¡Dios! Mi cabeza no deja de palpitar.
Me la cubro con la almohada, no queriendo ningún tipo de luz, ni la poca que me llega de la ventana.
Al menos no olvidé cerrar las cortinas.
Deseo volver a la inconsciencia, pero me es imposible con este dolor, y la sensación en mi estómago… ni siquiera quiero levantarme.
Sólo que un ruido me pone alerta.
Dejo a un lado mis malestares por un momento, esperando… y ahí está de nuevo.
Hay alguien en mi casa.
Olvido la cabeza, el estómago, y después de un segundo, el mareo. Tomo el bate de beis que procuro dejar cerca de mi cama para mi comodidad, aunque realmente jamás pensé necesitar, y bajo lo más silenciosa que puedo, con el celular listo para llamar a la policía. Sólo me falta oprimir el último dígito.
Me doy cuenta que para ser un ladrón, no parece ser muy sigiloso, a menos que crea que la casa está sola.
Y lo más extraño de todo esto, es que se encuentra en la cocina.
¿Qué diablos puede robar de una cocina?
¿El microondas?
Con mucho cuidado, abro una rendija de la puerta, tratando de que no se escuche. Nada más distingo la figura del tipo, de espaldas, que está frente a la estufa.
No es hasta que se gira un poco para tomar algo de la encimera que capto un vistazo de su cara.
- ¿Alex? – pregunto entrando de una vez -. ¿Qué haces aquí?
- Buenos días dormilona, ¿o debería decir, tardes?
- ¿Ah? – sigo sin comprender lo que pasa aquí.
- Ya son más de las 12 – aclara.
- ¿Las 12? – giro para ver el reloj del micro. Mis ideas siguen dispersas. En especial porque pasado el miedo, mi atención regresa a mis síntomas anteriores.
Tomo asiento en una de las sillas del desayunador, dejando encima de la mesa mis “armas”. Mi cabeza duele un poco más por lo que me recuesto, apoyándola sobre mis brazos.
- ¿Me puedes decir qué pensabas hacer con eso? – Alex se acerca a mí, con la vista en lo que se encuentra en la mesa. Parece darse cuenta de mi estado porque baja la voz.
- ¿Golpear al intruso y llamar a la policía? – mis palabras suenan amortiguadas por mi postura, pero de todas formas se puede percibir mi desenfado, como si fuera algo normal.
- Y yo que pensé que eras una chica inteligente.
- Aún no me has contestado qué haces aquí.
- El almuerzo, ¿qué más? Ya casi termino, sólo espera un poco.
- No creo que pueda comer algo – se me revuelve el estómago ante la idea.
- Espera y verás.
- Hmmm.
Después de unos momentos, en los que me pregunto, por qué no subo de vuelta a la comodidad de mi cama; escucho como mi visitante se aproxima.
- Come – siento y oigo que pone algo sobre la mesa, haciendo que levante mi cabeza.
Luego de ver el plato de enchiladas, lo empujo hacia adelante. No quiero ser grosera, y en verdad, otro día me las comería encantada, pero no hoy.
- Come – sigue ordenando, logrando que lo mire de mala manera -. Yo sé lo que te digo.
- No lo dudo – digo con sarcasmo.
- Y esto – pone un beermato.
- ¿Qué? ¿Piensas que no tuve suficiente anoche?
Recordaba un poco de lo que pasó en la fiesta de Jaime.
Desde Belinda yéndose con su novio, yo tomando mucho más de lo que lo he hecho en mi vida, y algo de una pelea.
- No. Es medicina.
- Claro – resoplo consiguiendo que me duela más -. ¿Anoche te peleaste? – pregunto al ver que por debajo de su ojo izquierdo está morado, y revisando un poco más, descubro un corte en su labio.
- Es en serio lo que te digo – insiste después de asentir a mi pregunta -. Te vas a sentir mejor – vuelve a acercarme el plato.
Dudo un poco antes de probarlo.
Sabe bien, y aunque el primer par de bocados me agitan mi dañado estómago, luego de otros tantos, parecen asentármelo.
- ¿Y cómo es que terminaste siendo mi niñera? – pregunto después de tomar un trago de mi bebida. En verdad ayudaba todo esto.
- Al parecer, no había nadie apto para tomar el cargo.
- No tenías porqué molestarte – sigo atacando mi comida, cada vez mejor.
- ¿Y dejar que esos idiotas jodieran contigo? – niega con la cabeza -. Ni hablar.
- ¡Estoy comiendo! – me quejo, menguando mi apetito por un momento -. ¿Es por eso que te peleaste?
- Si.
- Lo siento – en verdad estoy apenada.
- No es nada – sonríe de forma sospechosa -. Sé que te sigo pareciendo atractivo a pesar de cómo quedó mi cara.