Todo parecía ir de maravilla, pero sabía que mi felicidad duraría poco. Después de una semana, Carmen me llamó para vernos en las canchas de la escuela. Claramente, ya guardaba un profundo resentimiento y su encuentro solo resultó en burlas hacia mí.
-"Maldita, ¿crees que puedes tener amigos como nosotros? ¿Acaso no te basta con hablar con tus monstruos imaginarios?
- ¡Aléjate de Jeff, no mereces su atención!",
resonaban las palabras ofensivas a mi alrededor. Las compañeras de la escuela comenzaron a atacarme con insultos y blasfemias, que pronto se convirtieron en jaloneos y empujones, arrojándome basura y derramando refrescos que mancharon mi uniforme.
Ignorando a las chicas a mi alrededor, solo pude exclamar,
- "¿Dónde te habías metido?"
mientras el chico toro observaba la escena a lo lejos. Su rostro cambió, una sonrisa emergió y me hizo pensar que las chicas a mi lado estaban en peligro. El chico toro se desvaneció lentamente en la distancia, sumiendo el entorno en un silencio pesado y cargado de misterio.
Mi intento por detenerlo resultó en un movimiento brusco que empujó a las chicas a un lado, dejando un rastro de confusión y ansiedad en el aire. En un giro inesperado del destino, una foto llegó a mi teléfono: el chico toro, enigmático y silencioso, aparecía frente a un charco de agua, sus labios sellados en un gesto de enigmático silencio que resonaba en mi mente como un eco inquietante.
Una semana se deslizó lentamente desde aquel día lleno de incertidumbre y sombras, donde los eventos se volvían más difusos en la memoria colectiva. La calma aparente que se había instalado fue solo una fachada, eclipsada por la novedad avasalladora de una aplicación que transformaba la dinámica de la escuela en una danza de secretos y susurros.
De repente, el bullicio abrumador estalló en el aula, como un trueno que anuncia la tormenta, al percatarse de la ausencia ominosa de Jazmín. Carmen y su círculo de amigas, ahora reunidas en un abanico de emociones y acusaciones, dirigieron sus miradas acusadoras hacia mí, como si yo fuera la responsable de un enigma que escapaba a mi control. En sus manos, Carmen sostenía un dispositivo que revelaba una imagen inquietante, un eco visual de la presencia esquiva del chico toro.
Las imágenes captadas por el chico toro, con su peculiar forma de comunicarse a través de instantáneas distantes o mensajes siniestros trazados en sangre en las calles desiertas, cobraban vida en la mente de todos los presentes. A pesar de su mutismo y su elusiva naturaleza, su influencia se manifestaba en cada esquina, en cada sombra alargada que insinuaba su presencia invisible pero omnipresente.
Una notificación emergió en la pantalla del teléfono, revelando una nueva instantánea. En esta ocasión, era ella, de espaldas en el aula, mostrando su teléfono en una escena que emanaba un aura de peligro latente. Al girar la vista en dirección a la sombra que acechaba en el corredor, un escalofrío recorrió mi espina dorsal, mientras la oscuridad devoraba la figura misteriosa que se desvanecía en un susurro silencioso, dejando tras de sí un rastro de incertidumbre y temor en el aire cargado de suspense y misterio.
-"Yo no soy responsable de esa aplicación, ni de las decisiones que tomen. Lo que han hecho está mal, ustedes mismas se condenaron"
expresé mientras veía el terror crecer en sus miradas. Sin saber cómo había evolucionado tanto la situación, me retiré al baño, sin estar preparada para lo que sucedería a continuación. Una notificación en mi celular me mostró una foto de Jazmín atada y herida, con un mensaje escalofriante. ¿Realmente sería capaz de matar a quien se le cruzara en el camino? La incertidumbre y el miedo se apoderaban de mí mientras las sombras del corredor parecían cobrar vida propia, aumentando la tensión y el suspenso en el ambiente.
- “¿marta que pasa?”
Era ella, la chica, realmente se había atrevido a hablarme nuevamente. Lucía adorable con ese gorrito de orejas de gato hecho a crochet. Realmente estaba a salvo...
El día llegaba a su fin y Carmen, junto a sus amigas, me invitaron a su casa para trabajar en un proyecto en equipo. A regañadientes, accedí, sin tener otra opción. En el camino, recibían notificaciones de fotos que parecían haber sido tomadas por alguien en nuestras cercanías, aunque no veíamos a nadie cerca. Lo que inicialmente parecía un juego inofensivo se volvía cada vez más peligroso. A pesar de ello, logramos completar la tarea y cada una se retiró a su hogar, incapaces de permanecer en un solo lugar por más tiempo.
Finalmente, solo quedábamos Carmen y yo. Ella recibió lo que parecía ser su última notificación. La atmósfera se volvió tensa y sombría cuando abrió la foto, tomada desde su armario. En la imagen, se veía una figura borrosa y amenazante, lo que desencadenó el pánico en la habitación. De repente, un ruido sordo resonó en la casa, seguido de gritos desgarradores.
Sin dar tiempo a reaccionar Salí corriendo a mi casa sin mirar atrás, sin pensar que posiblemente ella podría morir, un escalofriante silencio invadió la calle, donde dirigiera la mirada solo veía sombras cubierta de miedo espere hasta el día siguiente y soñar… soñar en esa posible escena.
Que, al acercarme al armario, descubriera a Carmen, inerte en el suelo, con un mensaje macabro grabado en la madera. El miedo se apoderó de nosotros al comprender que lo que parecía un juego inocente se había convertido en una pesadilla mortal. La incertidumbre y el horror me envolvieron mientras intentábamos entender lo sucedido en aquella fatídica noche y despertar sudada en mi cama.
En la habitación escasamente iluminada, cada sombra, cada susurro, parecía cobrar vida propia, envolviendo la escena en un aura de misterio y terror. El acelerado latir de mi corazón resonaba en la quietud de la noche, mientras el enigma que rodeaba el origen de esa presencia malévola se cernía sobre nosotros como una sombra amenazante.