Victoria Craner
La mañana siguiente nos hacen formar una línea recta a las chicas mayores, las que estamos a un verano de entrar a la universidad, sin ninguna explicación previa nos colocan una tarjeta con nuestros nombres cerca del pecho cual mercancía exhibiendo su precio.
Minutos después aparecieron tres hombres de apariencia joven. Dos muy conocidos; Alexander Owens, Nathaniel Brooks, y el que no había visto antes; Marcus Vega. Según se presentó.
Este último de cabello casi blanco, mirada grisácea y unos modales reconfortantes, sin duda es el mayor, él y Alexander nos analizan intercambiando comentarios inaudibles pese a la cercanía. Además que no les prestaba demasiada atención ya que en la puerta que dejaron entreabierta a su llegada veo el rostro de Emily asomarse, a pesar de que entre señas le pido que se vaya, evitando problemas.
—Amaya Roussett, Margaret Howlland, Alice Mosa, Monica Bennett.
En una tableta anotan los nombres de mis compañeras seleccionadas rápidamente con ese molesto sonido al tocar cada tecla.
Las chicas se mueven triunfantes, todas menos May. Sé que está preocupada por mí casi tanto como yo por ella.
¿Quienes son realmente estos tipos y por qué hacen esto? Yo no me fiaría de esas caritas de ángeles y mucho menos porque el dueño de los casinos de Mesiría los acompaña, tiene a cientos de mujeres trabajando para atraer clientes, esto no me suena bien, aunque siempre he tenido mis sospechas de en dónde terminan realmente las chicas al salir de aquí.
Alexander sonríe con satisfacción al escuchar las ligeras risas de Amaya, si la conociera lo suficiente sabría que no son reales. Está nerviosa.
—Haré una donación más.
Todos miramos en dirección del pelinegro, Nathaniel, que había permanecido callado en una esquina mirando el show.
»Una beca más.
—Ninguna más —espeta el joven Owens.
—La haré con mis fondos así que cállate Owens.
Se levanta liviano malogrando vernos a las restantes en esa línea que nos obligaron a formar por motivo de su visita. Estoy segura que lleva todo este tiempo compartiendo miradas cruzadas con Lia.
»Tú—dice en mi dirección.
—Yo no puedo—digo al instante y noto como la puerta se cierra.
—¿Y por qué no podrías? ¿Tienes otros planes? —se burla analítico.
Las chicas quedan boquiabiertas, en mi lugar no le reprocharían y mucho menos dejarían ir “la oportunidad”.
—No puedo y ya —cruzo los brazos.
—No temas ¿Victoria, verdad? —pregunta el hombre que toma los datos acercándose a mirar bien mi gafete. Marcus—. Haremos una prueba primero, esta es la última semana previa a las vacaciones de verano, tomarán los últimos cinco días en la universidad de Mirelles y si creen adaptarse comenzarán ahí el próximo semestre.
Se acerca a mí, parece mucho más amable que los otros dos.
»¿Qué edad tienen?
Amaya contestó que pasa los dieciocho aunque su acta dice que apenas los cumplira, pues solo pudieron calcular la edad a la que ingresó, al igual que el resto, yo tengo veinte, si fui consciente de mi edad al llegar.
—Bien chicas, gracias, pueden retirarse —Anuncia Alexander.
Apenas cerramos la puerta tras cruzarla Margaret y May intentan abrazarme como si hubiésemos salido victoriosas. Yo las evito yendo tras Emily quien se alejó al escuchar que Nathan me eligió a mí. La encuentro rápido ya que se sentó a unos metros del salón. Al verme retomó su camino.
—¡Me mentiste!—solloza y gimotea sin dejarme alcanzar—. ¡Dijiste que tú no serías como mis padres, que tú jamás me dejarías y ahora te irás con los hombres que vinieron hoy!
Avanzo tras ella, esquivo a las niñas, casi me caigo, pero continuo dándole la vuelta al edificio.
—Emi no quiero irme, no soy como tus padres, yo jamás te dejaría si fuese mi elección.
—¡No lo intentaste, solo accediste!
Se deja ir al suelo a llorar, abraza sus rodillas sin querer verme. Agazapada a su lado la abrazo dando caricias a su espalda.
—Ha dicho que si no tenemos la conducta que desean nos devolverán —miento, pero algo de real tendrá—. Descuida yo me encargo.
—Estás mintiendo—solloza sin mirarme.
De momento alza la mirada al igual que yo al sentir un ligero escalofrío, algo tenso el ambiente.
—Levántense ya.
Nos ordena Nathaniel.
—¡Si eres un monstruo como todos dicen!—le reclama Emily reflejando fastidio en el rostro del hombre antes de huir.
—¿Por qué una más? —lo confronto explosiva—. ¿No tienen suficientes en tus asquerosos negocios?
—¿De qué estás hablando?
Una parte de mi tiene ligero temor, quizá uno muy grande que no voy a exteriorizar frente a este intruso. Además mi única neurona funcional me impide gritarle lo que se merece.
—Simplemente no entiendo porque ofreciste por mí.
—Tal vez me quiero divertir un poco más contigo.
Un escalofrío aún más fuerte me invade, centro mi vista en él. Siempre se pierde a mirar sin dirección muy fácil, sus iris se mueven intranquilas queriendo enfocarse en más de un sitio a la vez, disimula, pero parece que reñir en sus adentros.
—Yo no seré de tus juguetes, no me impresionas.
—¿Quién ha dicho que quiero impresionarte? No me interesas en lo más mínimo, pero tu existencia le incomoda a Alexander, punto para mí.
Camina con gran rapidez dejándome llena de dudas con la cabeza buscando un significado para eso. ¿Por qué habría de estorbarle yo? Solo lo he visto dos veces en la vida.
Dejándolo atrás deambulo cerca de los dormitorios sin encontrar a Emily, me duele tanto lastimarla, "Ser exactamente eso que ella odia".
Inhalo profundo antes de caminar hacía toda esa mierda, aquí no estoy a salvo y mucho menos cerca de aquellos dos. No obstante que Alexander merodee a Amaya, ops, quiero decir paseen entre risas por los pasillos (si, blanqueo los ojos por mi mediocre sarcasmo) me preocupa.
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Editado: 14.10.2022