—¿Quién es el rey? —preguntó Phoebe, la chica del pelo negro. Mae levantó la mano.
—Bien, tres tiene que preparar una bebida de cualquier cosa y siete está obligado a beber —aliviada, exhalé. Amelia es tres y Raúl siete. Amelia le sonrió malévolamente y se levantó de su sitio. Después de unos minutos volvió con un vaso entre las manos, el líquido era marrón y olía raro. Se lo dio a Raúl quién cerró los ojos y se lo tragó todo. Cuando acabó, puso la mano sobre su boca como si fuera a vomitar.
—¡Joder, Amelia! —siseó con disgusto. Nos reímos todos.
—Cinco y Uno esta noche tienen la cama doble para dormir… Bueno, no hay suficientes colchas, así que tienen que dormir de dos en dos igualmente. —dijo Ryan subiendo y bajando las cejas, Yo era el número 5... Miré a todos a la espera de que alguien levantara la mano.
—¡Oh, vamos, Ryan! —gemí cuando me di cuenta de que era William quién había levantado cuidadosamente su mano.
—¿No me puedo cambiar? No quiero —dije, Ryan sacudió la cabeza.
—No. Cuando me despierte espero encontrar a esas dos personas en la cama, mañana… De lo contrario existe el castigo —Por lo tanto, ¿esto significaba que podía cambiar?
Miré a Natalie con esperanza, pero ella volvió la cabeza inmediatamente. ¿Por qué está siendo tan mala conmigo? ¿Por qué Will no decía nada al respecto? Ugh, como lo odio. Y esto es muy incómodo por lo que había dicho en la fiesta.
Jugamos unas cuantas rondas más hasta que todos se fueron a dormir. Nadie tenía pijama y yo obviamente no iba a dormir con este vestido, así que Ryan nos dejó a todos una camiseta y pantalones chándal —eran grandes, pero eso era lo que había—. La peor parte es dormir. No es la primera vez, ya he dormido una vez con él en la misma cama… ¿Entonces, por qué tantos nervios? Bueno, la diferencia es que antes estaba borracha y ahora casi estoy sobria.
Fui hacia la habitación, pero la persona que estaba sentada allí no era William… —¿Mae? —pregunté, confundida. Entré en la habitación.
—Sí… Hemos intercambiado. Will ha preferido dormir en el suelo. Mañana tendremos que levantarnos muy temprano para que Ryan no se entere —asentí y me senté.
¿No debería estar feliz por esto? Pero en cambio, sentí una puñalada en el corazón. Simplemente, no me entiendo. Me acosté con los ojos vidriosos. Por suerte Mae ya se había dado la vuelta.
Está bien, no tengo porque ponerme así. No pasa nada si él prefiere dormir en el suelo y no conmigo. Yo no tengo nada que ver con William.
Me despertó un murmullo. Fingí que estaba dormida y miré a Mae quién estaba hablando con Will ¿Qué hora es?
—En el instituto todos piensan que estás con alguien. Pero no hay gran drama —oí que decía Mae a Will. Mae salió de la habitación cerrando la puerta detrás de sí.
Sentí un como el colchón se hundí al otro lado de la cama, a mis espaldas. Era Will. Me moví más hacia el borde. De repente, la manta se apartó. Hasta en el verano lo necesito, sin manta no puedo dormir. Cogí con fuerza lo poco que quedaba de mi lado. ¿Por qué él tiene que coger la manta ahora? Otra vez tiró la manta hacia él, y mi paciencia estaba llegando a su final.
—Basta —dije entre dientes y le arrebaté la manta por completo de sus manos.
Will comenzó a reírse. —Ya sé que estas despierta. ¿Y cómo es eso? —dijo mientras ponía bien la manta y se tumbaba.
—Tu charla me ha despertado.
—Sí, ahora duerme tranquila.
Cerré los ojos. En la habitación reinaba el silencio, solo se escuchaban nuestras respiraciones, todo estaba muy tranquilo. Pero esa tranquilidad no duró mucho porque sentí como unos brazos se cerraban a mi alrededor.
—Ya vale —dije esta vez más fuerte y traté de liberarme. ¿Es esta una de las malas costumbres que tiene Will? Cuando desperté ayer por la mañana él me tenía cogida entre sus brazos y estaba tan cerca de mí. ¿Es que acaso ahora soy un peluche o algo? Dejé escapar un fuerte suspiro y cerré los ojos.
Sólo una hora. Una hora y saldré de aquí. William ni siquiera podía dormir bien.
—Ugh, ya es suficiente, no puedo —murmuré con rabia antes de darle un flojito codazo y luego solté un gritó de frustración. Lo aparté y salí corriendo de la habitación. Todavía es de noche, miré al reloj que marcaba las seis de la mañana. Con un ligero dolor de cabeza fui a la cocina y me serví un vaso de agua.
—¿Sid? —Me sobresalté y casi se me cae el agua cuando al oír la voz de Natalie.
—¿Por qué estás despierta? —pregunté.
—Me cuesta conciliar el sueño en casa de otros —murmuró.
—Entonces, ¿por qué viniste? —tomé un sorbo de agua.