- ¡Pero debe haber algo que desees!
-¡Ya dejé de pedir y desear! Por un tiempo, creí en milagros y tenía esperanza, pero… perdí el tiempo
-No digas eso. Debes…
-¡No quiero tus sermones!
- Espera ¿Vas a casa?
-Si
-¡Ayúdame entonces!
Y sin esperar la respuesta María llenó los brazos de Estrella de bolsas y paquetes, haciéndola preguntar:
-¿Qué rayo son tantas bolsas?
-Pues… Cositas… Por ejemplo por ahí hay un vestido que le daré a la viejita de la esquina.
-¿La pordiosera que se ve desde la ventana de la casa, la que está siempre viendo la plaza?
-¡Esa misma! Y no mira la plaza, mira el arbolito que está en la plaza.
-¡De verdad que tienes algo malo en la cabezota! Esa mujer puede ser un loca y peligrosa. ¡Un día de estos te pegará el susto de tu vida!
-Tal vez, pero espero que no sea noche buena… Voy a llevarla a cenar a casa.
-¿Qué cosa? ¡Para tus renos, que van desbocados! ¡Esa casa también es mía y no…!
-¡También te invito a ti a la cena de navidad que voy hacer!
-¡Estas sorda! ¿O la navidad te enloqueció, te embruteció? ¡Que no quiero saber nada de esa noche, ni de tus invitados anormales! ¿Sabes? No me parece dar felicidad unas horas, un instante y luego… ¿Esa vieja dejará de estar en la calle? Pues no… “Seguirá mendigando hasta que muera o alguien la mate en esa acera”
-Pues…
-Toma… ¡Lleva toda tus estupideces, ya no voy a casa!
Le devolvió todas las bolsas, hasta algunas terminaron en el suelo, y se alejó furiosa; María solo miró a cielo y respiró profundo.
María sentada en el sofá, iluminada con las luces del nacimiento y del arbolito, miró por tercera vez el reloj, casi la una de la mañana… Sintió ruidos en la cerradura de la puerta principal, respiró con algo de calma al ver a Estrella: pero cuando notó que se sujetaba de todo, para no caer, se levantó con molestia.
-¿Otra vez borracha? ¿O te fumaste un pito de…?
-¡U y! ¡U y! ¡Baja el tono! ¡Que mi madre está muerta!... ¿Oye? ¿No te enferma esas luces, que se encienden y apagan?
-Vamos a la cama y…
-¡Suéltame! No quiero nada contigo… Nada con Santitas, ni mucho menos con alguien tan navideña como tú.
Se separó y fue a su cuarto, María, se arropó del frío, verificó que la puerta estuviera cerrada y fue a dormir.
A la mañana siguiente, la primera en llegar a la cocina fue Estrella; le pareció extraño no ver nada hecho, ni café… Asomó la cabeza y vio el cuarto de María cerrado y le llamó la atención aquellas dos velas finamente decoradas de navidad y sonriendo se dijo:
-¡Esa y su navidad! No parara hasta quemar este lugar o que alguien le dé un buen susto.
-Buen día… ¿Hablando sola? ¿Aún te quedan efectos del alcohol?
-¡Deja la estupidez! Solo decía que vas a quemar este lugar.
-No…Esas velas están en lugar seguro y una es por mis deseos de navidad, la otra por los tuyos.
-¿Qué cosa? ¡Yo no…!
-No me importa lo que tú digas o pienses, esa velita, la que tiene el platico, el fondo negro, es la tuya y para que en esta noche buena, el niño Jesús te traiga tu mayor deseo en un regalo…
-¡Ni los niños hoy en día creen en eso!
-Esto no es cosa de dar obsequios, ni en recibirlos, ni siquiera de quién los trae… ¡Es cuestión de fe! No fue cualquiera que nació en Belén en esa humilde cuna.
-¡De verdad estás mal! ¡Loca completa!
-¿Quieres acompañarme a darle el vestido a la viejita de la esquina?
-¡No! Esa mujer no te lo va agradecer, es una…
-¡Cállate! Si no vas a sumar, no restes… Y no toques esa vela, la puse yo para ti… ¡Ya sabes!
María salió visiblemente molesta, dejando a Estrella con la mirada clavada, como perdida en la llama de su vela.
-¿Qué sucede amor? No has comido nada.
-Pienso en la viejita de la esquina…
-¡Por Dios María! Estamos almorzando, olvida tu locura de navidad por lo menos por unos minutos.
-¿Mis locuras?
-¡No quise decir eso, pero…! ¡Por favor María! Estas cayendo en un fanatismo, creo que quieres demostrarle a Estrella que la navidad es una maravilla y hay personas que no les gusta.
-Pero a ella le gustaba, solo que la tristeza y la culpa la apartaron de…