Felipe fue el primero en saltar a abrazar a Rosalinda, dándole varios besos de bienvenida, chillando y derramando lágrimas de felicidad al volverla a ver.
Gabriel, por otra parte, miraba con cansancio y hasta pena las acciones del contrario.
-¡bueno!- le llamó- ¿no crees que ya la has asfixiado lo suficiente, Felipe?-.
-¿qué? ¿a qué te refieres?- chilló- nuestra pequeña ha vuelto sana y salva a su hogar, ¿¡acaso no es normal que quiera mimarla!?-.
-¡pero eso ya es exagerar!-.
-¿¡y tú qué sabés!?-.
Rosalinda fue soltada del abrazo de Felipe, quien comenzó a discutir con Gabriel, haciendo reír a la joven junto con Julián, Rubí se mantenía al margen de la situación aunque también tenía una sonrisa.
-me agrada saber que aún siguen siendo los mismos de antes-.
-¿por qué seríamos diferentes?- preguntó Felipe.
-diez años es un lapso bastante largo para que alguien cambie-.
-tal vez, ¡pero eso no se aplica a buenas personas como yo!-.
-querrás decir a las personas tontas como tú- comentó Gabriel con mala gana- además de que pareces no crecer, sigues con la misma mentalidad de un niño-.
-¡pero los niños tienen un gran corazón y buena voluntad!- se defendió el otro.
-claro, sigue mintiéndote-.
Julián negó con la cabeza ante aquello, tal vez eran héroes que se conocían desde la infancia, pero eso no necesariamente significaba que todos se llevaran bien y se trataran con respeto, de hecho, tantos años juntos había influenciado en la forma tan cercana en que se hablaban.
-bien- dijo, llamando la atención de los otros- es mejor comenzar de una vez para terminar pronto-.
-bien- dijeron al unísono.
Julián y Rosalinda se pusieron frente a los otros héroes comenzando a caminar con prisa al pequeño hospital que se encontraba en el centro del pueblo, Gabriel y Felipe se fueron cada uno a un extremo de la zona de las casas quemadas.
El hospital de Lira era una mediana edificación de una sola planta, ocupaba un gran espacio dentro del pueblo gracias a que cada día había un nuevo paciente por atender, sus paredes estaban hechas de piedra y hierro, protegidas por un hechizo que servía como escudo en cada ataque que los anti-héroes, al igual que el techo de metal, decorado com dibujos excéntricos de criaturas legendarias de esa zona.
En cuanto entraron, algunas enfermeras se acercaron rápido a los hermanos Foga, dando pequeñas palabras de bienvenida a la hermana menor para luego llevarlos directo hacia los heridos más graves, sin embargo, retenieron a Rubí, quien insistió en querer ayudar también, al final la niña fue a ayudar al jardinero del hospital a plantar nuevas flores.
-¡confiamos en ustedes!- exclamaron las enfermeras antes de volver a correr hacia los pasillos, llevando consigo a la niña.
Rosalinda y Julián se miraron entre sí, asintiendo en el proceso, ambos se acercaron a los pacientes envolviendo fuego divino en sus manos.
Los hermanos pusieron con delicadeza sus manos en las quemaduras de las personas, quienes se quejaron levemente por el contacto, el fuego divino se expandió con lentitud, el olor a quemado y las horribles heridas poco a poco iban desapareciendo.
Una vez que terminaron de sanar a esos pacientes fueron por los siguientes.
Gabriel y Felipe, por otra parte, esperaron a que los otros héroes vinieran para ayudar, una vez que todos estuvieron listos, comenzaron a restaurar las edificaciones que habían sido afectada por el incendio.
-¡Gaby!- llamó Felipe, restaurando la madera quemada con su agua renovadora- ¿crees que deberíamos hacer una fiesta?-.
-¿una fiesta?- preguntó el contrario, quien estaba arriba de un techo, mirando los daños.
-¡de bienvenida, obviamente!-.
-¿para qué?-.
-¿cómo que para qué? ¡Para celebrar que Rosalinda ha vuelto! Ah, y también el otro tipo, ¿Rico? ¿Richard?- hizo una mueca- ¿cómo se llamaba?-.
-Ricardo-.
-¡ese!-.
Gabriel suspiró negando con la cabeza, había veces que su compañero lo cansaba.
-sólo quieres hacer una celebración para embriagarte-.
-eso es verdad- concordo el otro- el lictor de menta y la mezcla de caramelo de la taberna es deliciosa, ¡sin mencionar el vodka! Pero eso es una pequeña, pequeñísima parte del porque quiero celebrar, ¿acaso no te emocionas por el regreso de nuestra niña?-.
-querrás decir tu niña-.
-¡nuestra niña!-.
-¡no me pongas en tus extraños fetiches!-.
-pero, ¿de qué hablas?-.
-no te hagas, ambos sabemos que tú y Rosalinda tenían una conexión especial desde niños, no era nada nuevo siempre verlos juntos, riendo y jugando, ¿acaso negarás que sentiste atracción por ella?-.
Felipe se quedó callado por unos segundos, dedicando su labor atención a su labor actual, su mente repetía una y otra vez las palabras del contrario. Luego de ese corto lapso, lanzó una carcajada que confundió a Gabriel.
-¡Gaby! Tonto, tontito, ¡nunca pensé que creyeras en esos rumores!- reía el joven- ah, eres tonto pero lindo, ¡tontito!-.
-¡no soy tonto!- gruñó- el único tonto aquí eres tú-.
-¿y por qué yo soy el tonto?-.
-¡porque siempre fuiste el tonto y ya!-.
Felipe rio mientras terminaba de restaurar la mistad de una casa, siguiendo con lo suyo mientras discutía con su acompañante.
Sería un largo día.