Apartir de ahora solo miraría hacia el futuro, no dejaré que nadie se meta en la vida de mi familia, estaría al pendiente de mi hija los próximos 11 años, cada día de cada año era un martirio más, cartas amenazadoras, llamadas raras dónde solo se escucha una respiración agitada y fuerte. Aunque por otro lado era maravilloso, mi hija era buena en sus calificaciones, me hacía sentir orgullosa y por ratos me ponía pensativa porque nunca pensé que así se sentiría el que tú hijo fuera inteligente, algo que nunca le di a mi mamá y que por dentro me carcome el saber que ella ya no está acá con nosotros para disfrutar de su nieta.
—Mamá, hoy los de mi salón organizarán una fiesta, ¿Me darías permiso de ir?— pregunta Viridiana con ternura a pesar de sus 15 años, en verdad amo a mi hija.
—Te dejaría ir pero no quiero que te pase nada— le pongo de excusa.
—Déjala ir Rosaura, yo la iré a dejar y la traeré de vuelta— Francisco sale a defensa de Viridiana.
—Está bien, pero temprano ¡Eh!
—¡Sí!, ¡Gracias mamá!, ¡Gracias papá!— saltando de felicidad Viridiana mientras se va a cambiar de ropa.
—En verdad tengo miedo que le pase algo— preocupada le digo.
—Tranquila mi amor, no le va a pasar nada, en tanto tiempo si hubiera querido hacer algo ya lo hubiera hecho.— justifica Francisco.
Yo solo agacho la mirada para que no note que estoy pensativa, tenía miedo por mi hija porque presentía que algo malo va a ocurrir, llega la noche y Francisco la lleva a la fiesta, ella baja emocionada sin siquiera despedirse, él llega y me cuenta lo feliz que estaba Viridiana. Mientras ella se encontraba bailando con sus amigos, un hombre de apariencia mala la acecha, cuando va al baño la persigue, Viri de da cuenta de que alguien la está siguiendo, al principio se espanta y no se lo dice a nadie, sale a la calle y lo espera.
—¿Quién eres y por qué me sigues?— pregunta ingenua Viridiana
—Soy alguien que conoce a tu mamá desde hace tiempo— habla el hombre extraño.
—Yo no te conozco y nunca te había visto con mi mamá que yo recuerde— refiere ella sin entender.
—Es que fue cuando tú estabas recién nacida y los bebés no recuerdan a las personas que los cargó, pero oye, esto tiene que ser un secreto entre nosotros, ¿Estamos?— responde el misterioso hombre.
—¿Cuál es tu nombre?— pregunta de manera dudosa.
—Que te parece si me llamas Amima, ¿Sale?— responde con otra pregunta él.
—¿Amima?, no suena como si fuese un nombre, pero si quieres que te llame así está bien— habla Viri mientras se dan la mano.
—Te invito una cerveza— dándole bebidas alcohólicas.
—No gracias, no tomo— rechaza con las manos.
—Ándale, solo una— insistente el hombre.
—¡Pero solo uno!— obligada la pequeña.
De una cerveza pasan a otra, así sucesivamente hasta que embriaga a Viridiana, afuera de la fiesta llega Francisco a recogerla como habían quedado, pita y pita el claxon y ella no sale.
—¿Qué estará pasando que no llega?— preocupado sale del carro para entrar a ver dónde está, busca y busca, no la encuentra, por dentro sentía miedo de que algo malo le hubiera o le esté pasando. Pregunta a los que estaban si la han visto y nadie dice nada, algunos respondían con que se había ido con alguien pero no lo nombraban ni lo describían. Pegada al teléfono le marco a Francisco por la tardanza.
—¡Contesta Francisco!— digo en voz alta por la preocupación de que le haya pasado algo a mi hija.
Hasta que Francisco me atiende la llamada.
—¿Qué está pasando?, ¿Por qué no llegan todavía?— pregunto casi gritando.
—No está aquí, algunos no dicen nada, otros dicen que la vieron ir con una persona pero no me dicen nada de la persona— contesta preocupado.
—¡Sabía que algo iba a pasar!, ¡Por eso mismo no quería que fuera a esa fiesta!
—Disculpame mi amor, nunca pensé que esto pasaría.
Cuelgo la llamada y de inmediato recibo una extraña.
—¿Quién habla?— pregunto asustada.
—Tu peor pesadilla mi vida— responde lento en voz baja.
—Seguramente tú tienes a mi hija, ¿Verdad malnacido?— le digo furiosa.
—Cada quién paga por lo que cada cual hace cariño— cuelga la llamada.
De la rabia tiro el celular y comienzo a tirar todo lo que hay por delante.
—¡MALDITO!, ¡DESEO QUE TE MUERAS Y ME DEJES VIVIR EN PAZ!, ¡DESPRECIABLE Y REPUGNANTE BENITO!— grito con mucho odio e impotencia, llorando por mi hija, no puedo hacer nada por ella, no sé dónde está, duele...