Necesito irme.

9. Compartiendo secretos.

Entre sueños, Ximena emitió pequeños quejidos de angustia, movía la cabeza lentamente a un lado y otro. La velocidad de su respiración aumentaba de forma progresiva y su pecho subía y baja cada vez más rápido. Comenzó a sollozar en silencio y pronunciar palabras incoherentes.

El cuerpo de la chica estaba empapado de sudor sin poder despertar. Más y más imágenes terroríficas se instalaban en su cabeza y se aferraban a ella como un virus, incapaz de dejarla marchar.

La chica sufría en silencio con los ojos empapados de lágrimas, hasta que alguien cerca de ella se percató de lo que ocurría y corrió para ayudarla.

Como golpe final, su mente le regaló la desagradable imagen que más la destrozaba, fue lo que necesitó para liberarse de los recuerdos y finalmente despertar entre gritos y lloriqueos.

La persona frente a ella ya no sabía qué hacer para calmarla, Ximena retrocedió hasta el fondo del sofá y se hizo un ovillo sin dejar de temblar. Tardó casi un minuto en reconocer a la chica frente a ella y comprender que solamente había sufrido la vieja pesadilla de siempre.

―¡Tranquila Xime! Todo está bien ¿sí? Tranquila, aquí estoy contigo ―consoló la chica, Ximena todavía con la respiración acelerada asintió y examinó el alrededor con la mirada. Hendrick permanecía despierto en el mismo sofá, tenía diferente vendaje y la miraba preocupado―, debió ser una pesadilla muy mala, no podía despertarte.

Ximena tragó saliva y trato de respirar con normalidad de nuevo, cuando lo logró se giró para ver a la chica.

―¿Qué haces aquí, Cielo? ―le cuestionó todavía conmocionada por la pesadilla.

―Bueno, mi papá vino a curar a Henry y quise venir con él para ver cómo estaba ―explicó la rubia―, pero en cuando vi que tú estabas aquí también, preferí quedarme para cuidarlos. ¡Sabía que regresarías!

Ximena la miró extrañada y después hizo contacto visual con Hendrick. El chico la saludó con un movimiento sutil con la cabeza.

―Oye tú, me despertaste con tus gritos ―añadió―, ¿éstas bien?

―¿Ustedes se conocen? ―les preguntó Ximena ignorando todo lo demás, ya ni siquiera le sorprendía que Cielo fuera la hija del único doctor del pueblo. Ya nada la sorprendía.

―Obvio sí, éste hermoso y yo somos buenos amigos ―confirmó Cielo con una amplia sonrisa mientras se acercaba a él y le tocaba el hombro.

Hendrick sólo se rió pero Ximena no pudo evitar poner los ojos en blanco, ¿Acaso Cielo era así con todos? Ninguno de los dos pareció notar su expresión, sin embargo una cuarta persona en la sala fue la excepción.

―Si Ximena, Cielo es la fémina más irritante del país ―gritó Irene al cruzar la puerta de entrada―, Pero te acostumbras.

Su voz evidenció cierto toque de cariño. Irene llegó a la sala con ellos. Ximena se rió por su comentario y empezó a relajar los músculos de su cuerpo, liberó las rodillas que abrazaba con sus manos y se sentó de manera adecuada en el sofá. Mientras tanto, las otras chicas comenzaban su conversación.

―Mala mujer ―acusó Cielo con los ojos entrecerrados, se alejó de Hendrick y se acercó a la pelirroja para abrazarla con fuerza―, no te librarás de mí.

―En serio que eres empalagosa ―contestó devolviéndole el abrazo y haciendo señas de asfixia a Ximena por encima de su hombro.

―Aww pero eres tan tierna ―ironizó Cielo―, sé que llegaste hace como dos días y ni habías ido al centro. Si no es por lo del hermoso de Henry, no te veo hasta que te vuelvas a ir.

―Equis ―dijo Irene cortando la conversación, se separó de la rubia y caminó a su hermano.

―¿Estas mejor, Henry? —inquirió sentándose a su lado.

―Sí hermanita, con la medicina del señor Vega y el largo descanso ya ni recuerdo que estaba mal ―le contestó Hendrick con una sonrisa que señalaba una evidente recuperación― gracias.

―Ten más cuidado, hay mucho hijo de puta por las carretera.

Ximena se rió por la indirecta no intencionada y se levantó, sus sandalias estaban al pie del mueble así que se las colocó y se acercó a los demás.

―¿Qué hora es, Cielo?

La chica que permanecía observando a los hermanos pelirrojos, se volteó para verla y señaló un reloj viejo en la esquina de la sala. 9:30 p.m. Ximena abrió los ojos como platos y su barbilla calló al suelo.

―¿Dormí todo el día? ¿En serio? No es posible ―al mismo tiempo que hablaba, su estómago rugió por el hambre y le dolió.

―Los dos xime, Henry solo despertó para ser revisado y se volvió a dormir. Tienen el sueño pesado, sobretodo tú ―explicó Cielo e Irene asintió con una risa burlona.

―Dormir da hambre, ¿verdad? ―exclamó Hendrick con una expresión divertida en el rostro, Ximena comprendió la broma pero se limitó a sonreír.

―Vale, hoy te toca cocinar a ti pero como ando de buenas tomaré tu lugar y prepararé la cena ―dijo Irene sonriente, se puso de pie y encaró a las chicas―, ustedes se quedan para cenar. ―no era una pregunta.

―Si mi Ire, como mandes―aceptó Cielo para después sentarse sobre la alfombra al lado de Hendrick. Irene ya se había marchado a la cocina―, ¿cómo te accidentaste?

―Creo que le caí mal una persona loca.

Ximena rodó los ojos pero también se acercó con ellos para platicar. Se echó al lado de Cielo y levantó su vista a Hendrick.

―Xime, ¿por qué te fuiste? ―preguntó Cielo con cierta melancolía―, pensé que te quedarías hasta el amanecer.

Ximena vaciló, abrió la boca pero la volvió a cerrar de forma inmediata. De pronto, tuvo una idea, Cielo era la única que había estado dispuesta para hablarle sobre el pueblo.

―Hum ―comenzó, le echó un vistazo a Hendrick antes de continuar― pasa qué a media noche aparecieron en mi habitación unos rayos luminosos muy raros...

Hendrick tensó el rostro y Cielo en cambio, se preocupó y la miró como si estuviera herida. Ximena optó por aprovechar esa oportunidad y obtener respuestas.

―Cielo, ¿qué eran? ¿Qué es lo que pasa en éste pueblo? ―arriesgó por fin.



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En el texto hay: carretera, nuevavida, romanceyamistad

Editado: 09.09.2020

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