Sólo mío

Cuando camino a entre las tierras en que antes estuve una sensación de paz se inserta en mi pecho, así como el desconcierto de los recuerdos que hagan por los aires.

El olor, los colores, son muy característicos de aquí, las sensaciones, los sentimientos... Consecuencia de todo lo que aqui me acompaño.

El azul brillo de la superficie se mezcla con el de los vivos árboles, y a pesar de toda la brillantez que este escenario me muestra es frío, frío por las torrentes de agua que caen sobre mis hombros, frío por las corrientes de fantasmas que acosan la nostalgia de mi dolor, frío por ser el último recuerdo que tengo sobre todas las cosas.

Sin embargo la vivencia de la naturaleza me hace sentir dentro del círculo, todas las especulaciones que tienen sobre el día de su muerte no se compara con todo lo que el entorno te hace sentir. La esencia de las flores, la tierra humedecida, los roces de las gotas en mi cuerpo, la imagen de un nuevo inicio.

Esa noche una imagen me golpeó sin darme cuenta, y yo corría por estos campos, todo era tan... Tan mágico, tan perfecto. Los sonidos me masajeaban el pecho y la brisa la piel, la delicadeza que tenía este lugar para conectarme, me hacía sentir casi disiparme, perderme como si mi humanidad fuera arrancada y mi cuerpo me aprisionada en el lugar de alguien más.

Él estaba allí, yo lo sabía y entre cantos y sollozos los árboles me lo contaban con discreción. Me refugiaron en un lugar inexistente y me hicieron volar en una tierra pérdida, me mostraron un último brillo, un último silencio y entonces me conquistó la tierra.

Nadie podrá sentir aquello porque era solo mío, él me lo había dicho y la discordia de su aparición perturbo totalmente lo que yo pensaba. Perturbo todo hasta caminar por los luceros de la noche y las llamas ardientes de los suelos, había llegado al final del camino, mi misión había terminado, el mensaje se había disuelto pues estaba en el jardín del Edén.