My rommate is... a boy!

Capítulo cuatro

Los juegos habían terminado, y como cada año, había perdido. En la tarima se encontraban los tres equipos ganadores, y entre ellos estaba Sydney, quien no podía creer que en verdad hubiera logrado ganar el primer lugar, después de todo los miembros de su grupo no se veían para nada atléticos. A mi lado, Vick aplaudía con orgullo, estaba haciendo demasiado ruido, como cuando un padre se enorgullece de su hijo; sacudía sus brazos en el aire y exclamaba, con entusiasmo:

–¡Esa de ahí es mi chica!

En dos ocasiones la señorita Sherwood tuvo que venir a callarla, pues distraía a los demás alumnos, quienes nos miraban con curiosidad, burla, e incluso cierta molestia, yo sólo me encogía a un lado de ella, sin dejar de aplaudir y sonreír por lo apenada y contenta que me sentía por mi amiga.

Había sido culpa de April y Daniel que no lográramos ganar. El último concurso era lo que necesitábamos para dejar de estar empatados no sólo con Kyle, sino con el resto de los grupos que quedaban en la última ronda. Era una carrera de piernas atadas, y el compañero de la chica había sido Daniel, y ellos no se toleraban en absoluto, a decir verdad, ¿quién podía soportar a April?, la mitad de su recorrido se la pasaron discutiendo, desde donde estaba podía ver como empezaron a reclamarse cosas el uno al otro, hasta que la chica se molestó, y decidió no avanzar, y por más que él le insistía, ella se plantó en medio de la pista, reacia a hacerle caso. Quedamos en último lugar, y a pesar de que la competencia había terminado April se negaba a moverse, la señorita Sherwood tuvo que ir por ella, desatarlos y fue cuando logró que la chica se alejara, molesta e indignada del lugar.

Estaba feliz por Sydney, pero yo en verdad quería estar ahí arriba, recibir una medalla, un ramo de flores, la gloria y la atención. La directora dio su discurso, el evento finalizó y cada uno de nosotros pudo disponer de su tarde. Aún era demasiado temprano como para que la fiesta se llevase a cabo, así que aprovechamos para ir a la casa de las chicas a descansar.

–No puedo creer que haya ganado. Mi equipo era el más lento de todos.

–Por eso el refrán dice: «Lento, pero seguro»–señaló Vick–. De todas formas, nosotros no teníamos oportunidades de ganar–se lamentó la chica.

–¿Qué quieres decir? –pregunté–. Tenías al idiota de Kyle en tu equipo.

Ambas chicas voltearon a verme, Vick con una ceja alzada y Sydney algo asombrada por la forma en cómo me había dirigido a su compañero, a quien apenas conocía.

–Él no estuvo en la última carrera–bufó, molesta después de unos segundos. Regresó la vista al frente.

–¿Qué?

¿Cómo que no estuvo ahí? Yo recuerdo… Intenté hacer memoria, pero la verdad era que había estado demasiado centrada en la discusión que mantenían Daniel y April en la pista como para fijarme en los demás concursantes.

–Después de la pista de obstáculos se desapareció, intenté preguntarle al señor Endler donde demonios se había metido el capitán de mi equipo, pero se negó a responderme, y decidió dejarme a mí, de último minuto, toda la responsabilidad. Intenté escoger a las personas que iban a competir en la última ronda, pero ya nadie quería, pues habíamos acordado que serían Kyle y otra chica que no recuerdo su nombre. Así que tuve que mandar al imbécil de Dylan. –Vick se cruzó de brazos y comenzó a lanzar insultos en voz baja al chico que había corrido, haciendo énfasis en lo realmente lento y torpe que era al caminar, mientras su novia intentaba consolarla, dándole el ramo de flores y la medalla que ella había ganado. 

¿En dónde se había metido?, ¿se había escabullido con alguien más?, y si era así, ¿a mí que demonios me importaba? Pero y ¿si se había sentido mal por el golpe que le había dado? Después de todo yo todavía sentía como mi cabeza palpitaba y el bulto en la frente crecía conforme pasaban los segundos.

Habíamos llegado a la puerta de la casa de Vick, pero yo seguí caminado, sumida en mis pensamientos, hasta que Sydney me llamó.

–Kass, ¿a dónde vas?

–Tengo que revisar algo.

–¿Qué? –preguntó Vick–. Ahí no hay nada interesante. Van, ordenaremos pizza.

–Ahorita voy.

Y a pesar de sus protestas seguí caminando. Pero cuando llegué a la puerta y saqué las llaves me detuve, ¿por qué demonios me encuentro aquí?, sí, me seguía sintiendo culpable del golpe que le había dado, después de todo, se le había formado un pequeño chichón en la frente que cuando Syndey se lo tocó él cerró los ojos y se tragó un quejido. Y, ¿eso qué me importaba? Había golpeado a otras personas en mi vida y jamás les había perdido perdón más de una vez o me había sentido así, pero me sentía realmente mal por aquello. Ya ni siquiera experimenté esto cuando le dejé caer una tabla en el pie a mi hermano aquella ocasión mientras intentaba ayudarlo con su proyecto de carpintería cuando él iba en preparatoria.

«Debo de ser una buena compañera de habitación y preocuparme por él. Estoy segura de que haría lo mismo por mí». Introduje la llave y abrí, pero dudé. «Esto podría mal interpretarse». Adentro no había nadie, ni un solo ruido. «Tal vez ni siquiera está en casa. Quizá sí se escabulló con alguien yo preocupándome por él». Un golpe sordo se escuchó arriba y después unas pisadas. Me adentré en la casa y cerré con cuidado. «¿He dicho que me preocupé por él?». Subí las escaleras, esperando escuchar otro ruido, una exclamación o algo, pero nada. «Mierda, ¿y si está con alguien?». Habíamos quedado, en el reglamento, que no podía haber ni chicas ni chicos dentro de nuestras habitaciones, pero ¿qué tanto me podía fiar de que Kyle cumpliera?




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