Nina Génova
Me observo detenidamente en el espejo gigante que tengo pegado en la pared de mi habitación, y me rehúso vilmente en salir a la calle con lo que llevo puesto. Maldigo en silencio al responsable de mi incomodidad.
--¿Nina? –suena la puerta de mi habitación –¿ésta despierta ya? –escucho la voz de mi adorable madre.
--Sii –hablo por lo bajo a la espera de que mi madre me haya escuchado mientras sigo observando mi reflejo en el espejo, y es que la verdad no estoy para nada acostumbrada a verme vestida de esa forma.
--¡¡Ninaaa!! –vuelve a llamar y con eso el repiqueo de la puerta suena más fuerte –espero que ya estés despierta o te iras sin desayunar –avisa.
¡Oh no! madre, con la comida no se meta.
--Recuerda que Theo te viene a ver y él es siempre puntual –termina de decir eso y escucho como poco a poco los pasos se va alejando de la puerta de la habitación.
Salgo por completo de mi ensoñamiento al momento que escucho el nombre de Theo, y es cierto lo que dice mi madre, Theo es siempre puntual en venirme a ver y lo peor no le gusta llegar tarde a la universidad solo que esta vez tendrá que aguantarse ya que por culpa de él estoy en este lió, aunque pensándolo bien quien me manda apostar sabiendo que tengo la mala suerte de no ganar en apuesta con ese individuo que dice ser mi mejor amigo.
Y si, Theo es mi mejor amigo, cómplices de todas mis cosas buena o mala que hago, es buen estudiante igual que yo, aunque es difícil de creer ya que nuestros comportamientos no dan de muy bien que hablar. Padres millonarios, aunque no lo aparenta ya que le gusta ser humilde. Cabello castaño, alto, fornido, carismático y con unos enormes ojos verde. Tiene pinta de galán de novela si soy sincera, pero lo veo como mi hermano del alma ya que es unas de las personas que más me conoce y sumándole que llevamos diez años de amistad.
Respiro pesadamente y me miro por última vez en el gigantesco espejo que tengo en la habitación y maldigo mentalmente por segunda vez del día a Theo por hacerme usar esa ropa incomoda que llevo puesta.
Decido bajar a desayunar antes de que sea demasiado tarde, agarro mis pertenencias, pero no sin antes asegurarme que tenga una muda de ropa (cómoda eso sí) guardado en mi mochila y no me queda de más remedio que bajar.
Llego al comedor y me acercó silenciosamente dónde se encuentra sentado mi padre.
--Buenos días mi viejito –le susurro en son de broma mientras le doy un beso en la mejilla y lo abrazo.
--¡Nina! –me reprende mi padre –ya te he dicho que no me digas así –dejo de abrazarlo y me dirijo a una de las sillas de la mesa para sentarme mientras una sonrisa está en mis labios.
--Lo siento papá, pero me da risa tu reacción –me comienzo a reír por el recuerdo de lo ocurrido minutos antes. Y es que ya se me ha vuelto una costumbre molestar a mi padre de esa manera –¿Y mamá? –pregunto al no verla en ninguna parte.
--Está despertando a Fabiola –contesta mi padre mientras continua su concentrada lectura en el periódico.
Uhm, eso se ve un poco difícil, Fabiola es una dormilona de lo peor.
--¡NINAAA! –nuevamente escucho el llamado de mi madre o mejor dicho grito –Theo ya está en la puerta –
¡Oh no!
Porque mi madre no puede ser una mujer civilizada, nada le cuesta venir hasta donde estoy y avisarme civilizadamente que Theo ya está esperándome en la puerta. Pero no, la señora le gusta estar gritando como loca en esta casa.
--¡ESTOY EN EL COMEDOR MAMÁ! –grito.
Y hablando de persona civilizadas.
Mi mamá no tarda mucho en aparecer por la entrada, esta tan bella como siempre y como no si está pasando la edad de cuarenta y cuatro años, pero la apariencia de ella dice lo contrario, mi mamá es bella y lo afirmo muchas veces, supongo que de ahí sale los buenos genes que tengo y el egocentrismo que también poseo.
¡Oh sí!
--Nina son las seis de la mañana, se te va hacer tarde para la universidad –me regaña mi madre. Esta mujer solo vive regañándome, hago un puchero intencionalmente –y no me mires así que sabes que es verdad –contrataca Jessica.
--Nina son las seis, apúrate –grita Theo para luego aparecer en la entrada del comedor con una sonrisa de maldad.
--Lo que me faltaba—gruño despacio a ver la sonrisa de ese individuo.
--¡Nina! –me regaña mi madre que parece que me ha escuchado mientras hace algunas cosas en la cocina.
Hoy todos están contra mí.
Miro molesta a Theo y comprendo sus intenciones a decir la hora, oh no, yo no me voy sin desayunar, el desayuno es una de las comidas más importante del día señores.
--Oye mi meloncito –no puede ser, creí que mi padre se le había olvidado en decirme así –¿Cómo así... --
--Papá no me digas así –interrumpo la pregunta antes de que la termine.
¡¡No soy fruta!!
--Meloncito, eres mi hija y te digo como más me guste— sonríe burlescamente sabiendo que no me gusta ese apodo que me tiene.
-Touché- dice una vocecita en mi mente.
Punto para papá y cero para Nina.
--¡¿Y Fabiola mamá?!—pregunto para cambiar de conversación eh ignorar a mi padre para que no me haga pregunta sobre mi vestimenta (yo sé que lo iba hacer por eso lo interrumpí) además no quiero que se entere de la apuesta que hice con Theo y en lo cual perdí, por ese motivo estoy vestida con algo inusual que pocas veces uso.
Una cosa más agrego antes de que se me olvide, el apodo de Fabiola es zanahoria, mi padre esta traumado con poner sobrenombre a sus hijos en forma de fruta o vegetal (y digo hijos porque somos tres en total y no dos como pensáis solo que el otro hijo no ha dejado abandonados) y volviendo a lo que estaba contando según mi padre los apodos es una muestra de cariño y también que son originales porque hoy en pleno siglo veintiuno ningún padre apoda de forma de vegetales o frutas a sus hijos, y según mi opinión es una muestra de lo raro que es mi familia o más dicho mi padre, yo soy la única normal en esta familia.