Emily
—No vamos a fumar. —me dijo con una sonrisa en la cara. —Vamos a hacer algo mejor.
Se sentó al lado mío, y me mostró lo que había dentro de la caja. Yo al principio estaba confundida pero cuando vi que había, me quedé sorprendida, y como si mi cuerpo se manejara solo comencé a negar con la cabeza.
—Yo no me drogo. —le dije levantándome y alejándome un poco de ella.
—Así se consigue la verdadera euforia, o como crees que se consigue ¿Saltando en la cama?
Yo sentí una sensación extraña en mi cuerpo, quizás era la curiosidad la cual me estaba invadiendo, no sé porqué pero una parte de mi quería saber como se sentía, una parte de mi pensaba que probar un poco no me haría daño, una parte de mi quería experimentar, y una parte de mi sabía que iba a ser una decisión catastrófica, pero ¿Quién controla a un ser humano con una curiosidad intensa? Y como era de esperarse lo probé, y pues en ese momento comenzó mi locura, comenzó mi momento eufórico.
—Emily, ¿no tienes curiosidad?
No dije nada. Solo hice lo que ella me indicó, y esa fue la primera vez que dejé llevarme, o mejor dicho fue mi primer error.
Luego me desperté. Lo que me despertó fue el sonido de la llamada. No vi ni siquiera quien era o la hora.
—¿Quién habla? —dije media dormida.
—Soy yo.
Y tan solo al escuchar la voz, supe quien era. Vi la hora y eran las 3 de la madrugada.
—¿Por qué me llamas a estas horas? —dije.
—Estoy drogado —dijo—Estoy afuera de tu casa.
Su voz era como la recordaba, tan profunda.
—Lo siento. —dije.
Me había chocado con un chico. Era alto y tenia los ojos de color verde claro, también era pelinegro.
—No te preocupes. —me dijo él chico—. Me llamó Bron, ¿y Tú?
—Emily, un placer.
Comenzamos a hablar. Toda la noche la pasamos hablando, era divertido y un poco misterioso.
—Vete a tu casa. —dije acercándome con el celular en la mano a mi ventana. Y ahí estaba él.
—Después de verte me iré.
—No. Tienes que irte a tu casa… y descansar. Y tampoco voy a dejar que entres drogado a mi casa.
—Te extraño… quiero que vuelvas a mis brazos.
Le corté la llamada. Él seguía insistiendo, pero yo pusé en silencio mi celular. Bajé las escaleras despacio y con mucho cuidado y sin hacer tanto ruido le quité el seguro a la puerta, salí y juntando la puerta detrás mío. Me acerqué a Bron y lo empujé.
—¿Estás loco? —le dije en voz baja.
—Por ti si. —me dijo mirando mis labios.
—Debes irte. —le dije mirando a todos lados.
—Quiero dormir. —se estaba tambaleando un poco, así que tuve que agarrarlo, para que no se caiga.
—Debes irte a tu casa. Vamos, yo te llevó.
—Mi papá… —sabía lo que significaba—. ¿Me puedo quedar en tu casa?
—Vamos.
Entramos a mi casa, cualquier movimiento lo hice con mucho silencio y cuidado. Cuando llegamos a mi habitación le eche seguro. A Bron lo tiré en mi cama, y luego lo acomodé mejor. Cada uno durmió en un lado de la cama.
—La extraño… —me dijo.
—Yo también. —se ha que se refería.
Luego nos quedamos dormidos. Lo que me despertó en la mañana fue la alarma que puse. Eran las 5 de la madrugada. Lo comencé a mover.
—Levántate —le dije mientras cada vez lo movía más—. Ya debes irte.
—¿Qué hora es? —me dijo tapándose la cara con la almohada.
—Son las 5.
—¿De la tarde?
—De la mañana.
—Ay —dijo quejándose—. Luego me voy. Déjame dormir un poco más.
—Vete, antes que mi mamá se de cuenta.
—¿Está es la forma de botar a tu novio?
—¿Novio? —dije confundida— Yo no tengo novio.
—Nunca terminamos.
—En el momento que me dejaste de buscar y pasó todo eso, terminamos.
—Escuche que estabas en terapia y no quería arruinarlo.
—Pues lo estás arruinando ahora. —volteé los ojos— Que gran novio fuiste al alejarte y sin decir absolutamente nada.
—¿Ahora te vas a quejar? —me dijo.
—Solo quiero que te vayas de mi casa.
—Está bien.
Se puso sus zapatillas y levantó su trasero de mi cama. Nos dirigimos a la puerta con mucho silencio, cuando estaba afuera, antes de irse me dijo.
—Tenemos que hablar de muchas cosas. Y no sólo nosotros, sino todo el grupo.
—No sé. Aun tengo que pensar mu….
—Lo siento pero creo que ya hemos tenido mucho tiempo para pensar las cosas, y necesitamos hablar de muchas cosas.
Solo asentí. Luego me dirigí a mi cuarto, dormí un poco más.
Él tenía razón, ya había pasado un tiempo desde que todo eso pasó. Pero no sé porqué hablar de eso le revolvía el estómago. Tan solo pensar en cómo terminó todo esto la última vez.
Cuando desperté me bañé. me puse un vestido celeste. Me encantaba usar vestidos. Cuando bajé a la cocina, estaba ahí mi mamá.
—Buenos días. —dije.
Ella me besó la frente. Yo me senté en la mesa para tomar el desayuno, agarré una tostada y le puse mantequilla de maní.
—Quiero que hoy veas a Sarah. —me dijo mi mamá mientras tomaba su té.
—¿Hoy?
—¿Tienes planes?
—No.
—Entonces me gustaría que vuelvas a verla.
No dije nada.
—Emily —tomó un gran bocado de aire—. ¿Has tenido pesadillas de nuevo? —luego dio un gran suspiro, soltando todo el aire.
Seguía sin decir algo.
—Cariño —me agarro las mejillas—. Quiero que estes bien.
Solo asentí.
***
—¿Y me cuentas? Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos. —me dijo mi psicóloga.
—No ha pasado algo interesante en mi vida. —le dije.
—Yo se que soy tu psicóloga, ¿pero en mi alguna vez has encontrado una amiga?
Silencio.
—No se trata de solo sacar un diagnóstico. Quiero que no solo me veas como una psicóloga, y yo sé que poco a poco vamos a lograrlo.
Hablamos un par de cosas y luego me fui. Sinceramente no tenía mucho que decirle. Desde hace un par de años yo no puedo soltar las cosas así tan fácil, era complicado.