My Ángel

Capítulo 15

Desde ese momento, algo cambió en Taehyung. Cada vez que pasaba cerca de Fabiola o la miraba, sentía que había algo diferente, algo que solo había experimentado una vez antes, con esa niña misteriosa. ¿Quién era esa niña? Aún no se revelaba, pero pronto los secretos que todos ocultaban se desvelarían.

Las confusiones, los secretos y el destino que los esperaba marcarían sus vidas. Nadie sabía qué les depararía el futuro, pero lo único claro era que, aunque los caminos parecieran separados, algo los uniría.

—Mejor vámonos, Fabiola —dijo Jisso, tratando de aliviar el ambiente tenso que se había generado.

Ambas caminaron juntas hacia la salida, pero de repente Fabiola se detuvo.

—Cálmate, Jisso —dijo, tomando una respiración profunda.

—¿Cómo quieres que me calme si me golpeó? —respondió Jisso, visiblemente molesta por lo sucedido.

—Sí, ya sé, pero no guardemos rencor. Tenemos que perdonar a todos los que nos ofenden.

—Lo sé, pero esto fue demasiado, ¿no lo crees?

—Sí, tienes razón, pero todo está en las manos de Dios.

—Mira, tú resuelves tus problemas dejándolos en manos de Dios, pero yo los resuelvo a mi manera. Sé que apenas nos conocemos, pero no voy a permitir que nadie te haga daño, ¿entiendes?

Fabiola sabía que Jisso la conocía desde pequeña. Pero… ¿cómo? ¿Qué secretos compartían que ni ella misma entendía? Todos tenían algo que ocultar. Pero ¿quién lo sabría?

—Te voy a proteger cueste lo que cueste —prometió Jisso con determinación.

—Creo que estás exagerando todo.

—Bueno, ya me tengo que ir. Adiós.

—Adiós, Jisso, que el Señor te bendiga y te cuide.

—Bye, bye.

—Bye.

Ambas tomaron diferentes caminos hacia sus casas. Fabiola, al llegar a su hogar, exclamó:

—¡Mamá, ya llegué!

—¡Hola, nena! ¿Cómo te fue en tu primer día de clases? —respondió Sofía, su madre.

—Me fue muy bien, mamá. —Pensó para sí misma— No pensaba contarle lo sucedido en la universidad.

—¡Qué bien, hija! Ya ve a cambiarte para que vengas a comer.

—Ya, mamá.

Minutos después, Fabiola subió a su habitación para hacer las tareas.

—Voy a hacer las tareas, gracias, mami.

—Ok, nena, anda.

Pasaron las horas y finalmente terminó todo.

—¡Terminé, por fin! —dijo Fabiola con alivio.

Bajó de su habitación y, al llegar a la sala, no encontró a nadie. Llamó a su madre:

—¡Mamá!

Nadie respondió. Justo cuando el timbre sonó, se acercó a la puerta.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Fabiola, sorprendida al abrir la puerta.




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