Necesito irme.

10. Perdidos

―¡Eres terca! Te dije que era peligroso que salieras ―reclamó Hendrick de nuevo.

Estaba justo frente a Ximena, su rostro en la oscuridad daba un aspecto de seriedad y misterio.

―No sé qué pasó te lo juro, yo no quise salir ¡no sé cómo llegué aquí! ―repetía Ximena tan frustrada como asustada. Dio unos pasos para estar más cerca de Hendrick y bufó exasperada.

―Vale ―dijo él también frustrado. Dejó escapar el aire por la boca y pasó ambas manos por su cabello―, solo vamos adentro ―finalizó y cojeó en dirección a la casa.

El aire afuera estaba frío y le congeló la piel a Ximena, pero ella tenía demasiado miedo como para preocuparse por eso. No tenía idea de porque estaba afuera, sin embargo cuando llegaron a la casa comprobó de nuevo que eso no sería lo único raro que pasaría esa noche.

Irene abrió la puerta desde adentro justo en el momento en que Hendrick se disponía a hacerlo. La pelirroja lucía desconcertada y alterada.

―¿Está Cielo con ustedes? —preguntó a la par.

Hendrick se desconcertó unos segundos y su silencio respondió, cuando Ximena lo alcanzó ya se percibía la preocupación en el ambiente. Observó a ambos hermanos y dejó caer los hombros.

―Estaba conmigo un momento y después se fue ―narró Irene, respiraba de forma rápida y no dejaba de ver los árboles de afuera, buscando algo ―. ¡Concha tu madre, no está aquí en la casa!

―¿Éstas segura? Tal vez... —sugería Hendrick.

―¡No está! ―lo interrumpió Irene― y es una fresa no sabe andar en el bosque. ¡Cómo fue tan estúpida!

Hendrick se mantuvo callado, no cabía en su asombro y se cubrió de preguntas. Sin embargo, Ximena ya tenía planteada su teoría.

―Irene, te juro que yo no sé cómo llegué acá afuera, estoy segura que a Cielo le pasó lo mismo ―relató―, yo un momento estaba con ustedes y al siguiente en el bosque. Vamos a buscarla.

No es que creyeran las palabras de Ximena, eso no tenía sentido incluso para Depstor. Pese a esto no tenían tiempo que perder así que le tomaron la palabra, Irene no se molestó en pedirle a su hermano que se quedara, sabía que no lo haría. Los tres se pusieron en marcha.

Caminaron por el bosque, pero ésta vez no fue tan fácil encontrar a Cielo como le fue a Hendrick encontrar a Ximena. Entre más se adentraban a la arboleda, más oscuro se tornaba el ambiente y más incrementaba lo tenebroso de la situación.

Se escuchaba el cantar de los grillos, el ulular de los búhos y unos cuantos zumbidos de insectos. Sonido del bosque que suavizaban las circunstancias.

Hendrick tomó el frente e Irene los respaldó quedándose al último, Ximena contaba con su espíritu aventurero sin embargo el bosque daba un aspecto lúgubre y prefirió quedarse en medio y sentirse protegida por ambos hermanos.

La luz de luna se filtraba de vez en cuando por entre las hojas de los árboles, pero estas ocasiones se volvieron cada vez más escasas conforme recorrían terreno.

No había señal alguna de Cielo, ni una huella ni una marca. Los minutos pasaron e Irene comenzó a inquietarse.

―¿Quieres explicarme que wea es esa de que no sabes cómo llegaste al bosque? —acusó a Ximena apresurando el paso.

―Es simple, no lo sé. ―se limitó a responder Ximena.

Irene se tensó y se detuvo sin vacilar, jaló con rudeza a Ximena del hombro y la obligó a mirarla.

―No me vengas con eso ―dijo molesta―, dime ahora mismo que está pasando.

―¡¿Y cómo quieres que lo sepa?! ¡No sé qué mierda tiene este jodido pueblo! ―gritó Ximena, se quitó bruscamente la mano de Irene y la arrojó a un lado.

Hendrick intervino apenas se percató de lo que pasaba y se colocó entre ambas chicas, puso especial cuidado en controlar a su hermana. La pelirroja estaba enojada pero la preocupación por Cielo superaba eso.

―Mira Ximena, no tientes mi paciencia ―amenazó Irene manteniéndose detrás de su hermano.

―Airi no seas tonta, sabes que Depstor es traicionero ¿por qué la culpas a ella? ―cuestionó Hendrick sujetándola de los hombros.

Irene no dijo nada, se zafó con brusquedad de su agarre y tomó el lugar de Hendrick al posicionarse en frente, en pocos segundos ya se había perdido en el monte.

Ximena estaba molesta, fastidiada por no entender nada de lo que estaba pasando y harta de que nadie respondiera sus preguntas. Pero que todavía se atrevieran a culparla, eso superaba todo.

Hendrick exhaló y pasó sus manos por la cabeza, sintiéndose frustrado. Le hizo una seña a Ximena para que siguiera caminando pero ella se quedó donde mismo.

―Dime que pasa en este lugar —pidió, pero sabía que no le respondería.

―Ximena ―Hendrick vaciló― nadie sabe que pasa aquí ¿vale? Todo lo que hay son leyendas que siempre parecen ser ciertas. Es todo.

Tan rápido como dijo esto, salió desprendido a seguir los pasos de su hermana dejando a Ximena ahí. El frío le congeló la sangre y al quedarse sin compañía en la oscuridad, el temor le estrujo el pecho.

Los sonidos del bosque trataron de tranquilizarla, pero la profunda bruma sólo brindaba una fúnebre sensación de incertidumbre que le ponía de nervios.

Se movió de su lugar para seguir a los demás. Unos metros más adelante comprobó que los hermanos ya se habían adentrado demasiado al bosque y no había señal alguna de ellos.

Su respiración se volvió más rápida sin embargo apresuró el paso para alcanzarlos ayudándose de gritos para que la esperaran.

Con el paso de los minutos, llegó a la entrada un puente colgante camuflado entre tanto monte y árboles. Fue entonces cuando Ximena aceptó que se había perdido. No había ni una diminuta señal de que los Handal hubieran pasado por ahí y a pesar de sus gritos nadie le había respondido.

Las ramas le rosaban la piel constantemente a donde quiera que se moviera. Así que decidió tomar su última opción viable; seguir adelante. Le costó trabajo poder ingresar a la entrada del puente colgante porque muchas lianas le obstruían el paso. Sin embargo tras unos minutos de pequeños rasguños, pasó a tropezones al otro lado.



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En el texto hay: carretera, nuevavida, romanceyamistad

Editado: 09.09.2020

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