—A... ¿A qué se refiere? —Mis manos están temblorosas y transpiran en exceso —Mi atención vira a mi madre quien se encuentra sentada a mi lado.
—Tu padre ha estado un poco... —Duda un segundo—Estresado estos últimos días y le suplique que pensara seriamente en la posibilidad de declinar el trono —Sus palabras me dejan helado ¿Declinar el trono? Acaso tiene pensado convertirme en... ¡¿Rey?!
—P-pero su Majestad es un b-buen hombre cómo para dejar el trono, madre —No creí que mi momento de tomar el reino llegara tan rápido. ¡No estoy preparado!
—No se preocupe Alteza —Aquella mujer de avanzada edad me toma desprevenido y sujeta fuertemente mis manos —Esto será beneficioso para usted.
—¡¿Qué es lo que tiene pensado hacer?! —Quiero soltar su agarre pero ella es más fuerte de lo que aparenta.
La veo cerrar sus ojos y elevar un poco su cabeza al cielo, acto seguido las velas a nuestro alrededor comienzan a parpadear repentinamente.
No me siento bien, realmente tengo ganas de salir huyendo de aquí. Es aterrador y espantoso, pero mi madre está atenta a la mujer, quien dramáticamente cambia de posición y abre sus orbes viendo a la nada.
—¡Es él! —Su grito me espanta y hace que de un brinco en mi lugar —¡Alteza! ¡No debe moverse! ¡Está justo al otro lado! ¡Protejan al Rey! ¡El príncipe! ¡Muevan a la guardia real! ¡La Reina está en peligro! ¡Vayan tras él! ¡Alteza! ¡Alteza! ¡¡Alteza!! —La anciana por fin suelta mis manos y cae rendida sobre la mesa.
Un escalofrío recorre mi espalda al escuchar eso último y siento el temblor expandirse a mi alrededor.
La mujer se levanta poco a poco y fija su mirada en la mía —Está en peligro Alteza. Esto es peor de lo que imagine —Parece que ha envejecido en cuestión de minutos: sus arrugas se han pronunciado aún más, su cabello lo noto opaco y definitivamente su voz es más aguda.
—¿Qué podemos hacer, gran maestra? —Mi madre, con sus ojos abiertos como platos, se dirige a la chamana —¿Existe alguna forma de evitarlo?
La anciana niega lentamente mientras esparce sobre la mesa un puñado de arroz —El destino ya está escrito, mi reina —Mueve los granos y señala a un montículo pequeño —No falta mucho para que suceda —Escucho a mi madre sollozar en silencio —Sin embargo, hay algo que solo yo puedo intentar.
Aún sin saber a ciencia cierta qué rayos está sucediendo, la mujer comienza a verter varios tipos de hierbas y semillas en un platón grande y con una piedra los machaca. Sé que está diciendo algo ya que sus labios se mueven con rapidez, pero no logro comprender palabra alguna. El contenido se vuelve una masa homogénea de color negruzco. Es extremadamente repugnante desde mi perspectiva.
Y cuando creo que ya nada puede sorprenderme, desenvaina una pequeña daga que a simple vista se nota sumamente filosa. Veo cerca mi fin cuando nuevamente vuelve a tomar mi mano y corta hábilmente mi palma.
—¡Oiga, eso dolió! —La aprieta y deja caer un par de gotas sobre el platón, haciendo que aquella masa la absorba. Cuando afloja su agarre me alejo lo más que puedo de ella.
Aclara su garganta y habla ahora en voz alta.
"El universo y las deidades me han otorgado el don para ayudar, sanar y proteger a la humanidad. La promesa de esta chamana perdurará el tiempo necesario hasta el retorno de su Alteza. Así tenga que jurarlo sobre mis generaciones venideras. La vida del príncipe estará bien en nuestras manos y será la prioridad sobre todas las circunstancias"
Ahora ella se corta su palma y deja caer su sangre sobre la mía. Sorprendentemente, la masa deja de ser de color negro para volverse... ¿Azul? Refriego mis ojos cuando creo que me están engañando pero la sigo viendo igual. ¡Por el amor de buda, creo que estoy teniendo alucinaciones!
La ahjumma toma un poco de aquella cosa azul y con gran agilidad se acerca lo suficiente a mí para introducirlo en mi boca. Quiero escupirlo pero su mano evita que lo logre y no puedo más que tragarlo. El sabor amargo y un poco salado queda impregnado en mi boca. Ella hace lo mismo con el resto de mezcla.
—¿Está hecho, maestra? —Mi madre apenas y puede hablar debido a la impresión.
—Sí mi reina, está hecho.
La señora que se hace llamar mi madre deposita un saco lleno de monedas sobre la mesa pero la mujer niega fervientemente —Sabe que no recibo pago alguno. Mi don no lo uso para obtener ningún beneficio.
Dejando la delicadeza de lado, salgo de aquella casa trastabillando. Mi mano sangra, mi cabeza me duele a punto de explotar y estoy sudoroso.
—¿Se encuentra bien? —Jin me sostiene antes de que caiga de bruces sobre la tierra seca de la montaña.
—¡Sácame de aquí! —Mis palabras suenan más a súplica que a una orden; sin embargo, mi poderoso y genial guardia me coloca a su espalda en cuanto nota que las dos mujeres salen tranquilamente de la casa.
—Entonces, ¿Realmente no puede decirnos quien nos causará tanto daño? —Desenfoco mi vista en cuanto escucho eso.
—No puedo intervenir directamente con lo predestinado y eso significa no mencionar más de lo que no debo —La anciana agacha la cabeza y niega lentamente —El destino es un caprichoso y no le gusta que jueguen con él. Las desgracias aquejaran sobre aquellos que osen desafiarlo.
—¿Eso no le traerá problemas a usted?
—He vivido noventa y tres años, su Majestad. A esta edad no hay mucho que me sorprenda o me dé miedo. Las deidades me protegen para continuar haciendo mi labor.
Ambas se sonríen y por fin se despiden para tomar así cada una su camino.
Me acerco a mi palanquín para alejarme de una vez por todas de aquí, cuando una mano huesuda me hala.
—Hay algo que debe tener presente en todo momento —Los ojos de la pequeña mujer son dos lagunas oscuras, tan siniestras y perturbadoras que no puedo apartar mi vista —"La promesa de una chamana es inquebrantable, Alteza; pero nunca olvide sus responsabilidades. Ellas lo traerán de regreso"