Nadie necesita saber

Solo mañana, una vez más, ¿escucharías lo que quiero decir?

Cabía la posibilidad de que Ylva tuviera razón en cuestión de que estuviera exagerando con lo que pensaba de Niels, así que le restó un poco de importancia al tema el lunes mientras caminaba hacia el instituto. Sin embargo, se hizo de otra idea cuando frente a él visualizó un par de figuras familiares para su ojo. Eran Niels Jhonsson y Heimdall Dahl. Tenía que recuperar su lugar en el grupo de amigos, así que se acercó a ellos y rodeó sus hombros.

—¿Qué hay, chicos?

Los adolescentes voltearon a verlo, Niels hizo una mueca de disgusto y Heimdall le sonrió.

—Pareces feliz, Loki. ¿Pasó algo nuevo?

Este respondió asintiendo con la cabeza y sin desvanecer la sonrisa de su rostro. Tiró leve de la manga de Niels, pues esperaba a que él respondiera la pregunta con alguna corta explicación.

—Loki me invitó a comer y dormir a su casa. La pasamos genial y eso es todo.

Theo estuvo a nada de responder con su pesado humor “¡Vaya! ¿Y no te invitó a vivir como parásito ahí también?”, sin embargo, debía mantenerse fiel a lo que quería: recuperar su lugar en su grupo de amigos o por lo menos volver a ser aceptado por ellos.

—Así que se quedaron juntos, ¿ah? Su relación es hermosa. Duren.

¿Qué? Que se contuviera a decir un comentario grosero, no significaba que dejaría por completo su humor absurdo. Prefirió huir del lugar y adelantarse al instituto, y a la primera persona que vio al entrar al aula, fue nada más ni nada menos que a su amigo de la infancia, Emil.

Ambos cruzaron miradas, intercambiaron sonrisas y por último saludos. Iba a dejar hasta ahí su contacto con su supuesto mejor amigo, no obstante, la persistente idea de su lugar y el grupo de amigos volvió a atacar su mente.

—Oye Emil, ¿sabes? Niels y Loki durmieron juntos, Me los encontré de camino a la escuela y ellos se veían muy felices juntos. Espero que su relación dure. Ahora soy una persona que les desea el bien.

Soltó una risilla. A pesar de que fuera un chiste, poco a poco la idea de que de verdad fueran pareja comenzaba a tener algo de seriedad dentro de su mente. Por supuesto que Emil no tomó para nada bien ese comentario e hizo todo lo posible para disimular su enfado e impotencia.

—¿Insinúas que esos dos están saliendo?

—Sí, creo que ellos están saliendo. No les des un sermón, hombre. Lo hará el orientador cuando los encuentre agarrados de la mano. Solo les amargarás el romance y te terminarán haciendo de lado como a mí.

—Tetew, esto no es una broma para mí.

—Ya lo sé. Nunca te he visto bromear. ¿Por qué te importa tanto? ¿Te gusta uno de los dos?

Sus orejas se coloraron, frunció el ceño y apretó sus labios, formando una línea recta con ellos.

—Deja de decir barbaridades, ¿por qué me gustaría alguno de los dos?

Su compañero Theo adormeció los ojos y le otorgó una sonrisa traviesa. Acto seguido, recargó su codo sobre su mesa y luego su barbilla sobre su puño. Esperaba a que su compañero dijera la verdad, ya que conocía perfectamente cuando mentía. No obstante, la tensión del lugar se disipó cuando los dos muchachos tan mencionados entraron al aula y cada uno caminó hacia su lugar.

—¿Y bien…? —preguntó Theo.

—¿De qué hablas? —respondió Niels.

—¿Cuándo dan las buenas nuevas? No. Esperen, no lo hagan ahora. Dejen que llegue Sofoneón.

Niels estaba confundido por las palabras y la emoción de Theo. No le habría dado importancia si tan solo su mirada no se hubiera posado en Emil y no hubiera notado el temor que había en él, pero… ¿temor de qué? ¿Theo sabía que los dos estaban enamorados? De solo pensar en esa posibilidad, le causaba escalofríos.

Luego de menos de 10 minutos entraron los gemelos al aula, tan juntos como siempre los conocieron y cada uno usando un distintivo en su cabello: eran cucas con estampados; Sofonías usaba una cuca de jirafas con el fondo rosado y Simeón una cuca de cebras con fondo azul. Eran de matices pastel. Y no solo eso era la novedad en ellos: los dos tenían un teléfono cada uno.

—Sofoneón… ¿Le pediste prestado esas cucas a tu hermana pequeña?  —preguntó Theo.

Los hermanos asintieron y Simeón procedió a hablar.

—No nos llamen más “Sofoneón”. Trajimos estas cucas puestas porque las estupideces de Tetew en parte tenían razón. Nos dieron mucho que pensar.

—Sí, sí —dijo Sofonías—. Nos gusta estar juntos, pero nos gustaría más que las personas nos conozcan como dos individuos y no como uno. No queremos ser más “Sofoneón”.

El primero en reaccionar a las palabras de los hermanos, fue Niels. Se levantó de su lugar y les regaló una comprensiva sonrisa, tampoco pudo evitar ir hacia ellos y abrazarlos en conjunto por algunos segundos.

Las buenas acciones de Niels impulsaron a Heimdall a hacer lo mismo y unirse al abrazo, y cuando Emil estuvo a punto de unírseles también, su profesor llegó y deshizo el abrazo con el comentario “no vamos a pasar lista con abrazos”. Cada uno volvió a su lugar.

Y es que la novedad que traían los hermanos Seppanen no solo fueron las cucas, sino también otro teléfono y este pertenecía a Simeón. Agregó a todos anoche, sin embargo, les avisó hasta ese día para evitar que pensaran que se trataba de spam.



#22907 en Novela romántica
#14639 en Otros

En el texto hay: boyxboy, academia, amorimposibe

Editado: 26.10.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.