PV Will
Hoy iba a acabar con ese desgraciado, hoy era el día en que nos vengaría a los cinco. Iba a cobrarme las torturas a las que ese desgraciado había sometido a mi talismán, iba a torturarle hasta que pidiera clemencia por su boca y después iría derechito al infierno a pagar por sus pecados.
Me encontraba delante del espejo del vestidor acomodándome mi ropa. Llevaba un esmoquin negro totalmente, una camisa de manga corta con botones roja carmesí, una corbata negra y unos zapatos negros. Ese idiota no sabía que parte de los suyos se habían aliado a nosotros para salvar a Alex de sus sucias garras.
Al salir a mi habitación me encontré a la pequeña de ojos claros parada en la puerta de entrada. No había día que no preguntara por ella, no ha existido un solo día desde que ella se encuentra segura en esta casa que no haya hablado de su mama. Despacio me acerque hasta ella con cuidado de no asustarla. Pude darme cuenta que habían quedado muchos daños en ella en su corta vida y todos en la casa teníamos que hablar con delicadeza. Nos pudimos dar cuenta a los dos o tres días de llegar con nosotros que cualquier grito, aunque, no fuera por discutir, ella rompía a llorar asustada, se agachaba y se abrazaba a ella misma como si fuera un caparazón protector. Con paciencia habíamos conseguido que confiara en nosotros y que hablara tranquilamente con todos como si de un jilguerillo se tratase. Mi madre se había ganado a esta pequeñaja enseguida gracias a su pasión por la jardinería.
Vimos como la niña salía corriendo haciendo que su vestidito azul vailara a su paso por el pasillo dejándonos solos y logrando con esa acción que nos riéramos en voz alta. Justo cuando me levante y mi padre comenzó a hablar, la pequeña apareció de nuevo con los mofletes sonrosados.
Selene no dijo nada más, solo se puso de puntillas y beso mi mejilla, para acto seguido salir corriendo por el pasillo llamando a mi madre o como ella la llama yaya Kora. La niña era idéntica a Alex al igual que Alexi aunque esta última tenía los ojos grisáceos y la pequeña Selene tenía los ojos marrones como su madre a lo mejor un poco más oscuros.
Bajamos las escaleras de la mansión hasta el amplio garaje que teníamos y donde guardábamos todos los coches. En especial los coches blindados que no lo parecían. Mi hermano se encontraba delante del BMW SUV negro que reservábamos para ocasiones especiales como estas y hoy iba a ser la guinda del pastel.
Sabía perfectamente cuales eran sus motivos y sinceramente le entendía porque me encontraba casi en su misma situación. Nos subimos a los doce coches que habíamos elegido para misión con una idea clara. Acabar con ese desgraciado.
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Bajamos los tres del suv negro blindado al mismo tiempo que mis hombres bajaban de los otro once suv. Nuestros trajes eran antibalas y tan ligero que parecía que ibas desnudo por la calle. Mi primo Ailan es un genio a la hora de crear armamento y ropa para las misiones como la de hoy.
Al entrar mis ojos se perdieron en un lugar concreto de aquel lugar. Bajando las escaleras blancas de mármol blanco marfil, como si de una deidad se tratase con aquel vestido que en su cuerpo la hacía parecer una ninfa. La acompañaba Piero y una chiquilla rubia de ojos de color café que brillaban como destellos de sol. Algo en ese rostro angelical me recordaba a alguien pero no conseguía descifrar a quien me recordaba.