Victoria Craner
Marcus y yo regresamos a la residencia Owens justo sobre la hora en la que se sirve la cena, por lo que nos encontramos con que Alexander ya había regresado del trabajo. Al bajar del auto desde lejos lo vemos apartarse de May y Dominic, pues otra camioneta llegó casi al mismo instante que nosotros requiriendo su atención. Di cada paso tembloroso al igual que Vega, intentando pasar desapercibidos, pero claro que no sería así.
—¿Y bien que averiguaron? —pregunta Amaya sin dejarnos avanzar.
—¡Agh, siguen con su boba teoría! —nos intercepta Dominic enfadada—. ¡Lo único que harán es que Alex deba irse!
Esta vez se va despacio, a su ritmo. A través de los ventanales la vemos llegar con Alexander, interrumpiendo su charla con aquel hombre. Owens la carga cariñosamente como si fuese una nena de tres años. Dominic rodea su cuello con sus brazos consintiendose en su hombro, Alex besa su frente, se ven unos segundos a los ojos. Ciertamente me enternece su complicidad.
—Debe temer perderlo Vic, siendo sincera yo también, ¿Pero no ha pasado nada, cierto?
Indaga mi amiga casi suplicando, aún viendo que no puedo dejar de temblar y que el semblante de Marcus no es el mejor.
—"Si" "No"
Respondemos al unísono, pero es él quien finalmente toma la palabra.
—No, solo es un hombre desvariando —asegura Marcus lavándose las manos—. Misterio resuelto, es esquizofrénico.
Tras decir eso se aleja, no quiere seguir tocando el tema, dejándome con la señorita curiosidad y sus fantasiosas preguntas a mí sola.
—Estuve investigando en la biblioteca —me informa una vez que no hay rastro de nadie.
—Excelente, ¿qué dicen los libros de Connor, May?
—¿Libros de Connor? No Vic, busqué en libros referentes a otros planetas, pero en los estantes de Aranza por mucho hay teorías de ángeles caídos y, de manera dramatizada e incluso información bíblica. Se supone que no tienen sensaciones térmicas, al dolor o estímulos sexuales.
Amaya parece muy convencida, pero también paranoica por lo que sea que haya "encontrado" en los libros de Aranza.
—¿Te explicas?
—Son similares a los libros que lee Mónica en el instituto y una que otra teoría religiosa como las de Nina, no tienen ningún tipo de sensación, porque ni siquiera es su cuerpo. Poseen a los humanos, se camuflan para destruirlos.
Ladeo preocupada, sin ni siquiera entender de qué habla o a qué quiere llegar.
—Bien, entonces investiguemos si Alexander...
—¿Porque habríamos de usar de conejillo de indias a Alex y no a Brooks? —aqueja
—En este caso serían los dos, ¿adivina a quién tenemos más a la mano con la probabilidad de seguir viviendo si hacemos algo mal?
—Ya, está bien.
Refunfuña intentando volver hacia el patio, lo cual secundo, pero nos detenemos al ver entrar a Alexander con la mano ensangrentada y a la pequeña rubia asustada detrás de él.
—¿May, podrías ayudarme? —pregunta de manera serena adentrándose a la cocina. Quedamos en shock al verle el antebrazo lleno de espinas—. La pelota se nos fue a los rosales de Esmeralda. Y me parecía sencillo sacarla de ahí.
Le doy un empuje a Amaya para que salga del trance e intente ayudarlo con sus conocimientos básicos de enfermería. Y también para que aproveche e indague su cuestionable teoría respecto al dolor.
Voy tras ellos sigilosa, parecen enjuagar su mano con abundante agua sin el minimo exito en detener la sangre.
—Retira las espinas, por favor —le abre paso a su lado para que lo revise a detalle—. Descuida, no me duele.
Mis ojos se abren más de lo normal mientras mi cara comienza a sudar ante la indicación que le da. Aunque podría ser su método para que no se ponga nerviosa frente a la sangre. Si, eso deje ser.
Ella retira las primeras dos con una pequeña pinza que le entrega la niña dentro de un botiquín. Hace un mal movimiento a propósito enterrándolas aún más en su piel. Él no da quejido alguno, por lo que ella continúa removiéndolas asustada e imita su primer acto.
—¡Duele, May! —se queja él cerrando los ojos.
—¿Lo sientes, Alex? —pregunta sonriendo.
—Por supuesto que lo siento —se queja—. Pero creí que la primera vez había sido accidental.
—¡Genial! —sonríe feliz y lo abraza antes de retirarse de su lado.
—¿Genial?
Le escucho preguntarle con extrañeza antes de que ella abandone la cocina por ir a mi encuentro.
—¡Estás equivocada Vic, Alex sí siente!
—Si, solo se te olvido detener su hemorragia —le recuerdo apenada.
Ambas volvemos con él, la mira con vértigo y, retrocede gracioso
—Así déjalo Amaya —le insiste secando su mano con servilletas absorbentes.
—Lo siento...me... me puse nerviosa...—improvisa la pelirroja.
—Descuida, solo no me ayudes nunca más —parece bromear luchando con el ardor de su mano.
Todos volteamos a la entrada al notar una presencia más acercarse. Es Sofía.
—Niños, Nathan, Dominic y Vega los están esperando para cenar. Todo está listo en el comedor.
—Ya vamos Sofi —le informa él dándonos paso.
Los alcanzo tomando un lugar junto a Marcus. Espero que esté mejor o al menos disimule la culpa en la mesa.
—Y bien ¿para qué me querías? —cuestiona Nathaniel con pesadez hacia Owens, nos mira como cazador a Vega y a mí, si no fuera porque estamos rodeados ya estaría oculta bajo la mesa.
—Necesito hablar contigo, sabes de sobre qué es.
Alex le extiende su mano en un intento de saludo, tan amable como siempre, como si a diario olvidara quien es Brooks.
—Tu novia lleva no sé cuantos días aquí, ni loco toco tu mano —arruga la nariz y ríe por lo bajo.
—¿Y qué tiene que yo esté aquí con que no quieres toc... —Marcus y yo colocamos nuestras manos en la boca de Amaya en inevitable coordinación buscando evitar que quiera seguir preguntando mientras el otro ríe entre dientes—. Ni siquiera soy su...
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Editado: 14.10.2022