My rommate is... a boy!

Capítulo nueve

 –No olvides mandarme una foto–me pidió mi madre al otro lado de la línea–. De todas, quisiera verla a las cuatro juntas.

–¿Las cuatro? –pregunté mientras guardaba mi maquillaje dentro la mochila.

Hoy era sábado y dentro del calendario social del Colegio de Artes de California se encontraba apartado el resto de la tarde para el baile de bienvenida. Desde un día antes se podía notar aquel aire festivo en la escuela, los pasillos estaban siendo enfundados en guirnaldas con los colores académicos: amarillo, plateado y azul, globos y grandes carteles que anunciaban el evento del finde, eran cartelones de gran tamaño, que nos indicaban el lugar y día de la cita, con el fondo de la pintura de la noche estrelladas de van Gogh y la silueta de una pareja bailando. Espero que el donativo que habíamos hecho valiera la pena con la decoración y no nos dieran el mismo intento escueto de siempre. 

Sí, Vicotria, Sydeney, Ellie y tú–aclaró mi madre del otro lado de la línea.

–Ah, claro, sí.

«Dile, ¡dile! Aun estás a tiempo, antes de que sea demasiado tarde y comiences a arrepentirte de tu existencia». Exigió a gritos mi conciencia.

Sé que te verás hermosa, mi princesa. Cuanto desearía estar ahí para poder ayudarte a arreglarte. Aun recuerdo tu primer baile, cuando llegaste de la escuela emocionada por tu primer baile de secundaria–sabía que mi madre estaba sonriendo del otro lado de línea mientras atesoraba el pasado.

«Sí madre, mi primer baile que fue en realidad un infierno». Para una niña de doce años, que tiene ilusiones, y se cree ciegamente enamorada de la falsa idea de las fiestas que ofrece la escuela, era claro que llegué con expectativas muy altas, las cuales terminaron por el suelo. Ustedes saben que era pésima socializando, y aquella noche no fue la excepción, estuve arrinconada, tomando ponche, viendo a los demás bailar, platicar y disfrutar, mientras yo me hundía en la amargura, pero me había negado a llamar a mi madre, pues ella, al igual que yo, había estado emocionada por la idea que todo ello irradiaba, que no me sentí capaz de decirle que aquello estaba siendo en realidad una pesadilla.

–Deja el pasado atrás, mamá.

A veces es bueno recordar, hija, te ayuda a reflexionar sobre como has llegado hasta donde estás.

Y yo en verdad no sabía cómo demonios había llegado tan lejos. Lo único que me gustaba recordar eran los momentos felices, los fáciles, los demás prefería dejarlos encerrados en un cajón, y sacarlos de vez en cuando, en aquellas ocasiones en donde sentía que todo me estaba superando y explotaba, y yo no podía hacer nada para dejarlos encerrados de nuevo.

–Prometo mandarte fotos. Ahora debo irme, aun hay un par de cosas que debo de hacer antes del baile. Te quiero mamá, no vemos pronto.

Yo también te quiero mi pequeña–después me mandó un beso sonoro a través de auricular, a lo que yo tuve que alejar un poco el oído del aparato.

–¡Mamá! –me reí un poco.

Terminé de preparar la mochila que llevaría a la casa de Vick, que era donde íbamos a arreglarnos, según ella, para no molestar a Kyle con nuestro parloteo de chicas, aunque la verdad sé que ninguna de nosotras nos sentíamos cómodas andando por ahí con pijama o ropa interior mientras ayudábamos a la otra enfundándose en su vestido o arreglándola. Mi vestido se encontraba dentro del la funda que me habían dado cuando lo compré, acomodado sobre mi cama, de tal forma que no se arrugara. Estaba realmente emocionada por la prenda que había comprado, tanto mi madre como las chicas no dejaban de repetirme que arrasaría esta noche en el baile, aunque mi progenitora no dejaba de insistir también que era una pena que nadie me hubiera invitado. La realidad era que no me importaba, en los otros dos bailes a los que he ido, siempre he estado con las chicas, y aunque si llegó a bailar una que otra pieza con alguien más, nunca me he visto en la necesidad de ir con alguien más –aquello es otra forma de decir que nadie ha mostrado el más mínimo interés en invitarme– y eso está bien, no necesitaba de alguien para divertirme esta noche.

–Vestido, maquillaje, plancha, rizadora, accesorios, zapatos, ¿qué más me falta? –pregunté, mientras colocaba mis manos sobre mi cadera–. ¡Claro!, comida, ¿cómo es que pude olvidarla?

No era una verdadera reunión de chicas si no había patatas fritas, gomitas y refresco, aunque sé que Vick preferiría algo más fuerte, pero dudo mucho que en el 7eleven quieran venderme un six de cervezas.

Tomé mi cartera y bajé corriendo las escaleras, en realidad andaba saltando en ellas, ya que las bajaba de dos en dos. En la sala se encontraba Kyle, con la mirada fija en el televisor, no era necesario que preguntara que estaba viendo, la voz del comentarista deportivo llegó a mis oídos. Claro, era fin de semana, día de futbol americano, carne en el asador y pasarla con tus colegas. Aunque él estaba solo y muy concentrado en lo que sucedía en la pantalla.

–¿A dónde vas? –preguntó sin despegar los ojos de la tele.

Alcé una ceja, incrédula por su actitud.  

–A la tienda, ¿por? –intenté no enfadarme. Era demasiado temprano y había riesgo de sufrir agruras.

–¿Podrías traerme algo? –abrí la boca para rebatir, pero él se adelantó–. Recuerda, la apuesta–volvió a sonreír sin despegar la mirada de la pantalla.




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