Estaba temblando. Estaba temblando de ira.
Caleb me explicó las cosas en susurros, y Will nos observó durante media hora y no desvió la mirada.
Silenciosamente le di mi libreta y esperé una respuesta. Will negó con la cabeza. —Eso está mal… —murmuró, acercándose un poco a mí y, por lo tanto, el olor a champú que emanaba de él se hizo más fuerte también.
—¿Puedo ayudarte? —Will habló de pronto.
—Ya que estás aquí, es lo menos que puedes hacer, Will… —Le susurré.
—Podrías… —dijo Caleb.
—No me digas qué hacer —Will se cruzó de brazos como un bebé y rodó sobre mi cama.
—No entiendo eso. Si sale 2, ¿cómo va dar 4,5? —murmuré confundida.
No era posible describir esta situación. Todo esto era incómodo para todos nosotros, pero nadie dijo nada.
—Caleb, te pregunté algo —le dije, dándome cuenta de que no me estaba escuchando, y realmente no podía culparlo.
—Bueno… has dejado varios números sin calcular —dijo cautelosamente mientras miraba mi ejercicio. Me sonrojé. Will comenzó a reírse detrás de nosotros y Caleb se unió a él.
—¡Esos errores suceden de vez en cuando! —exclamé mientras le quitaba la libreta a Caleb.
—Pero eso no debería suceder en el examen, Sid —sonrió Will con satisfacción. Ni siquiera sentí la necesidad de darme la vuelta. Caleb se quedó boquiabierto mientras miraba detrás de mí.
—¿Qué está haciendo él ahora? —Pregunté cuando finalmente decidí dar la vuelta, pero cuando vi lo que estaba haciendo, no pude creer lo que veía.
Él tenía la tira mi sujetador alrededor de su dedo. Repito, William Moore tiene mi sujetador entre sus manos. Me sonrojé, la rabia y la vergüenza se apoderaron de mí. Apreté los dientes.
Había metido todo lo que estaba en el suelo debajo de la manta, rápidamente antes de que llegara Caleb.
Y luego, de repente, sentí que estaba a punto de volverme loco.
—Caleb, voy a buscar hacer el resto por mi cuenta. Te llevaré a la puerta —dije.
Bajamos y vi como Caleb se ponía la chaqueta.
—Bueno, aunque solo han sido dos horas, he aprendido bastante —le dije—. Gracias.
—No hay de qué —me sonrió—. Nos vemos, Sid —dijo.
Cuando él se fue, subí las escaleras para ir a mi habitación con tal de gritarle cuatro cosas a Wii, pero al abrir la puerta me di cuenta de que él no se encontraba en mi habitación. La ventana estaba abierta, el viento agitaba las cortinas. Will se había ido.
Recogí todo lo que había dejado debajo de la cama y después me senté en el escritorio.
—¡Allá vamos con las mates! —dije llena de motivación. Ugh… De hecho, mi motivación era cero.
Pero por alguna razón, simplemente no podía concentrarme. ¿Realmente le importo a Will? Después de la acción de hoy, esa debería ser una pregunta contestada, pero también podría significar algo más...
—B= Z-3x²… —Murmuré mientras miraba las hojas.
—Son demasiados números —gimoteé antes de dejar caer mi cabeza sobre el escritorio.
De repente, mi móvil sonó, lo cogí y vi que era un mensaje de voz de Will.
Iba a escucharlo, pero tenía que seguir estudiando, así que lo puse en silencio y lo dejé a un lado. Volví a concentrarme en las matemáticas.
—Tengo que concentrarme en las matemáticas… —murmuré, y luego logré repasarlo durante más de una hora antes de irme a la cama.
Me acerqué al tocador y cogí mi caja, dónde guardaba cosas importantes para mí.
La abrí y cogí la libreta, más bien mi diario. Antes, escribía, todo lo que se me pasaba por la cabeza, cosas que me sucedían, fotos y más en ese diario. Cuando la abrí una foto cayó al suelo, me acaché y la cogí.
En la foto, Sarah y yo estábamos sentadas en una cafetería vintage, y las dos sosteníamos una taza de café humeante entre las manos. Era una foto muy bonita, no es de extrañar que la conservara.