ella debía estar dejando su cuerpo y quería que viera mis ultimos goles por ella, para ella...

No supe de qué otro modo llorarla, veía todo borroso, lloraba mientras corría, pedir el balón me ayudaba con el nudo en la garganta, dar una patada me quitaba el peso del dolor en el pecho y fue ahi donde abrí los ojos y me di cuenta de lo que en verdad pasaba, pero me demore años en reunir el valor para siquiera pensarlo, por fin pude ver de a donde nacían todas sus fuerzas, por fin vi tanto sacrificio reflejarse, y entonces lo entendi.

Su todo, era yo y mi nada que ahora nacía en mi pecho, era ella.

 

 

 

 


 



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En el texto hay: tristeza, romance, amor

Editado: 14.04.2020

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