Myrmidon - La Espada Perdida [libro 1]

Capítulo XXXII – La misericordia de una reina

Camila

 

Allí estaba ella, totalmente amarrada a un poste, sin tener chance de escapar, solitaria y sin compañía alguna. De vez en cuando, algún eunuco le traía algo de comida o agua, mientras que alguna de las guerreras, de alto rango, se daba un tiempo para hacer de su vida un suplicio.

Camila solo rogaba a los dioses que se apiadaran de su alma y enviaran al barquero a buscarla, pero el tormento nunca pasaba. Estaba cautiva, en medio de la soledad, y la vergüenza; como una traidora, una desertora, alguien que había llenado de deshonor a la tierra de Escitia. En ese momento, Camila se sentía vacía, sin nada, no tenía nada por qué luchar, nada por qué vivir, sin fuerzas y sin esperanzas. Pensó por un momento en su amiga, ambas habían pasado momentos inolvidables en el campo de entrenamiento, jugando a ser heroínas, y de vez en cuando solían ligarse alguna que otra lastimadura, por lo cual debían apresurarse a ir con los eunucos enfermeros para que las atendieran. Eran tantos los recuerdos que hasta le dieron ganas de llorar, y volver el tiempo atrás. ¿Por qué todo había cambiado? ¿Por qué no podían estar mano a mano en las batallas como Antianira y Pentesilea?

Llegó el momento en que vio entrar a la misma Antianira por la cortina de la tienda en la que estaba siendo cautiva, algo imposible de creer, dado que la reina no solía visitar el calabozo, salvo caso que sea una situación extrema. La reina la miró de los pies a la cabeza, aquella joven guerrera era como una hija para ella, junto con Eilyn; ella misma se había encargado de educarlas a las dos en el arte de las armas, simplemente, le dolía ver a Camila en aquella situación.

— Es una lástima que una joven guerrera como tú haya desperdiciado toda una valiosa carrera — exclamó.

Camila no dijo ni una sola palabra, solo se dispuso a escuchar la voz de su señora.

— Esto lo hubiera esperado de cualquiera, menos de ti, una joven soñadora y emprendedora — prosiguió la reina —, sin maldad alguna, y obediente. Yo te vi crecer, dar tus primeros pasos, cuando agarraste la espada por primera vez en el combate, yo estuve allí. ¿Por qué me decepcionaste?

— No lo quise hacer señora, yo solo…

— ¡Silencio!

Camila emitió un gemido ahogado, estaba muy aturdida y desesperada, no soportaba estar ni un momento más en aquel calabozo.

— Eilyn, hija de una de las más grandes heroínas que tuvo Escitia, y mira como terminó, como una desertora, ayudando a escapar a un prisionero, un hombre de pasado desconocido, y lejano — continuó Antianira con su discurso —. Aun así, si llega a volver por estos territorios, yo le perdonaré la vida, pero no será fácil, deberá ganarse mi confianza nuevamente. Por eso, te perdonaré la vida, y dejaré que vayas por ella, y que la traigas de regreso.  Ustedes dos son las mujeres más fieles que he tenido en esta tierra, nunca voy a encontrar personas más leales que ustedes dos, por más que me hayan fallado una vez, sé que lo hicieron por honor, no por un capricho.

Entonces, soltó las amarras de Camila, y esta cayó tendida en el suelo.

— Muchas gracias, mi señora — murmuró la joven guerrera.

— Busca las provisiones que necesites, y vete lo más pronto posible, busca a Eilyn, la necesitamos — ordenó Antianira —. El oráculo habló.

Camila volteó a su reina, en su mirada se reflejaba mucha sorpresa.

— ¿Qué dijo el oráculo? — preguntó luego.

— Hay hechiceras en Tesalia, y son muy peligrosas, dentro de poco serán más fuertes y se pondrán en contra de nosotras, tendremos que estar listas para defendernos de ellas — contestó Antianira —. Necesitamos, ahora más que nunca, a una persona que sea capaz de emprender esta misión. Toda la vida dudé de Eilyn, comparándola con su madre, y por eso ella huyó con ese sucio guerrero, es por eso que le daré una oportunidad y la recibiré como a mi hija nuevamente. Luego, la enviaré en la misión que tengo pensado para ella, y tú serás quien la acompañe.

— ¿Qué clase de misión es esa? 

— Deberán ir a una ciudad, se los diré cuando ambas estén aquí.

— ¿Y cómo sabré dónde está Eilyn?

— Eilyn ahora se encuentra en las Tierras Áridas, Tesalia, según dijo la adivina.

— Y tendré que viajar hasta allá, supongo.

La reina asintió.  

— Tendrás que prepararte muy bien, es un viaje muy largo y lleno de riesgos.

— ¿Qué pasará si fracaso? — preguntó Camila, llena de temor.

— No lo harás, la diosa Artemisa irá contigo, y te protegerá de los terrores de la noche.

— Espero que esté conmigo, así como protegió a mi amiga.

Luego, tres guerreras se hicieron presentes en la tienda; Irinea, Agatha y  ellas eran jóvenes y fuertes, pero Camila no se llevaba muy bien con ellas; su única amiga, era Eilyn.

— ¿Qué están haciendo aquí? — exclamó, muy confundida.



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En el texto hay: mitologia griega, guerras, centauro

Editado: 07.07.2018

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