Rosalinda se acomodó en la silla mientras se preparaba para contar, aunque sea un poco, todo lo que había pasado dentro de todos esos años.
-¿podría empezar desde el principio?- preguntó.
-sí-
-muy bien-.
Tomó un último trago de su bebida y comenzó:
"Una vez que estuvimos listos para partir, como ya lo sabes, Ricardo y yo comenzamos a caminar dentro de Lírica, los árboles que nos vieron crecer y nos dejaron jugar en sus ramas se veían luminosos, con un brillo especial o al menos eso es lo que pensé, era como si nos estuvieran diciendo que todo iría bien.
Caminamos por varios días y noches sin descanso, supongo que era por los nervios y emoción de salir por primera vez del pueblo, de tener que viajar a un lugar lejano y no volver a ver nuestro lugar natal por un tiempo indefinido.
Luego de diez o quince días sin descansar como deberíamos, nos detuvimos cerca del límite entre el bosque y el prado Raí, sabíamos que después de cruzarlo ya no habría paz ni tranquilidad, por eso mismo descansamos bajo los árboles para recuperar fuerzas y tener la suficiente energía para lo que sea que nos esperara más adelante.
Debo admitir que nunca estuve más agradecida de dormir entre las raíces sobresalientes de los árboles que aquella vez, en verdad ignoraba lo cansada que estaba hasta que caí dormida por varias horas.
Partimos al día siguiente, sintiéndonos renovados, desayunamos poco y Ricardo se aseguró de que tuviéramos suficiente comida hasta llegar al próximo pueblo.
He de admitir que el prado Raí me inquietaba, el lugar era desértico y no se veía ningún árbol en la distancia, todo era césped, flores silvestres y el radiante sol en nuestras frentes. Todo era tan diferente a nuestro hermoso bosque.
Me sentía expuesta a cualquier peligro en ese espacio abierto, incluso Ricardo se sentía intranquilo al caminar en el prado.
Llámame desquiciada o paranoica, pero estar en un prado me hace sentir insegura, el no tener un árbol para ocultarse o resguardarse, el estar todo el tiempo a la vista, sobresaliendo del verde pasto, ¡es algo horrible! Pero supongo que eso es porque jamás habíamos salido fuera de Lírica.
Viajamos por una semana, una semana horrible en que sospechabamos que alguien nos seguía en ese claro prado, las noches eran las peores, no porque había mucho ruido, al contrario, todo era silencioso, lo único que se podía oír era el arrullo de los grillos. Y aún así, no era suficiente para dormir.
Por suerte encontramos un pueblo para hospedarnos, me sentía tranquila en el ruido pacífico de los pueblerinos.
Así fue la primera etapa de nuestro viaje, entre largas caminatas que duraban varias semanas o hasta meses, cuando se acababa los suministros de comida Ricardo se encargaba de cazar algunos animales, yo los despellejaba y cocinaba, por cierto, contrario a todo lo que pensabamos de la carne de ciervo de Rú, es bastante deliciosa.
En fin, a veces parabamos en pueblos, comprabamos lo necesario y seguíamos caminando si aún podíamos y si no, dormíamos en alguna posada.
Fue entonces que llegamos a las Tierras de Cris, el lugar era hermoso, lleno de agua y poca tierra, los que más sobresalían eran sus hermosos animales marinos y su flora acuática. Incluso pudimos apreciar muy de cerca el idioma crisiniano.
¡Ojalá hubieses estado ahí!
Las palabras eran tan calmas y fluidas, como el elemento que predomina en esas tierras, los habitantes eran igual de cambiantes que el agua misma, a veces se encontraban calmados, y otras eran tormentosos, ¡sólo ellos se entendían!
Ricardo se sintió bien ante todo eso, el caos que habitaba en las personas de Cris le agradaba, aunque me parece que era más que nada porque la mayoría de la población era anti-héroe, como él.
De cualquier forma, logramos llegar al Puerto Mayor, donde nos esperaba una embarcación que nos llevaría directamente al otro continente, fue buena idea el no comprar nada más que lo necesario ya que el precio del viaje era alto.
Una vez que todo estuvo en orden, la segunda etapa del viaje inició."
Rosalinda fue interrumpida por el llanto del pequeño bebé, que descansaba en su cuarto, pidió disculpas a su hermano para subir con prisa al segundo piso.
Julián se quedó en silencio, esperando en su lugar, tomando de vez en cuando su bebida.
-¡volví!- exclamó la joven, teniendo al niño entre brazos- lamento si te molesta, Emanuel tarda en acostumbrarse a nuevo lugares, dale un poco de tiempo-.
La mirada de Julián inspeccionó al niño; ahora que lo veía bien, pudo notar los curiosos ojos grises que poseía, sus cabellos eran negros y su piel era transparente, pero lo curioso era una pequeña marca de nacimiento en su pie derecho expuesto.
-curioso, tiene casi la misma marca de nacimiento que tú, hermana- se acercó al niño- un sol casi perfecto en su pie derecho, ¿no te parece?-.
-sí, bueno, ¿de qué estabamos hablando?- preguntó, nerviosa, desesperada por cambiar de tema.
Sin permitirle hablar al contrario, continuó:
"El viaje en barco fue una nueva experiencia para ambos, fue algo extraño, pero maravilloso, el paisaje, a pesar de estar hecho solo por el agua y alguno que otro barco a la distancia, era tranquilizador, a diferencia del prado, había varios sonidos que tranquilizaban.
Ricardo también amó el viaje, más que nada por el movimiento tan irregular que provocaban las olas, las personas que enfermaban por la turbulencia (no sé si así se dice) y las grandes posibilidades de catástrofe que ofrecía cada día.
Pasamos dos meses en el barco, no tengo muchas quejas al respecto, nos trataron bien, tuvimos cuartos decentes y no hubo muchos accidentes.
Aunque fue algo aburrido después, mirar por tanto tiempo el mar se hizo tedioso y monótono.