My Ángel

Capitulo 12

El bullicio en el pasillo parecía no tener fin, creciendo con cada minuto que pasaba. Fabiola intentaba mantenerse concentrada en su cuaderno, pero las voces cada vez más cercanas eran imposibles de ignorar. A su lado, Jisso apenas disimulaba su curiosidad, levantándose ligeramente del asiento para tratar de espiar lo que ocurría afuera.

—Esto está poniéndose interesante —susurró Jisso con una sonrisa mientras regresaba a su lugar, aunque su mirada seguía fija en la puerta.

Antes de que Fabiola pudiera preguntar qué había visto, la puerta del aula se abrió de golpe. El sonido del murmullo colectivo se transformó en un silencio expectante, como si todos contuvieran la respiración al mismo tiempo.

Dos figuras masculinas cruzaron el umbral, atrayendo todas las miradas como si hubieran nacido para estar en el centro de atención. El primero de ellos, alto y de porte confiado, tenía una sonrisa ligeramente ladeada que parecía diseñada para cautivar. Su andar era seguro, casi desafiante, y no pasó desapercibido el modo en que varias de las chicas del aula se enderezaron en sus asientos, intentando captar su atención.

El segundo joven tenía una energía completamente distinta. Su postura era más rígida, su mirada más contenida, como si prefería evitar toda la atención que inevitablemente estaba recibiendo. Su cabello oscuro caía desordenado sobre su frente, enmarcando un rostro que parecía cargado de pensamientos demasiado pesados para alguien de su edad.

Fabiola no pudo evitar que su corazón se acelerara cuando, por un instante, los ojos de aquel chico se encontraron con los suyos. Fue algo rápido, un cruce de miradas tan fugaz que podría haberse convencido de que lo había imaginado. Pero la sensación de esa conexión, tan inesperada como intensa, permaneció con ella incluso después de que él apartara la vista.

El profesor se aclaró la garganta, devolviendo la atención al frente del aula.

—Bien, ellos son los nuevos estudiantes que se unen a nuestra clase. Por favor, tomen asiento.

Los dos chicos asintieron sin decir una palabra. El primero se movió con la misma confianza que lo había caracterizado al entrar, eligiendo un asiento en el centro de la sala, donde parecía disfrutar de ser el centro de todas las miradas. El segundo, sin embargo, optó por un lugar más discreto, cerca de una ventana, como si quisiera mantener cierta distancia del resto.

Jisso le dio un ligero codazo a Fabiola, interrumpiendo sus pensamientos.

—¿Qué te parece eso? Un día, y ya tenemos a dos misterios ambulantes en el salón —comentó en voz baja, sin quitarles la vista de encima.

Fabiola apenas pudo responder, incapaz de articular lo que sentía. Había algo en aquel segundo chico que la intrigaba, algo que no podía explicar. La forma en que se comportaba, como si cargara un peso invisible que lo separaba del resto, despertaba en ella una mezcla de curiosidad y empatía.

El ambiente en el aula no tardó en cambiar. Aunque el profesor continuó con la clase, estaba claro que la atención de la mayoría de los estudiantes seguía centrada en los recién llegados. Los murmullos y miradas furtivas eran constantes, y no pasaron desapercibidos para ninguno de ellos.

El primer chico parecía disfrutar del interés, lanzando sonrisas y gestos despreocupados hacia aquellos que lo miraban. Pero el segundo se mantuvo en completo silencio, mirando por la ventana con una expresión ausente, como si estuviera en cualquier lugar menos en ese salón.

La tensión era palpable, una especie de energía contenida que mantenía a todos en el borde de sus asientos. Y aunque Fabiola intentaba concentrarse en su cuaderno, una parte de ella sabía que este era solo el comienzo.




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