Cuando finalmente nos reunimos las tres en la entrada de la cena que organizaba el hotel, pude admirar como las chicas vestían colores llamativos acentuando su belleza.
Laia me sonrió amablemente y cuando Daphne nos hizo avanzar, atravesamos una especie de arco lleno de plantas y pequeñas bombillas que le daban un toque tropical y griego.
El sonido de las olas se escuchaba a lo lejos, y cuando el arco desapareció sobre nosotras, un lugar completamente al aire libre con muchas mesas con telas blancas y velas se encontraban ante nosotras.
La mayoría de las personas vestía como nosotras, a diferencia que todos iban descalzos, y fue entonces cuando noté la arena y a lo lejos se dibujaba un camino que llevaba directamente a la costa.
Tan cerca...
Mi piel se erizó con el sonido del viento y una Daphne sonriente me observó.
— Es hermoso, ¿No lo creen?
Su cabellera rubia se agitaba con el viento.
— Lo es...
Giré sobre mi eje observando el lugar, y de momento unas personas nos observaron acercándose.
— ¿Daphne?
Una mujer esbelta y con rasgos maduros se acercó hacia nosotras junto al que parecía su acompañante.
Laia me observó expectante mientras que Daphne alzaba sus cejas y los saludaba emotivamente.
— ¡Pensé que más nunca volverían!
Dijo la rubia abrazando a la pareja.
Laia se acercó a mí disimuladamente.
— En pocas palabras, Daphne hace más amistades que un artista.
No pude esconder la sonrisa, y Laia negó sonriente.
— Eso veo, pues si recibe a todos como lo ha hecho conmigo, no veo por qué alguien la olvidaría.
Laia sonrió.
— Eso es lo que siempre pienso.
Y esperando que su conversación cesara, una joven se acercó ofreciéndonos bebidas.
Laia me tendió una.
— La hacen llamar Ouzo.
La bebida tenía un aspecto azulado casi parecido a la menta.
— ¿No me afectará?
Dije bromeando.
— Solo debes tomarte unas cuantas para que eso ocurra, pero venir a Milo sin tomarse un Ouzo, es como ir a Lesbos y salir sin conocerlo.
Alcé las cejas confundida.
— ¿Por qué a Lesbos?
Laia chocó nuestros vasos en señal de brindis.
— Es una bebida originaria de allá, se dice que era la bebida favorita de los dioses, y la cual siempre era servida a Zeus, Hades y Poseidón.
Entrecerré mis ojos guardando la información.
— Entonces, ¿Dices que una bebida que solo tomaban los dioses no nos va a afectar en lo absoluto?
La gracia se dibujó en sus facciones exóticas.
— Buen punto, seguramente no lo había pensado antes.
Y devolviéndole la sonrisa me atreví a llevarme el vaso a mis labios saboreando apenas su contenido.
— Yiamas!
Exclamó Laia mientras finalmente me atreví a llevarme el vaso a los labios y probarlo.
El sabor a cardamomo y aniz inundó en mi boca con un escozor exquisito.
No sabía qué estaba haciendo, pero me gustaba.
Así que lo bebí, e inmediatamente como lo puse en mis labios lo terminé todo.
— ¡Así se hace!
Gritó Daphne llegando hacia nosotras.
— Oficialmente eres bienvenida en Milo.
Me tragué todo el líquido retenido en mi garganta y sentí el escozor recorrer la piel sensible.
Mi piel se erizó, y le devolví la sonrisa a las chicas observando a mi alrededor de manera nerviosa.
Las palmeras se agitaban al mismo tiempo que la música en vivo sonaba como una melodía agradable, el mar se divisaba apenas pero el golpear de las olas cantaba suavemente en mi oído.
— Oye, Nerea.
La voz de Daphne me devolvió a su mirada.
— ¿Te parece este lugar?
Y señalándome una mesa, asentí sin dudarlo.
Caminamos hasta ella y las tres nos sentamos, y fue entonces cuando las observé quitarse sus sandalias y dejarlas a un lado.
— Deberías hacerlo, acá nunca será necesario cargar zapatos.
Y sonrientes jugaron con sus pies en la arena provocando mi risa.
— Eso pensé.
Dije imitando su acción y dejando mis sandalias a un lado.
De pronto pasaron las horas, los tragos comenzaron a hacer efecto, y en un instante Laia se encontraba bailando junto a Daphne y dos personas más y yo lentamente me alejé.
Me encontraba caminando por un estrecho camino de arena que llevaba al sonido de la paz y de todas mis torturas.
El azul me envolvió y mis pies se sumergieron en la arena.
Cerré mis ojos y la brisa me envolvió de tal manera que mi cabello se suspendía en el aire como una suave estela, mi vestido dejaba una estela tras de mí y mis brazos extendidos parecían volar.
Me sentí tan observada que mi respiración se entrecortó.
Una corazonada despertó en mi mente y el suave susurro del viento me hizo caminar.
Sentí cosquillas al instante en el que las puntas de mis dedos eran acariciados por el agua del mar que me encontraba.
Un susurro traspasó mi mente.
«Nerea»
Mi piel se erizó y mis ojos aún cerrados se llenaron de lágrimas dejándolas caer sin detención alguna, mi corazón se aceleró.
«Nerea...»
Mi respiración se entrecortó y de pronto volví a ser aquella pequeña niña que caminaba sobre la madera mojada de un barco.
«Nerea»
De pronto la melodía se repetía en mi cabeza llamándome nuevamente al mar...
Y al abrir mis ojos la vista la tenía tan nublada bajo mis lágrimas y el efecto del alcohol que no logré distinguir lo que a lo lejos brillaba sobre el mar.
Parecía una piedra.
Pero más allá de ella, había algo indescifrable para mí.
Y cuando mi cabeza comenzó a dar vueltas recordé el sonido de las olas arrastrándome, la suave caricia de un mundo profundo que me sumergía en la tempestad.
— Nerea...
Y cuando las palabras temblaron dentro de mí cabeza una suave ola me recorrió y sentí que mi cuerpo era tomado, mientras lentamente me desvanecía sobre el mar.
De pronto el agua cubría mis ropas y mi cabello se pegaba a mi cara mostrándome la profundidad.
#6914 en Novela romántica
#332 en Paranormal
#119 en Mística
pasion amor misticismo, sirenas misterio y amor, romance accion deseo
Editado: 06.11.2024