Nereida

CAPÍTULO 6

«Del mar eres y al mar volverás»

— ¡Nerea!

«Del océano te formaste, al océano perteneces, y al mar iluminarás»

— ¡Mi pequeña Nerea!

«Del mar eres, al mar volverás»

— ¡Nerea!

«Nereida naciste, Nereida serás»

Me levanté sobresaltada sin poder evitarlo.

Sentí de pronto que mis ojos se nublaban impidiéndome observar y mi piel ardía tanto como nunca antes.

Los nervios se instalaron en la boca de mi estómago y el temblor recorrió mi cuerpo entero.

¿En dónde me encontraba?

Por más que intentara enfocar mi mirada parecía perdida, mi cuerpo estaba sobre la cálida superficie de una cama, pero esto no era normal.

¿Había muerto?

Fue entonces cuando intenté hablar y me permití cerrar mis ojos para aclararme la garganta.

— ¿Hola?

El eco que recorrió la habitación en la que me encontraba, y se me erizó nuevamente la piel. De pronto sentí tanto miedo de abrir los ojos que preferí no ver nada.

Escuché a lo lejos el resonar de una fuerza extraña.

Y el sonido de una puerta abriéndose en algún lugar de la habitación hizo que me encongiera donde quiera que estuviera.

— ¡Oh! Ya se ha despertado.

Escuché cuchicheos y risas que me hicieron querer desaparecer.

Y cuando unas manos algo frías me tocaron, solté un grito.

Pero entonces cuatro manos me tomaron por los brazos.

— ¡Eh! Tranquila, queremos ayudar.

Una voz femenina y desconocida llegó a mis oídos y fue entonces cuando dejé de pelear.

Sentí que me sentaban y unas manos tocaron mi rostro causando que soltara un gruñido.

— Es increíble...

Es susurro de admiración me congeló la sangre.

— Nerea, esto podría doler un poco...

Y fue entonces cuando no me dio tiempo de preguntar cómo sabía mi nombre, o incluso qué estaba ocurriendo.

Sentí el material metálico de una pinza en mis ojos, o eso creí.

Lo único de lo que fui consciente fue del paso de la luz que llegó a mis ojos cuando tiraron de una especie de envoltura que estos parecían tener.

Fue entonces cuando grité al ver sus rostros y seguí gritando cuando ellas también gritaron.

Frente a mí habían tres criaturas sumamente extrañas.

Su piel tenía escamas casi indistinguibles y sus ojos eran de diferentes colores, pero más allá de eso eran sus piernas...

¡No tenían piernas!

¡Eran un pez!

Tenían una cola de...

— Sirenas.

Una de ellas me sonrió con algo de preocupación y fue entonces cuando escuché las palabras llenas de pánico que me di cuenta que mi visión nuevamente se había nublado, pero esta vez era porque me había desmayado.

O al menos la inconsciencia parecía habitar en mí...

«Nerea...»

Ojos azules...

«Vendrás a mí»

Escuché los murmullos que seguían envolviendo a mis oídos.

— ¡Nos va a enviar al inframundo!

— Peor aún, seremos expulsadas.

— ¿Por qué no le decimos que despertó?

Cuando mi cabeza fue lo suficientemente consciente nuevamente, y mis ojos comenzaron a parpadear observé con detalle a las tres mujeres que estaban frente a mí.

Eran...

¿Sirenas?

Mi cabeza no me permitía procesar la información que estaba esperando.

Sólo me quedé allí congelada en la cama observándolas moverse frente a mí mientras entraban en pánico.

— Si a ella le pasa algo él jamás lo perdonará...

¿Él?

¿Yo?

— ¿Perdonar qué? — Mi voz las hizo pegar un grito al mismo tiempo y mis ojos se cerraron ante el aturdido sonido.

Mi corazón estaba tan acelerado que creía que en cualquier momento explotaría.

Aún así mantuve mi compostura esperando despertar de este sueño.

Sólo es un sueño, Nerea...

Nada de esto será real por la mañana...

Ellas se acercaron a mí con curiosidad.

A pesar de su extraña forma, parecían agradables.

Las tres me veían como si era algo complejo y querían descifrarme.

— Ah, ya estás bien.— Dijo una de ellas, la que parecía ser más seria.

Mis manos apretaron la mullida sábana que estaba bajo mi cuerpo.

De pronto sentí que me observaban más allá de mis ojos y pude notar que no llevaba absolutamente nada de ropa.

Mis ojos se abrieron grandemente y fue entonces cuando me quedé congelada.

¿Qué me había sucedido?

Instintivamente me tapé con mis manos como si eso iba a borrar sus miradas curiosas de mi piel.

— Eres hermosa...

— Tiene piernas...

— Realmente es ella...

Las tres me veían con tanta fascinación que mi vergüenza aumentó.

No entendía absolutamente nada.

— Podrían por favor dejar de actuar tan extraño y decirme qué es lo que está ocurriendo.

Mi voz sonó más imperativa de lo que esperaba, pero el pánico aumentaba cada vez más en mi interior.

Las tres se tensaron ante mí orden y sus miradas volvieron a estar llenas de preocupación.

— Lamentablemente no podemos decir mucho...— Tenía los ojos azules y a la vez tan morados como su cabello y las escamas de su piel.

Se acercó hacia mí y tomando una sedosa bata cubrió mi cuerpo sin siquiera pedírselo.

Una de ellas, la que parecía ser de color naranja se acercó a mí con temor y sin decir palabra alguna tomó mi cabello en sus manos.

Mi cuerpo temblaba ante ellas y sabía que ellas lo veían.

— Él dijo que no podíamos mencionarte nada.— La última de ellas me habló, su mirada era algo recelosa.

Mi cejas se fruncieron inmediatamente.

— ¿Él? — En mi voz abundó la incertidumbre — ¿Quién es él?

Sentí entonces que las manos de ambas se tensaron, y la que todavía no se había acercado hasta mí me estudió con su mirada.

— Debes prepararte.

Y sin permitirme hablar, las tres tiraron de mi cuerpo hasta una especie de tina algo extravagante que era de un mármol blanco.




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