Liam
Ahora ya me creía todo lo que me había pasado, todo tiene sentido porque soy una horrible persona que no merece vivir. Este mundo se está deshaciendo de personas como yo, de seguro muy pronto le tocará al imbécil de Jhon.
Estaba con Susana fumando y bebiendo ron en una playa, sentados en la arena. Su reacción al decirle lo que tenía, me sorprendió un poco porque me dijo que horrible y puso una cara triste, después me abrazó y nada más. Aunque la verdad es que ella es así.
—¿Qué piensas? —me preguntó con ese desánimo que la caracteriza. Como si estuviera aburrida de la vida, o mejor dicho de todo. Creo que eso sentí prácticamente toda mi vida, hasta que me enteré que tenía un tumor.
—La verdad nada interesante. —le dije vagamente.
Nos quedamos en silencio pero no era incómodo. Siempre que estábamos juntos hablábamos un poco y luego el rato que pasábamos era puro silencio, y ya nos habíamos acostumbrado a eso. Creo que los dos nos entendíamos más en silencio, ni siquiera se como empezamos nuestra relación.
La verdad nada me daba ganas de vivir y ahora que sé que tengo un tumor no sé qué hacer, no sé si beber una botella de ron, fumar o ambos al mismo tiempo hasta que la muerte venga por mi.
Luego de un rato decidimos irnos al departamento de Susana. Tomamos un taxi, cuando llegamos entramos al edificio de cinco pisos, ella vivía en el tercer piso. Subimos al ascensor, cada piso estaba dividido en dos, y ella vivía al lado izquierdo. Cuando entramos directo fui a tirarme en el sillón. Ella vino y se echó boca abajo encima de mí, nos comenzamos a besar y acariciar.
Yo le quité la blusa, y luego nos levantamos pero seguíamos besándonos. Llegamos a su habitación y le agarré la parte posterior de los muslos, la cargué y la estreché contra mi cintura. La coloque en su cama, y me separé de ella un momento para quitarme el polo. Nuestros besos y caricias seguían, nos quitamos todo lo que llevábamos.
La verdad es que sentía que mi relación con Susana solo era sexo y estar juntos para que los demás sintieran ¿envidia? Ni siquiera lo sabía, y lo peor es que ni siquiera sabía si sentía algo por ella.
Cuando terminamos de tener sexo, ella se dirijo a bañarse. Luego de un rato yo hice lo mismo, jamás nos bañamos juntos. Cuando ya estaba vestido decidimos pedir comida, después de unos 30 minutos el pedido llegó. Yo bajé a recibirlo, por ahí cerca había una tienda y me dirigí a comprar unas cervezas.
Justo cuando entré al edificio iba a subí al ascensor pero ya se habían cerrado las puertas, así que decidí subir por las escaleras. Cuando iba a pasar la puerta de las escaleras, escuché la voz de mi novia con ¿Jhon?
Desde la puerta de las escaleras se podía ver la puerta del departamento de mi novia, me quedé viendo con la puerta un poco abierta. Y escuché la voz de Susana.
—Jhon, no se como diablos se te ocurre estar aquí, en este momento y peor aún sin avisarme.—Lo dice muy enfadada, y a la vez está viendo a todos lados nerviosa.
—Es que te extrañó. Yo no entiendo porque no dejas al idiota ese, tu sabes solo lo estás utilizando por su dinero, y también sabes que no lo amas y a mi si.—lo dice con su cara de estúpido.
Antes de que ella respondiera algo salgo de mi "escondite" y me quedo al frente de ellos dos.
—Liam. —lo dice nerviosa y asombrada.
La comida y las cervezas se las puse en su manos de Susana, casi se le cae todo por el asombro quizás. Las únicas palabras que desperdicie fueron.
—Terminamos.
Luego me di una vuelta, y bajé por el ascensor. Ella tiró todo y quiso venir hacía mí, pero las puertas se cerraron, y eso evitó su entrada. Salí del edificio y tomé un taxi. Me dirigí a la casa de mis padres, porque estaba listo para irme de este maldito lugar.
Mi celular comenzó a vibrar, lo miré, y como era de esperarse era Susana. Puse en silencio mi celular y la bloqueé en todos lados. Puse los ojos en blanco y me reí sin ánimos.
La verdad ya nada me detenía en irme lejos, pasar el tiempo con mi abuelo quizás no sea tan horrible, de seguro es mejor que estar acá. Y eso me hace acordar a la chica que vivía en su propio mundo, aquel mundo que parecía muy bonito e interesante. Tenía unos ojos color avellana y eran tan hermosos. Y pensar en ella me hace sonreír.
El taxista me miró por el retrovisor interior.
—¿Está bien, joven? —parecía tener un poco de preocupación.
—Si, gracias. —le dije con una sonrisa de boca cerrada.
Quizás pensaba que estaba loco. Y quizás si lo estaba, y no sólo yo estaba loco, también mi vida.
Después de los 20 minutos llegó a mi casa. Debo decir que mi padre es una persona con mucho dinero, así que él no vivía en una casita o en cualquier lugar. Nuestra casa era una mansión, y tenía una cochera muy grande porque mi padre tenía muchos carros, aunque no tantos. Cuando apenas entré por la puerta la primera en presenciar mi existencia fue Cristina, ella era la ama de llaves. Ella tenía 50 años, no tenía hijos y siempre estuvo aquí, desde que yo era un niño chiquito, siempre nos dio un buen servicio, a mi y a mi familia.
—Liam, hace unos días que no te veía, —se acerca a mi y me acaricia la mejilla— ya me estaba empezando a preocupar. —luego se dirigió a mi oreja y me la jaló, yo comencé a soltar quejidos de dolor— No me vuelvas a hacer lo mismo, siempre te lo repito y ya estoy cansada, y espero que sea la última vez.
Ella me suelta y yo me alejó dos pasos atrás, y me acaricio la oreja.
—Está bien —le digo, mientras me acarició la oreja con cara de dolor.
—Liam —escuchó la voz de mi madre.
Volteó a la izquierda y está ella ahí parada con cara de tristeza.
—Mamá —escuchó como esa palabra sale de mi boca tan suavemente y tan bajo, que creo que solo yo lo escuche.
Ella se dirigió al gran salón con sillones caros y un montón de cosas de ricos, y yo la seguí. La verdad ya estaba acostumbrado a ver cosas con mucho valor, cosas que solo una persona millonaria podría tener.