[ Pasado ]
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Érase una vez una isla pérdida. Se encontraba en la nada, geográficamente se ubicaba entre el continente Europeo y el continente Americano. Esta isla, sin saber la razón, se creó con un fin: ser gobernada.
En ella emergió el hombre nacido del suelo, fue nombrado como Evenor.
Evenor, tuvo el privilegio de que Dios, el Todo Poderoso, por obra de él concebiera a su hija, llamada Clito. Poseidón, el Dios del mar, al enterarse de la hija de Evenor, solicitó verla.
Se enamoró como un loco al ver los ojos azules profundos de Clito, igual a como su reino, en honor a ella. Formó la isla en un castillo poderoso, rodeado de tres anillos como barrera para proteger a su amada.
Engendraron diez hijos, ordenados respectivamente: Atlas, Gadiro, Adonis, Coral, Xenophon, Leonidas, Demetrio, Zeth, Giles, Moses.
Por ser el primogénito, la isla la nombraron como Atlántida, en honor a su primer hijo. El reino se dividió en sus diez primeros hijos, Atlas se le entregó el castillo protegido por los tres anillos, dándole también la autoridad de sus hermanos.
Pasaron los años y décadas, Atlas con el afán de extender sus territorios con el consentimiento de Gadiro, creó un plan. En donde penetrarían las tierras de América y Europa.
Su soberbia y la ambición de querer más, fue el detonante para que Poseidón estuviera tan molesto. Atlas, sin importarle la opinión de su padre, siguió con su mandato.
Era tal el anhelo del joven, que empezó a tener pensamientos oscuros, que ni él mismo creía tenerlos. Voces en su cabeza le decían cosas perversas. Llegó a un extremo en el que se dijo — ¿Qué sucedería si mis hermanos no existieran? ¿Qué sucedería si sólo fuera yo?
Llegó a la conclusión de que su reino era suyo, que él podía hacer lo que gustase. Sus hermanos, al ver las acciones y palabras de su hermano mayor, comenzaron a preocuparse y planear una estrategia para sacarlo del mando.
Pero lo que ellos no contaban era que Atlas escuchó todo, eso sólo fue el inicio de una era oscura y maligna. Este ser, que se empezaba a ser oscuro, cegado de ira se propuso en nueve días asesinar a sus hermanos.
Y comenzó todo, el hombre en su primer día, con un arma blanca, en una noche oscura y fría mató a su último hermano, justo cuando el dormía.
Coral se dio cuenta de que sucedía cosas un poco extrañas. En menos de una semana dejó de ver a sus hermanos menores y creyó que algo malo ocurría, o sucedería.
La única mujer de los diez hermanos huyó despavorida de Atlántida, con tremendo miedo, atravesó los tres anillos -que eran murales gigantescos- y se instaló en la deriva.
Atlas en su día octavo no pudo encontrar a su hermana, él no le dió importancia y se enfocó en matar a su hermano gemelo: Gadiro. En el momento en el que el arma atravesó el corazón palpitante de Gadiro, una tormenta se desató y la isla tembló.
Los tres anillos que rodeaban la isla, en forma protectora, se desmoronaron gracias a un rayo causado por la tormenta. Las olas violentas del mar azotaban la isla amenazando destruir las paredes del Palacio. Un gran círculo se formó alrededor de la Atlántida, las olas dejaron de chocar contra ella.
Atlas se encontraba muy asustado, preguntándose a cada instante —¡¿Qué hice, Dios mío?! ¡¿Que hice?!
De pronto, la voz de su padre se escuchaba en las tinieblas, en el gran diluvio.
— ¿Qué has hecho, Atlas?
— ¿Padre?
Las manos del hermano mayor temblaban tan fuerte que no se percató que aún tenía el arma en su mano, que se encontraba manchada de la sangre de su gemelo. Al saber, soltó lo que sujetaba en su mano y pudo ver el color carmesí penetrar su piel.
— Estoy tan decepcionado de ti.
Los ojos del hijo del Dios se aguaron al oír la voz profunda de Poseidón. No, no lo podía creer, ¿era su padre?
— ¡Lo siento tanto! ¡N-no se que hice, padre! ¡Perd-perdóname!
— Sabes que no lo puedo dejar pasar, Atlas.
— ¡No!
— Ahora el Reino pagará las consecuencias.
— ¡N-no!
Atlántida, colapsó cayendo al vacío. Las torres del Palacio se destruyeron, al igual que las paredes y todo ser vivo de la isla murió.
Atlas murió cuando el círculo se cerró, dando así el paso del agua.
Después de ese día, la isla no fue la misma.
“…en un día y una noche terribles.”