~ 1 mes después ~
La lluvia nunca era un buen acompañante, sí cuando quieres que tus lágrimas se confundan con las del cielo. Pero Louis llevaba media hora caminando hasta su destino, ojeando el periódico una y otra vez para estar seguro que la dirección no era la equivocada.
—Estoy segura que queda a unas cuadras más —le indicó con una sonrisa. Louis asintió, acurrucándose en su enorme abrigo de lana y envidiando a la beta frente a él con un paraguas en sus manos y un niño dormido entre sus brazos.
—Gracias —le susurró. Ella sonrió y alejó con unos ojos azules siguiendo sus movimientos, preguntándose cuántos años tenía el niño dormido en su hombro y si ya la llamaba 'mamá'.
Mordió su labio, la manía que había adquirido desde hacía semanas para volver a la realidad. Y siguió bajo la fuerte lluvia que no parecía tener intención de parar, no piedad para el tembloroso omega que seguía en busca del trabajo que estaba escrito en el húmedo periódico, a nada de deshacerse en sus dedos.
—Mierda —gimió cuando sus rodillas impactaron con fuerza contra el pavimento. Logro encontrar una piedra a su lado cuando se sentó en la acera, rodando los ojos y tomándola en sus manos para guardarla en uno de los bolsillos de su chaqueta—. Lo que faltaba... —Su rodilla sangraba y la frustración lo invadió con un nudo en su garganta y ganas de llorar en sus ojos, lo mismo que sentía cada vez que le pasaba algo tan simple como caerse y no lograr lo que quería.
Se había vuelto la persona más sensible sobre la tierra.
Se levantó con quejidos y con una mueca sobre sus labios, cojeando y apretando el periódico sobre su pecho. Había dejado de ver las casas a punto de caer, las malas caras y las calles dañadas desde hacía media hora y no iba a rendirse por el dolor en una de sus rodillas, porque realmente necesitaba un trabajo que no consistiera en vender cosas en las autopistas.
Había sabido que no iba a ser fácil llegar, ya que la dirección le fue desconocida hasta que comenzó su camino. No había desayunado porque sabía que no hubiera llegado a tiempo a la casa que ofrecía el trabajo de haberlo hecho.
Una mirada más al periódico y la casa lujosa estaba frente a sus ojos, diciéndole que tan solo las flores en el jardín delantero valían más que todo lo que llevaba con él.
Su dedo tembló cuando tocó el timbre, sosteniéndose de la pared cuando el dolor de su mejilla le volvió a saludar. A la cuarta tocada de tiembre, ya se encontraba sentado en los pasamanos de las escaleras frente a la puerta, sus ojos a nada de cerrarse por el sueño.
Ni siquiera sintió cuando unos ojos verdes lo analizaron.
—Disculpa —Tembló y se levantó del pasamanos como un resorte, mirando con pánico al hombre frente a él—, ¿estás esperando a alguien?
Bajo los ojos, el dolor de todo su cuerpo no se sintió. Sus pálidas mejillas tomaron el color que había perdido desde semanas atrás y sus dedos olvidaron su funcionamiento mientras miraba al alfa frente a él.
—Yo... —Miró sus dedos, al periódico casi desecho y lo estiró hacia él—. Estoy... Vi la...la propuesta de trabajo en el periódico y...
Él no se tomó la molestia de ver el periódico. Parecía enojado y a la vez triste, pero Louis no podía dejar de mirar el verde en sus ojos y sus ojeras debajo de estos, que lo hacían lucir tan triste.
—Lo siento —interrumpió enseguida y negó, sus rizos húmedos sacudiéndose—, ya no estam-... Hablé con el periódico para que sacaran el artículo, porque ya no busco a empleados.
Oh.
Sus mejillas estuvieron más rojas, como nunca antes lo habían estado. Miró el papel en sus manos, su rodilla doliendo y los ojos del hombre frente a él.
Miró la mueca en sus labios y, una vez más, la tristeza en sus ojos que le llamaba la atención.
—Está bien —Louis sonrió y apretó el periódico hasta que se deformó por fin en sus dedos—. Yo no... El periódico es de la semana pasada; debí saberlo.
Él asintió, suspirando y alzando su mano, que sostenía... Sostenía un portabebés con, obviamente, un bebé dentro que apenas se quejó por el movimiento. No pudo verle el rostro cuando se inclinó hacia él porque el alfa ya estaba abriendo su puerta y dándole la espalda.
—Adiós —murmuró solo para fingir que su estadía frente a su frente se debía a su despido, pero el rostro del bebé seguía sin verse cuando la puerta se abrió y él entró a la casa.
No cerró la puerta y Louis no dejó de mirar el portabebés, esperando a que algo sucediera para estar más cerca de él y tocarlo. Sin embargo, el suspiro le cortó la ilusión y parpadeó rápidamente, llevando su labio a su boca y mordiéndolo con fuerza.
—Mira —dijo él con su frente arrugada—, lamento que hayas venido hasta aquí para que tengas esta respuesta.
—No —Se sonrojó y volvió a mirar de reojo al bebé—, está bien. Me sirvió para pasear.
Sus pulmones estaban resentidos cuando terminó de hablar y fue como una cachetada cuando supo que solo le sirvió para capturar una gripa, que lo había arruinado más porque apenas tenía dinero para comer, menos tendría para cuidarse si se enfermaba.
Louis ya no estaba interesado en el trabajo, descubrió enseguida. No debería, fue lo que se dijo mentalmente cuando sintió la necesidad de volver a mirar el bebé del desconocido.
—Espero tengas suerte —le dijo, sosteniendo la puerta y regalándole una sonrisa que no llegó a sus ojos. Pareció otra mueca cuando giró su rostro y analizó el interior de su casa, como si no la conociera.
Se sintió orgulloso cuando giró sobre sus adoloridas piernas sin volver a mirar al portabebés. Bajó las escaleras hasta que estuvo en la acera, y se recordó lo patético que estaba siendo por seguir haciendo lo mismo, mirando demasiado tiempo a los bebés de personas extrañas, deseando sentir la pesadez de un pequeño cuerpo sobre sus labios y unos deditos pequeños sosteniendo los suyos.
—Hey —dijeron a sus espaldas y una mano sostuvo un par de sus dedos. No fueron unos deditos de bebés—, ¿te encuentras bien? Tu rodilla está sangrando.