Capítulo 3

Capítulo 3

Lily.

He intentado odiar a Nicole con todas mis fuerzas.

Pienso en lo mucho que he sacrificado por ella. En todas las palizas que me han metido por defenderla y no dejarla sola. En todas esas cosas que me pierdo por estar trabajando todo el día para llevarla lejos de ese imbécil.

Es egoísta y monstruoso… pero al final, nunca puedo hacerlo. Ella es el ser más dulce y amable que he conocido, y aunque a veces lo desee, jamás podré hacerme a un lado. Es la única que nunca me ha abandonado, es mi hermana  y la amo tanto que sé que daría mi vida por ella.

Lo haría sin pensarlo siquiera.

Y es aterrador.

***

Tardo casi una semana en poder volver al trabajo. Mía ordenó que fueran al menos dos semanas de reposo, pero no puedo perder tanto tiempo.

Hacía mucho que no recibía una golpiza tan mala. Lo único bueno de ello, es que a Roberto le da por no aparecerse por un par de días, y eso absolutamente vale la pena. Una pequeña probada de lo que podríamos tener si éramos lo suficientemente listas.

No sé muy bien qué esperar al entrar a la cafetería de Luz. Es temprano, más de lo normal. He llegado media hora antes para averiguar si aún tengo trabajo. La semana pasada, al informarle que no podría ir por unos días, Luz se puso hecha una furia. Cuando eso sucede, es impulsiva, lo cual podría significar que ya ha contratado a alguien más para mi puesto.

La entrada trasera ya está abierta. Tomando una respiración profunda, me adentro y camino directo hacia la oficina de mi jefa.

Huele a café, así que tal vez interrumpa su desayuno. No puedo decir que eso me haga ganar puntos.

Toco la puerta, y escucho cómo arrastra su silla para pararse. Abre en una exhalación, y por la cara de mal humor que tiene seguramente no puedo esperar nada bueno.

—¿Qué? —dice, sin molestarse en saludar. Sus cejas arqueadas se elevan en un gesto de disgusto.

—Buenos días, señora Luz —me obligo a decir.

—¿Qué tienen de buenos? —su boca se tuerce en un mohín despreciativo.

Esa es una pregunta con trampa, y soy lo suficientemente lista para quedarme callada.

Contemplo a mi jefa, aburrida. Tiene el cabello castaño tan corto que podría pasar por un hombre si se le ve de espaldas. Es un poco rellenita, pero eso no evita que resalte sus pocos atributos. Su rostro podría ser usual si no fuera por sus ojos verdes brillantes. Es guapa, pero todo eso se arruina cuando uno la conoce.

—¿Y bien? —ella escupe la pregunta—. ¿Disfrutaste de tus vacaciones? —demanda como si la estuviera ofendiendo.

—¿Sigo teniendo mi trabajo? —pregunto, porque si me pongo a discutir sé muy bien quien de las dos va a perder. Es imposible razonar con ella, si dice que algo es azul, aunque sea rojo, es azul porque ella lo dice. Es molesto, pero he aprendido a sobrellevarlo.

Luz se queda observándome atentamente. Parece que estoy hablándole en un idioma que ella no comprende.

—¿Tú qué crees? —dice finalmente.

—Si lo supiera no le estaría preguntando —respondo.

Ella sonríe—. Tan insolente como siempre, Lily —se cruza de brazos, evaluándome—. Fue una semana ajetreada, estuvimos llenos casi todo el día.

Oh, no.

—Tuve que contratar a alguien —dice tranquilamente.

Siento una punzada en mi pecho, un peso nuevo que no debería estar ahí.

—Sin embargo, tienes suerte de que ella fuera una inútil. La despedí en cuanto la semana terminó.

La punzada desaparece. Sé que el alivio que siento debería estar ensombrecido por saber que despidieron a esta otra pobre chica, pero lo cierto es que no es así. No lo lamento en lo absoluto.

—Bien —digo.

—Deberías empezar ya —Luz lo sugiere, pero sé muy bien que es una orden.

Asiento y me doy la vuelta encaminándome a limpiar las mesas.

—¿Sufres de alguna enfermedad terminal? —Luz pregunta, antes de estar lo suficientemente lejos para no escucharla.

Bueno, eso sí que sería el colmo—. No —digo.

—Entonces no tienes excusa para faltar de nuevo.

Y ahí está, la dulce Luz haciéndose presente.