My stupid neighbour

Capítulo 31

Sus ojos se clavaron en los míos como una flecha.

—No puedo decirlo sin que suene un poco de película, pero pensé que eras diferente a ella, Sidney —dijo lentamente—. ¿Alguna vez te hizo algo? —Dijo un poco más fuerte, haciendo que de un brinco. De repente, una rodilla se clavó en las justo entre las piernas de Will, haciendo que se encogiera posando sus manos sobre sus partes masculinas y emitiera un breve gemido.

—¡Will, cállate! —Gritó Phoebe—. No tienes ni puta idea de lo que está pasando aquí. —Era la primera vez que veía a Phoebe tan enojada, pero lo único que podía hacer era estar allí y mirar al vacío.

Acabo de destruir su amistad y la amistad de todo el grupo. Lo único que he hecho desde que he entrado en sus vidas es molestarlos y, además, lo he arruinado todo. Mis manos, apretadas en puños, sudaban.

—Yo te diré lo que ha hecho —soltó Phoebe—. Trató de quitar de en medio a Sid, le ofreció dinero y le amenazó para que… —No aguanté más, así que salí corriendo hacia la puerta de salida. Abrí la puerta y salí al exterior. Con un fuerte suspiro crucé los brazos y caminé hacia el coche, temblando. Hace aún más frío que antes.

Quisiera o no, me vi obligada a esperar a Phoebe, ya que no tenía otro coche. Abrí la puerta y me senté en el asiento del conductor. En los asientos De atrás había una chaqueta, la cogí y me la puse.

De repente, alguien golpeó la ventanilla. Levanté la mirada y miré a la persona que me sonreía. Era Melanie.

Bajé la ventanilla. —¿Crees que debería convertirme en actriz? —Preguntó emocionada. Me reí y asentí—. Nos vemos —se despidió. Poco después de que ella desapareciera, la puerta a mi derecha se abrió y Phoebe entró en el coche.

 

—Hace frío —dijo temblando. La miré y me encogí de hombros—. ¡William es tan…! —la interrumpí aclarando la garganta. Phoebe todavía parecía muy enojada.

—Por favor deja de hablar de él o estrellaré el coche.

Ella se dejó caer en su asiento y no dijo nada mientras yo conducía. Cuando aparqué en la puerta de su casa, la miré de nuevo.

Quise decir un “lo siento”, pero no pude, así que finalmente dije—: Buenas noches.

Ella se despidió y entró en su casa.

Conduje en silencio el resto del trayecto hasta mi casa. Salí del coche y caminé rápido hasta llegar a la puerta de mi casa. Abrí la puerta y fui recibida por Mike.

—¡Hola! —Me saludó felizmente.

—Hey —le dije y bostecé.

—Tu novio llamó —me dijo, alzando las cejas mientras subía las escaleras, detrás de mí.

—Mike, no tengo novio —murmuré.

—¡Sí, sí! Quería saber si estabas en casa. Y le dije que no —dijo Mike mientras me seguía hasta mi habitación.

—Mike que un chico pregunte por mí no significa que sea mi novio —comencé—. Y, además no sé de quién estás hablando —le dije confusa.

—¡Es el chico con el que has estado jugando Clash of Clans! —Abrí mucho los ojos, sorprendida—. ¡Oh Dios, Mike! ¡League of Legends no es Clash of Clans! Pené que tú lo sabías mejor. Mike sacó su lengua y se fue de mi habitación dando un portazo.

¿Por qué Caleb vino a casa? No recuerdo haberle dicho donde vivía… En fin, ya le preguntaré.

Sacudí mi cabeza, saqué mi pijama y la ropa interior de mi armario y la dejé encima de la cama antes de ir al baño.

Entré en el baño, abrí el agua caliente y entré en la bañera. El agua cayó sobre mi cabello castaño mojándolo. Pase las manos por mi pelo mientras pensaba en todo lo sucedido.

Nunca estaría de acuerdo con Mae. Esta chica se lo merecía por completo. Además, el capítulo con William era otro asunto.

Cogí el champú que olía a cerezas y lo apliqué sobre mi pelo. De repente, mi móvil comenzó a sonar. Salté, sorprendida, tenía los ojos cerrados y si los obro el champú entraría.

Volví a encender el agua para limpiarme, pero mi móvil no dejó de vibrar. ¿Cuántos mensajes podría enviar una persona?

Rápidamente, lavé el resto de mi cuerpo e inmediatamente salí de la ducha. Envolví una toalla alrededor de mi cuerpo y cogí el móvil que descansaba en la pica.

Salí del baño y dejé el móvil en la cama. Me vestí el pijama y puse la ropa sucia en el cesto para lavar después.

Me sentía vacía y, sin embargo, tan lleno.

Miré la pantalla y vi de quién venían todos esos mensajes. ¡¿Will?! Lo que decía y pedía era que fuera a mi balcón. No importa lo que este chico quiera, no podría importarme menos. Me senté en la cama y me curí con la manta cuando de repente algo golpeó la puerta de mi balcón. Me senté rápidamente y miré en la dirección. Afortunadamente él no estaba allí.




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