Miro por la ventana del automóvil, veo caer la lluvia rápidamente, no estoy seguro a donde voy, ni quién soy. Mi pasado me atormenta, siempre me hago las mismas preguntas y nunca obtengo respuestas. Odio pensar esto, pero es la realidad, la vida es tan frágil y nosotros somos tan insignificantes.
Tantos años de espantosos días y de horribles noches, pero ahora un completo desconocido aparece de la nada y se dice llamar mi tío, el señor Takashi. Como soy menor de edad tengo que ir con él ya que tiene mi custodia, estoy en camino a conocerlo. Me pregunto cómo será, quiero saber de él, quiero preguntarle millones de cosas pero para ser sincero no tengo ni la más mínima intención de entablar alguna conversación o mirarlo a los ojos, no soy de las personas que se ganan fácilmente... me entienden ¿no?
Eran aproximadamente las 4 PM, pero el cielo estaba totalmente nublado, se encontraba cayendo una tempestad, el auto avanzaba y cada vez nos entrabamos más en la ciudad. No podía creer que en realidad estuviera pasando, me encontraba tan nervioso.
El auto de pronto paró, en ese momento me estremecí, sentí que el cuerpo no me respondía. Me abrió la puerta el chofer con un paraguas en la mano y al salir logré visualizar una gran mansión, a decir verdad una gran y lúgubre mansión, gracias a la tempestad la imagen que veía parecía sacada de algún cuento de terror, un miedo indescriptible fue creciendo poco a poco.
Cuando entré pude darme cuenta que la fachada no podía compararse con su interior, era un lugar realmente hermoso, se notaba que se habían empeñado en los detalles, todos los objetos me llamaron la atención, cada detalle me causaba admiración, ¡que buen gusto! me decía a mí mismo. Me ahogaba en mis pensamientos cuando de pronto escuché una voz que me dijo:
- ¿Quiere que le enseñe la mansión, señor? -
En ese momento volví a la realidad y me di cuenta que un anciano alto con esmoquin me había hablado, supuse que era el mayordomo, lo único que hice fue decir un – Sí, gracias - seco y frío.
Comenzó a enseñarme la mansión, para mi sorpresa cada habitación que veíamos me gustaba más que la anterior, no podía creer que ese iba a ser mi nuevo hogar, no me imaginaba yo viviendo allí, en ese lugar tan "aristocrático", me encontraba maravillado, podía gritar de emoción, pero preferí permanecer en silencio, sabía que no podía demostrar mi euforia o alguna debilidad, aún me dolía el hecho de que el hombre que se hacía llamar mi tío no se había dignado a presentarse todavía.
De repente escuché de nuevo aquella voz:
–Puede aguardar en este lugar mientras llega el amo-
Sin esperarlo me dejó solo en una habitación, parecía un estudio con la biblioteca más enorme que había visto en mi vida; había armaduras, un escritorio gigante y detrás un sillón, una chimenea encendida, unas fotos curiosas y antiguas, pero lo que más me llamó la atención fueron los estantes con libros por montones. Quería tocarlos y verlos, pero mi mente me decía que no, intenté no dejarme llevar pero caí víctima de un impulso de curiosidad y cogí un libro cualquiera, era de pasta dura y de color rojo intenso, era muy extraño, ni siquiera tenía título. De repente escuché una voz que vino de la puerta:
–Por supuesto, puedes tomar el que te guste, ésta ahora es tu casa-
Me di cuenta que era él, la verdad no era como me lo imaginaba, era alto, muy conservado, no aparentaba la edad que decía en el registro, su ropa era elegante, tenía un pantalón oscuro, un chaleco a cuadros y zapatos que brillaban de lo lustrados que estaban. Aunque me dije que no lo miraría a los ojos, no me resistí y vi su rostro cuando se acercó a mí; tenía lentes y se le veían muy bien, su cabello estaba perfectamente peinado hacia atrás, tenía una dentadura impecable y lo peor de todo es que sí tenía un gran parecido a mí, era escalofriante, pero a pesar del parecido lo que más me llamó la atención era una extraña cicatriz que tenía en su cuello, ¿qué le habrá sucedido?
- Bienvenido a tu hogar- dijo posando su mano sobre mi hombro.
Sonrió, yo escasamente hice una mueca y devolví el libro a su lugar. Él me detuvo y sacando nuevamente el libro de su estante dijo:
–Tómalo, es tuyo-
Sin decir nada lo tomé de nuevo.
–Katsuki ¿te ha gustado tu hogar? - me preguntó sentándose en el gran sillón.
Miré el suelo y asentí con la cabeza.
–Que bien, espero que seamos grandes amigos- dijo alegremente.
Cuando terminó de hablar, el mayordomo entró en la habitación con un leve golpe en la puerta y se dirigió hacia mí con una voz tenue y respetuosa: