Navidad para dos almas diferentes

Capitulo 1

                          

 

NAVIDAD PARA DOS ALMAS DIFERENTES

 

         -Pero señora…

         - ¡Nada! ¿Tienes para pagar el doble por el apartamento?

         - ¡No! ¡Claro que no!

         -Entonces ya lo sabes, esta tarde llega una muchacha, para ayudarte a pagar el apartamento.

         -Pero… ¿Quién es? ¡No puede meter a cualquiera a vivir conmigo!

         -Si no se llevan, van las dos a la calle y alquilo el apartamento a otra persona.

         La regordeta mujer se dio la vuelta y salió sin volver a mirar a la joven que visiblemente molesta cerró la puerta con fuerza, refunfuñando entre dientes.

         - ¡Bruja de los demonios!

         Aún no terminaba de hablar, cuando un ruido en la cerradura, la hizo saber que alguien trataba de entrar y apenas tuvo tiempo de echar un paso atrás, para que la madera no le diera en la cara y la “bruja regordeta” apareció con cara de burla le dijo, dándole las llaves.

         - ¡Ah! ¡La nueva llega a eso de las tres de la tarde!, pero no puedo estar, así que aquí te dejo sus llaves.

         - ¿Qué? ¿Encima tengo que recibirla? ¡Voy saliendo de comprar!

         - ¡Llega a las tres y le das las llaves!

         Mantuvo la mano extendida sosteniendo las llaves y la muchacha mordiéndose la ira, las tomó ante la aclaratoria.

         - ¡A las tres, no lo olvides! Es una conocida de mi marido y no quiero quedar mal con él… ¿Entendido?

         Y de nuevo la puerta fue azotada con fuerza, pero esta vez por la que salió, dejando aún más molesta en la que se quedaba.

         Paquetes hasta más arriba de la cabeza, que apenas podía sostener, sabía que estaba cerca de la entrada y asomó la cabeza para asegurarse de dónde estaba y sonrió al ver que la entrada del apartamento la esperaba unos metros al frente, pero aquella figura recostada del umbral, la hizo detener, más el tambalear de los paquetes la saco de su mal pensamiento y fue a la puerta: la joven recostada a la entrada, no se movió, solo la miró y como para no desmostar su miedo María, también la miro de arriba abajo, vestía de negro, de cabeza a pies y aquellas finas cadenas a su cintura, labios color ceniza, sombra negra en sus ojos que hacía que sus pupilas se vieran tenebrosas, la verdad tanto negro le daba miedo, pero llenándose de valor, dijo:

         - ¡Me da permiso, por favor!

         Como respuesta, solo:

         - ¡Diablos! ¿Eres tú la que tiene mi llave?

         María abrió desmesuradamente los ojos y como sin pensar mucho le respondió:

         - ¡Dios! ¿Tú eres la que compartirá apartamento conmigo?

         Y si María estaba molesta y asombrada, su ahora compañera, no lo estaba menos y en gesto de ira, sacó las llaves de la mano de la joven y abrió la puerta; entrenado de inmediato… María, respiro profundamente y cuando iba a entrar la puerta se cerró, golpeándole las cajas y paquetes que llevaba, solo atinó a decir:

         - ¡Mira que desgraciada!

         Dejó todo en el suelo y abrió con la otra llave. Cuando terminó de meter lo que traía, buscó a la nueva inquilina, ¿dónde se habría metido?, la vio salir del que era su habitación.

         - ¡Ese es mi cuarto!

         -Sí ya lo vi…” demasiado Rosado” para mi gusto.

         -Pues, no vuelvas a entrar ahí entonces y el tuyo es aquel de allá y no creo que, a la dueña, le gusten las paredes de “negro”

         Las miradas se cruzaron, cuántas cosas se gritaban sin palabras, y en silencio cada una fue a su cuarto.

         La mañana gritaba la cercanía de la navidad, el frío se colaba por las hebras de la ropa y las calles engalanadas de toda clase de adornos, de infinidad de colores. La gente en la calle, por doquier con paquetes, y María enajenada miraba los adornos y decoraciones de los distintos establecimientos, sonreía sola como si la locura destellaba en su cerebro; pero aquella mujer en la esquina, le quitó la sonrisa, con paso rápido y mueca de molestia, fue hasta ella. Anciana de unos 70 y dale, desorden en su cabello, al grado de que un nido desecho tendría tantos nudos que aquel blanquísimo pelo, manos temblorosas y arrugadas con un par de heridas en su muñeca derecha.

         - ¿Qué haces aquí?

         Ante la pregunta molesta de la muchacha, la anciana solo elevó la vista cansada, llorando de tristeza y sufrimiento; la miró por un instante, le sonrió y luego debió la vista al gran árbol navideño que estaba en la plaza, María al verla, movió negativamente la cabeza y se dijo:

         - ¡Dios, qué más puedo hacer por ti!

         Su nombre surcando las veredas del aire, la hicieron sonreír al ver la carrera del joven que se acercaba.

         - ¡María! ¡María!



#928 en Novela contemporánea

En el texto hay: navidad

Editado: 17.12.2021

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