Jhoath.
–¡Mamá, ya he llegado! –grité cuando abrí la puerta, quitándome el abrigo y dejándolo en el recibidor, seguido de mis zapatos, para colocarme unas suaves pantuflas.
–Jhoath, no hay necesitad de gritar, estoy aquí –respondió mi mamá, saliendo de la cocina mientras secaba sus manos con una toalla.
–¿Haces la comida? –pregunté con sorpresa.
–Así es, quiero que sea un buen día para ti, dado que mañana me voy a trabajar.
–Gracias por eso, mamá –agradecí, besando su frente.
Soy más alta que mamá, al menos por unos cuantos centímetros que la dejaban debajo de mi barbilla, lo que me daba la oportunidad de besar su frente, gesto que le gustaba mucho que hiciera, por la sonrisa que suele darme.
–¿Cómo te fue hoy en la escuela? –preguntó, regresando a la cocina, mientras iba detrás de ella.
–Me fue bien, ningún problema en lo absoluto –respondí, sentándome en una silla del comedor.
–No te creo, tú siempre llegas con algún nuevo problema –aseguró, apuntándome con la cuchara de madera.
Me eche a reír ante su acción. No soy una chica que amé los problemas, pero tal parece que ellos no dejan de venir a mí, como si de un imán se tratará. No soy buena callando mi opinión y menos ante las injusticias, es como si sintiera que algo me quemará en el estómago, es una sensación bastante desagradable.
Creo que esa manía que tengo, la heredé de mis padres. Ambos son justos y correctos, siempre van por el buen camino, sin trampas, sin errores y sin malos sentimientos, son un amor de persona una vez que los conoces. Bueno, sólo a mamá, porque papá falleció hace algún tiempo.
Recuerdo que papá siempre decía, que yo parecía un ángel destinado a la protección. Tal vez por mi cara ligeramente aniñada sugirió eso, o porque saqué esa faceta protectora que él tenía, igual porque me molesta ver a alguien sufriendo, soy demasiado intensa cuando me pongo en modo defensora.
A veces siento esa ausencia de mi papá, pero al recordar que se fue haciendo lo que amaba, ese ardor en mi pecho se calma. Papá trabajaba como detective, fue el detective más recto de su jefatura, siempre ayudando al necesitado y llevando a la justicia al culpable.
Ninguno de los que atrapó lo mató, fue un simple accidente donde él salvo a una persona y perdió la vida. No sé cómo mamá podía soportar cada día, pensando que tal vez, ese podría ser el último día que viera a su esposo, pero apoyaba a mi papá al 100% en su profesión, eso es lo que considero amor verdadero, eso y lo que los libros me han enseñado de a poco.
A pesar de eso, él me enseño varias cosas importantes. Una de ellas, es defenderme y saber defender a los demás, me enseñó a pelear, me enseñó cada técnica de pelea que sabía, pero con una condición: Sólo usaría esas técnicas para defender a alguien, no para provocar pelea. He cumplido con esa promesa cada día, algo de lo que estoy orgullosa.
–¿Hiciste algún amigo? –preguntó mamá, interrumpiendo mis pensamientos.
–No, no tenía interés en socializar.
–Vamos Jho, todos necesitamos amigos.
–Tal vez tengas razón, pero ahora necesito comida, mamá.
Ella se rio, pero me conoce lo suficiente para saber que no quiero hablar del tema. Mi problema no es hacer amigos, mi problema radica en que ellos se desesperan de mi actitud, no soportan que sea tan sincera y justa, por lo que acaban abandonándome. Duele al principio, pero es mejor que tener amigos hipócritas.
Por ahora, mis tiempos libres los ocupó haciendo otras cosas más interesantes, cosas que me hacen sentir bien y que hago algo por alguien más. Me gusta ayudar a las personas a sentirse mejor consigo mismas, y creo que, de algún modo, lo estoy logrando, tal vez no de modo presencial, pero es una ayuda. Al recordar esto, recordé al chico que ayudé el día de hoy.
Jeon JungKook.
Lo admito, ese chico es lo suficientemente atractivo para ser el chico más deseado de la escuela, pero por lo que vi el día de hoy, popular no es su punto fuerte. Su timidez y docilidad es algo que lo hacen adorable, y al mismo tiempo, una víctima fácil para aquellos que sepan cómo aprovecharse.
Para mí, es algo loco que un chico con ese atractivo tenga una personalidad así, pero bien dicen que no podemos juzgar a un libro por su portada, así que sólo me queda esperar. Cuando lo vi ser casi atacado por esos idiotas, mi sangre hirvió, algo muy casual cuando presenciaba momentos iguales, por lo que salí a su rescate.
Aun no estoy segura de que fue lo que me hizo sonreír, si la manera en la que me contestó –una manera tan altanera y rebelde– o por esa mirada asombrada y molesta, el punto está, en que supe de inmediato que ese chico marcaba un comienzo nuevo en mi vida, no sé si bueno o malo, pero será divertido averiguarlo con el tiempo.
Comí con mamá, platicando de cosas banales pero que me hacían sentir bien, este tipo de momentos los apreciaba mucho. Mamá casi siempre esta fuera por su trabajo de supervisora en banco, y me alegra poder estar con ella ahora. Entiendo que tiene un trabajo que la hace ocuparse varias horas al día, así que no me pongo pesada, la entiendo y procuro que descanse cuando sea necesario.