CAPÍTULO 14. LA CONTRADICTORIA VOZ DEL CORAZÓN.
No me dijo su nombre, era un secreto innombrable figuradamente.
La entrada a la morada de el Fauno en términos tajantes consistió de una experiencia corta por lo tanto cargarla, teniendo su cuerpo pegado al mío fue insuficiente.
Ya no era quien debía ser al momento de llegar a este plano.
Ese pequeño ser irritante con los ojos de un verde colorido de centelleantes manchas doradas cambio todo lo comprendido de la humanidad o al menos de ser criados por ellos.
Un voragine describió Moran así. No se le acercaba a la descripción.
Descubrí entre otras cosas que la confusión y la duda me embotan la mente insaciables.
Cuando el humano fue creado a la par lo fui yo, a nuestra especie la hacen en una forma mi alma nunca sufrio transformación alguna solo se materializaba dentro de un cuerpo en los planos. Ahora lo se. Para ese tiempo la mitad de los que fuimos creados no éramos conscientes de tener los sentidos para apreciarlo
Harītī la hermana de crianza se encargó de crear los lazos de familia entre nosotros, lidiaba a su manera con nuestros caracteres. Evocar aquello era nebuloso habían pasado varios ciclos de eso. Mi tarea llego segun lo planeado se me enseñó a trabajar en mis habilidades para ser desarrolladas.
Yo nunca quise bajar. El viento del este se manifestaba con corrientes poderosas pero no devastadoras para los pobladores y jamás herí a un ser vivo por encontrarme en cercanía.
A nosotros tres nos consideraron parte de los cardinales Anemoi.
Austros en su composición se empeñaba a cumplir sus deberes en muchos planos en diferentes planetas. Cuando el llegaba reinaba el caos, la escasez de alimentos. Al principio, el que sufria reiteradas veces por ello o al menos lo manifestaba fue Cefiros, el mitigaba la ardiente pasión de Austros, se batían en duelos duraderos y así proseguía en paz la tarea de Aquilón y la mía.
Mi eficacia siempre quedaba menguada por ellos. Lo acepte sin oposición.
Al paso de las continuas repeticiones de esos ciclos algo desfavorecío el alma pura de Cefiros. Ya no confrontaba a Austros por su devastador poder,, dejo de insuflar viento a los mundos.
Se nos convocó a una reunión El hermano Cefiros quedó electo para una misión en un planeta joven, se quedo a clumplirla y seguirla ahi.
Austros se descontrolo cada vez más sin el. Trataba de reñirme sin caer en sus provocaciones le evite con ahínco.
Nos enteramos por Uriel. El hermano Austros había asesinado a miles de especies desprotegidos en su tarea.
Yo enfureci ahora se que se llama asi esa emoción pero en ese fragmento de ciclo me senti debil únicamente. Se le dio indulto por omisión no por negligencia. Leí su mente y no cargaba ni un ápice de culpa o remordimiento.
A partir de ese acontecimiento mis poderes decayeron.
Estar en esta tierra no fue sencillo, me convencí que sería como Austros haría mi tarea y al asesinato de la niña seria indultada por omisión no por negligencia.
Mi alma huía de la mención al asesinato.
La creatura llevada en brazos quería vivir tan desesperadamente que me doblegue pero ahora seguía indeciso. Existieron tres soluciones las cuales fui desechando hasta quedarme con una sola.
La solución era vigilarla hasta el término de su vida, estaría inmiscuido con ella por cuanto durase su existencia nunca permitiría que fuese un peligro para nadie. Doscientos cincuenta años pasaría en la tierra si era hechicera. Era apenas un susurro en el tiempo de mi existir.
La lleve hasta la entrada del fauno la solté colocandola delicadamente sobre el piso.
Me sonrió un poco y su hoyuelo se marco un poco en la comisura de sus labios.
Quede aturullado por ese gesto gentil hacia mi, ella era demasiado tonta. Yo no entendia por que tenia esas actitudes agradables conmigo después de todo lo que le había hecho pasar.
Desvié la mirada y encontré la entrada.
-Eurus viento del este pido a vuestra discreción una audiencia con usted- pronuncie las palabras con delicadeza.
El fauno tenía su escondite en la parte inhóspita de este planeta en un desierto inhabitable.
Nos encontramos con un árbol verde y frondoso con cinco metros de largo plantado en la nada.
-¿Es aquí?- dijo con su voz ligera armoniosa y tenue.
En su inusual color de ojos encontre la curiosidad haciendole resplandecer. Examino el arbol de arriba a bajo.
-No te separes.
Me alarme de su lejanía en un terreno hostil.
La jare del brazo con casi nada de fuerza.
-¡Bien!- contestó con su boca fruncida.
No era mi intención pero siempre la hacía enojar.
El piso comenzó a temblar la arena a nuestro alrrededor se separo se vieron unas escaleras de arena abrirse paso por las raíces del árbol llevándonos a sus profundidades. Entre más profundo íbamos la temperatura disminuia.
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Editado: 29.09.2020