"Las palabras son, en mi nada humilde opinión, nuestra más inagotable fuente de magia."
— Albus Dumbledore, Harry Potter and the Deathly Hallows
Despertar en una habitación de hospital es una experiencia surrealista. La luz blanca y fría hiere mis ojos, obligándome a entrecerrarlos mientras intento recordar cómo llegué aquí. Una sensación de desorientación me envuelve, como si acabara de salir de un sueño profundo y confuso.
Mi mente, llena de fragmentos vagos, lucha por ensamblar la realidad. Escucho ecos lejanos, murmullos que se entrelazan con el sonido monótono de una máquina. ¿Qué ha pasado? La angustia se despliega en mi pecho, dándome la impresión de que el aire se vuelve más denso. La imagen de un diagnóstico se asoma a la superficie de mi memoria, aterradora y vívida: un tumor. Hereditario. Las palabras resuenan como un tambor en mi cabeza, y una ola de desesperación me ahoga.
¿Cómo he llegado a este punto? La vida, que ya había sido un laberinto de sufrimientos, parece haber decidido arrojarme aún más al abismo. Mi madre, la pérdida que siempre me ha acompañado, se convierte en un eco en mi mente. ¿Es este el destino que me ha preparado? Siento que el dolor de recordar su muerte se mezcla con la angustia de enfrentar mi propia lucha.
Una lágrima solitaria se escapa de mis ojos, pero me esfuerzo por retenerlas. No puedo permitirme caer en la desesperación, no ahora. Aún no sé qué me depara el futuro, pero sé que tengo que enfrentar esta nueva realidad. La lucha no ha terminado; apenas ha comenzado.
Mis ojos se ajustan a la luz del lugar y, en medio de la confusión, lo veo. Damon. Sus ojos verdes, penetrantes como cuchillas, se posan en mí con una seriedad que me hace desviar la mirada por un instante. Sin embargo, esa pequeña vacilación no dura. He pasado demasiado tiempo huyendo de mis miedos, y no puedo permitirme dar un paso atrás ahora.
—¿Qué haces aquí? —mi voz es firme, aunque un temblor imperceptible la atraviesa. No puedo darme el lujo de mostrar debilidad frente a él.
Damon arquea una ceja, su expresión es de burla. Me resulta repulsivo, pero no puedo permitirme sentirme pequeña. Este lugar, esta situación, no me va a vencer. Tengo que luchar.
—Te vi despertar, Bella. No puedo decir que no me alegra —responde, y su tono sugiere que se deleita en mi sufrimiento.
Las palabras me pinchan, pero no me detengo. Respiro hondo y lo enfrento. Ya no soy la niña ingenua que conoció. He atravesado tormentas que me han hecho más fuerte, y eso lo siente en el aire.
—No me llames así. No tienes derecho a usar mi nombre —declaro, mis ojos fijos en los suyos, desafiantes. No estoy dispuesta a permitir que me arrebate mi fuerza, no después de todo lo que he vivido.
Damon sonríe, pero en sus ojos hay un destello de sorpresa. Tal vez no esperaba que lo enfrentara con esta nueva determinación. He decidido que no seré una víctima más.
—Interesante —dice, como si estuviera evaluando un nuevo juego. —Veamos qué tan valiente eres, entonces.
La incertidumbre se arremolina en mi interior, pero esta vez no me dejaré arrastrar por ella. Estoy aquí, y no planeo dar un paso atrás. No puedo, no quiero.
Damon se acerca un poco más, y el aire en la habitación se vuelve más denso. Puedo sentir cómo su presencia intenta envolverme en una atmósfera de miedo y vulnerabilidad, pero estoy decidida a no dejarme atrapar.
—Es curioso verte aquí, Bella —comienza, su voz suave pero cargada de un tono que me eriza la piel—. Has pasado por tanto... tu madre, tu padre... ¿Qué tan lejos crees que puedes huir de esos recuerdos?
Mi corazón se acelera. Las palabras de Damon son dagas que se clavan directo en mis heridas. La muerte de mi madre, la traición de mi padre, son sombras que siempre me han perseguido. Pero esta vez no me dejaré llevar por la angustia.
—No necesito que me recuerdes lo que ya sé. Esos son capítulos cerrados —respondo, aunque mi voz tiembla un poco. Intento mantener la mirada en sus ojos, pero la verdad es que sus palabras resuenan demasiado en mi interior.
Damon sonríe con arrogancia, disfrutando claramente de mi incomodidad. Él sabe que está tocando mis puntos más débiles.
—Capítulos cerrados, ¿eh? —replica, inclinando la cabeza con un gesto de burla—. Pero, ¿realmente has cerrado esos capítulos? Tu madre murió en la miseria y tu padre... bueno, él nunca estuvo realmente presente, ¿verdad? Solo un fantasma en tu vida.
Siento que su voz es como un veneno que se filtra en mi mente, pero lucho contra el impulso de ceder a la desesperación. No le daré el poder de reabrir esas viejas heridas.
— Mi padre se llama Jhon Fernández y es el único padre que he tenido—digo, intentando que mi voz suene más firme de lo que me siento—. Respecto a lo demás, puedo vivir con mi pasado. Es lo que me ha hecho fuerte.
—¿Fuerte? —replica Damon, casi burlón—. Esa es una palabra que no me encaja contigo. Eres solo una niña perdida tratando de ser algo que no eres. No puedes escapar de lo que eres, Bella.
En su mirada hay un brillo que me dice que hay más detrás de sus palabras. Algo que está a punto de revelarse. Y, aunque tengo miedo de lo que pueda decir, no puedo dar marcha atrás.
—¿Qué quieres decir con eso? —pregunto, sintiendo que mi determinación tiembla pero me obligo a mantenerme firme.
—Solo estoy diciendo que las verdades suelen ser difíciles de afrontar —dice, su voz baja y casi seductora—. Especialmente cuando te das cuenta de que todo lo que creías saber... podría ser una gran mentira.
La inquietud crece en mi pecho. Siento que el aire se espesa a mi alrededor y, aunque quiero ignorar lo que dice, una parte de mí no puede evitar preguntarse qué más podría haber ocultado en su mente.
De repente, la puerta se abre con un chirrido que resuena en mi mente. Un hombre entra en la habitación, y mi pulso se detiene por un instante. Es Rick, mi padre. No puedo evitar que una ola de emociones me inunde: rabia, dolor, confusión.