Narrado: Victoria
Mi respiración es pausada, mis músculos están relajados y siento como todo mi cuerpo está suspendido en el aire, lo que quiere decir que por fin logré dormirme, pero el horrible ruido de una alarma me obliga a abrir los ojos y lo único que veo es oscuridad.
No de nuevo —pienso, con melancolía, cuando un rayo de luz aparece de la nada e ilumina una cama donde yace una pequeña versión de mí.
—¡Victoria! —inmediatamente reconozco la voz de mi abuela, Margaret, y siento una opresión en el pecho al verla en la puerta de la recamara junto a la versión pequeña de mi hermano, Tobías, y mis primos: Lorenza, Mateo, Ian y James. —Hay que ir al refugio están atacando la mansión –añade con premura y toda la habitación se ilumina.
—Abuela —murmuro cuando mis ojos empiezan humedecerse e intento envolverla en un abrazo, al igual que cuando era niña, pero mis brazos la atraviesan como si se tratara de un fantasma.
—No, tengo que ir a pelear junto a mis papás —dice la mini yo antes de levantarse de la cama y buscar debajo de la cama la espada de madera que mi papá Luis me regaló en mi cumpleaños pasado.
—Cuando seas grande lo podrás hacer, por los momentos deja que tus papás y los demás miembros de la manada se encarguen de pelear con los malos —responde mi viejita y un nudo se forma en mi garganta.
Debí hacerte caso ese día.
—¡YO QUIERO PELEAR AHORA! —gritó la pequeña rubia.
—Viki, entiende que somos muy pequeños para ir al campo de batalla —habló Tobías.
—Pero yo puedo ayudar a…
—Tú solo estorbarías –la interrumpió y la mini yo hizo un puchero.
Desde pequeño fuiste muy sensato —pienso al ver con adoración a mi hermano.
—Ahora debemos ir al refugio, mamá nos está esperando allí —añade cuando quiere tomar la mano su hermana, pero ésta se aleja.
—Yo no iré a esconderme como una cobarde —dictamina con un tono autoritario y me lamento mentalmente por haber sido tan terca.
—Si no te vienes con nosotros mamá se enojara. —Advirtió Tobías y esas palabras parecieron hacerla entrar en razón, pero yo sabía que eso no era así, puesto que esto ya pasó hace varios años atrás.
—Está bien iré al refugio —mintió y las primeras lágrimas, de muchas que caerían esta noche, salieron de mis ojos cuando los vi cruzar las puertas.
No quiero ir, no quiero pasar por esto otra vez —es lo que cruza por mi mente cuando mis piernas comenzaron a seguirlos, en contra de mi voluntad, como cada noche que tenía esta horrible pesadilla.
—Ya casi llegamos, niños, caminen más rápido —dijo una vez más mi querida Abuela. Todos apuraron el paso, menos la mini Victoria, que salió corriendo en dirección contraria al refugio.
—¡NO VAYAN DETRÁS DE ELLA! —grité cuando todos los niños la siguieron, como las polillas a la luz, pero nadie me oyó.
—¡NIÑOS, VUELVAN AQUÍ! —Chilló con horror Margaret al perderlos de vista.
—¡YO NO SOY UNA COBARDE! —fue la respuesta que le dio la mini yo.
¿Por qué tenía que heredar la terquedad de mi madre?, me pregunté mientras una vez más mis piernas no me obedecieron y los siguieron hasta que llegamos al pie de las escaleras donde él estaba, con sus ojos color miel enfocados directamente en la versión de mí de hace 13 años atrás.
—A ti te andaba buscando —habló con su gruesa voz y los vellos de mi piel se erizaron al volver a escucharlo.
—¡SUÉLTAME! —gritó la mini yo cuando ese desgraciado la tomó por el brazo.
En un intento por librarse de las garras de su captor comenzó a golpearlo y él esbozó una macabra sonrisa antes de enterrar sus afiladas uñas en la piel de la barbilla de la mini Victoria.
—¿Quién eres tú? —preguntó Tobías, con temor, mientras intentaba ocultar con su cuerpo a los más pequeños, Ian y James.
Los ojos de ese demonio se posaron en mi hermano y se volvieron color sangre.
—Soy un vampiro —admitió con orgullo y mi ira se desató.
Maldito vampiro. —Mis manos empiezan a temblar de la impotencia y la frustración, ya que no puedo hacer nada para ayudarlos a escapar de las manos de ese asqueroso ser.
—¡Suelta a la princesa en este instante! —la voz de Margaret suena fuerte y claro detrás de mí.
—Y si no quiero ¿qué me vas a hacer, vieja decrepita? —inquirió con superioridad.
—Te mataré con mis propias manos —ante la amenaza de mi abuela el vampiro lo que hizo fue reírse.
—Escúchame, pequeña rata —obligó a la mini yo a mirarlo a los ojos. —Tú eres la culpable de todo lo que sucederá esta noche, sino hubieses nacido nada de esto habría pasado.
—¡NOOO! –un grito desgarrador sale de mi garganta cuando él suelta a la niña y desgarra el cuello de mi abuela, dejando caer su cuerpo sin vida al piso, para que el líquido color carmín que emana de él se esparza hasta los pies de mis primos de sangre.
En ese momento quise mandarlo al infierno donde había salido pero recordé que sería inútil, porque aquí sólo soy una simple espectadora.
—Abuela… –murmuró Tobías con los ojos llenos de lágrimas mientras Lorenza y Matteo abrazaban a los gemelos que lloraban desconsolados por haber presenciado ese grotesco momento.
Margaret había sido la nana de mi papá y mi tío Iván, pero tanto para mí como para mis primos era mucho más que eso. Ella era nuestra abuela, la mujer que nos consentía con galletas, nos daba un beso cada noche antes de dormir y por eso verla morir de semejante manara nos causó un gran impacto a todos.