Capítulo 22
Nicole.
Este es el día más raro que he tenido en mucho tiempo. La cosa no sería así, de no ser por la presencia de Fernando.
Se supone que sería una tarde de películas, como antes, Julia, Fer y yo. No estoy muy segura de quién fue la idea, pero me pareció tan increíble que acepté sin dudarlo. Empezamos bastante bien; superamos las primeras dos películas de Harry Potter sin que Julia se quejara ni una vez, pero cuando íbamos por la mitad de la tercera se quedó dormida como un tronco. La pobre tiene el sueño más pesado que un sumo.
Cuando finalmente despertó simplemente decidió que era hora de ir a la cama, y sin siquiera titubear nos dio un beso en la mejilla a cada uno y se largó como alma que lleva el diablo.
Y eso nos deja a mí y a Fernando viendo la película completamente solos, sentados a una distancia prudencial y fingiendo que Julia sigue interponiéndose entre nosotros.
Se siente tan extraño. Y lo detesto. Odio la distancia que antes no existía y que ahora parece interminable.
—Entonces —Fernando habla de repente sin despegar la vista de la pantalla—. ¿Cómo está Daniel? —pregunta.
Lo contemplo ligeramente aturdida antes de responder—. Bien. Él está bien.
—Ya —Fernando sigue sin mirarme—. ¿Te trata bien?
La pregunta me sorprende. No porque quizá implique que él se preocupa por mí, sino porque la hace sonar como si solo quisiera llenar el silencio incómodo que nos rodea.
—Lo hace, sí —afirmo, sin poder evitar sentirme dolida por su actitud.
—¿En serio? —cuestiona, y esta vez sí que me mira elevando las cejas y rodando los ojos en un gesto completamente grosero.
La sangre me hierve.
—¿A ti qué te importa, de todas formas? —replico, alzando la voz y negándome a ver su reacción ante mi tono.
Fernando resopla, riéndose—. No tienes idea, Nicole.
—No, no la tengo —respondo—. ¿De quién es la culpa?
—Dímelo tú —alega con voz gélida—. No soy yo quien iba a largarse sin dar ni una maldita explicación.
El aire se me sale de golpe—. ¿Qué? —digo en una voz tan baja que apenas yo logro escucharme.
Fernando por fin me mira, y solo podría ignorar la tristeza que inunda sus ojos si estuviera ciega.
—Una carta —él dice, negando suavemente con su cabeza—. Eso iba a ser todo, ¿no es así?
Desvío la mirada porque no soporto lo culpable que me hace sentir. No solo con él y Julia, sino con Lily—. Era lo mejor.
—¿Para quién, Nicole?
—Para nosotras —contesto sin dudar—. Era la única forma de seguir.
Fernando se pone de pie y comienza a pasearse entre los sillones de la sala—. ¿Y nunca pensaste que quizá estabas equivocada? ¿Qué Lily estaba equivocada?
No me gusta el rumbo de esta conversación.
—Ni siquiera lo pienses —siseo, poniéndome de pie y bloqueando su paso—. Ni se te ocurra culpar a mi hermana.
Fernando me saca al menos una cabeza de altura, y mientras lo miro me doy cuenta de lo mucho que ha cambiado. De lo mucho que se parece a Mauro. De lo mucho que lo extraño.
Él aprieta los dientes y se gira. Yo solo puedo ver su espalda, tensa y temblorosa.
—Odio lo que hiciste —declara—. Odio que ibas a dejarme como un imbécil buscando pistas falsas y preguntándome dónde demonios estabas, pero sobre todo, odio que no me hayas dicho lo que estaba pasando. No sabes lo enojado que me pone saber que no confiaste lo suficiente en mí.
—Nunca nos habrían creído —respondo.
—¡Yo te habría creído a ti, Nicole! —Fernando grita, girándose tan de repente que me hace trastabillar. Me sujeta de los hombros y no me suelta—. Con Lily las cosas estaban mal, pero a ti te habría creído sin dudarlo.
Me alejo, preguntándome cómo es que mi hermana soporta el rechazo sin siquiera parpadear. Sé que el rechazo de Fernando no es para mí, pero lo siento como si lo fuera. Me rasga. Me quema. Y me destroza el alma que mi hermana haya vivido con esto por años. Que lo siga haciendo aún ahora.
—Esa es la cosa, Fer —replico—. Lily y yo venimos en el mismo paquete, te guste o no. Tú no sabes todas las veces que ella pudo irse y abandonarme con nuestro tío. Tú no tienes idea de todo lo que ella ha sacrificado por mí. Tú no sabes…