Louis había seguido con sus días como si quisiera vivirlos.
Cuando entraba a casa, habían malos comentarios que le esperaban al pasar la puerta. Él insistía en que Louis debía seguir trayendo dinero a la casa, pero el omega no pudo tomar más por la manera en que los hombros de Harry caían cada vez más como un signo de confianza. Quizá él no se fijaba en la mirada que ponía sobre todo el cuerpo de Louis cuando salía de casa, sin embargo, Louis las notaba todas y estuvo un poco feliz cuando esa mirada fue desapareciendo poco a poco. Estaba tan acostumbrado a ser visto así por todos que no les prestó demasiada atención, miedoso de verdad ser pillado con otro billete dentro de su bolsillo si se llegaba a confiar. Él también le había gritado a Louis cuando el omega llegaba más tarde de lo usual, alzando la voz por los aires con recriminaciones que Louis sabía que no eran ciertas pero que terminó creyéndose cuando se las gritó tan cerca de sus oídos que se quedó plasmado en su cabeza.
—Te da de comer, ¿no es cierto? —Un día le reclamó cuando Louis cometió el error de cambiarse los trapos, que llamaba ropa, frente a él—. Es por eso que estás tan gordo que ya ni siquiera entras en la ropa. Deberías pensar en mí, Louis, que hago lo imposible para darte la vida que mereces a mi lado. Deberías pensar en mí y volver a traerme dinero, ¿cuándo te paga, eh?
Y luego, Louis encogiéndose de hombros porque realmente no lo sabía, él se tiró encima de un débil omega que no pudo soportar el peso y cayó sobre su espalda con un sonar detrás de su cabeza. Le siguió gritando, obligando a Louis a abrir la boca para hacerle vomitar.
—¿Cómo es posible —reclamó con sumo odio en su voz— que comas mientras tu alfa se está muriendo de hambre aquí?
Le metió los dedos hasta que Louis vomitó, recordando que ese día no había comido demasiado como él creía. Quería decirle ello a él, pero su estómago se vació tanto sobre el suelo que se avergonzó de levantar la mirada de sus dedos temblorosos sosteniendo su cuerpo, aún cuando no hubiera dicho alguna mentira. Al día siguiente, Harry lo invitó a sentarse a su lado como usualmente lo hacía y Louis tuvo que disculparse con sus ojos ardiendo, yéndose de la cocina con excusas que contenían la verdad a medias.
—Tengo que cambiar a Tristán —le balbuceó la mentira con dificultad, huyendo como un cobarde y llorando en voz baja mientras le cambiaba el pañal al bebé que se chupaba los dedos, mirándole con curiosidad.
Habían sido días difíciles, que aguantó con valentía con tal de regresar a la casa del alfa con rizos para ser recibido por el mismo par de ojos azules que le miraban con desespero cuando se arrimaba contra la cuna, esperando verlo dormido y descubriendo que sólo esperaba por su llegada ya en silencio. Lo cargaba cada vez con más facilidad, como si hubiera sido hecho para alzarlo por los aires y besarle la barriguita, hablarle como si le entendiera y darle el pecho como si su mejillita regordeta descansada sobre su pecho los uniera. Y Harry lo seguía de cerca, tan cordial como siempre y pasando los días encerrados en su despacho, asustando a Louis cada vez que salía con el ceño fruncido. El pobre omega castaño pensaba con desespero que ya se había dado cuenta, que debía despedirse del bebé antes de que le permitieran estar cerca de él una vez más. Sin embargo, sólo era el nerviosismo de Louis alterándole la respiración cuando Harry sólo mostraba ese rostro por su trabajo, que Louis aún no sabía exactamente en qué se basaba. Harry ya lloraba menos por lo ocupado que se encontraba, sonriendo más con ligereza y estando más cómodo con la presencia de Louis alrededor de él. Seguía sin prestarle tanta atención como es debido a su hijo, casi nunca cargándolo durante las horas que Louis pasaba en casa. Rara vez, Harry cargaba a Tristán cuando tocaba la puerta, Louis teniendo la bienvenida rápida cuando Harry le estiraba al bebé con el rostro seco y pidiendo que se haga cargo de él enseguida. Esos días solían ser malos, Harry sollozando detrás de la puerta de su despacho.
—Vi el dolor en tus ojos —Louis recordó las palabras de Harry cuando fue contratado, y lo sorprendido que se había encontrado a alguien notar la desgracia en él. Al encontrar a alguien con quien podía compararse por una de sus desgracias—. Una persona herida a tal punto como tú no lastimaría a los demás. No con intención —repitió las palabras que, de manera rara, recordaba. Las usó y se las dijo varias veces cuando la mirada ácida de Harry dejaba de ser agradable para Louis, siempre dirigida al bebé que manoteaba al aire entre los brazos de Louis. Se las decía para detener sus demás pensamientos que le pedían a gritos huir del lugar, llevarse al bebé consigo y tratar de sobrevivir en la calle. A esos pensamientos egoístas que le susurraban en su interior que Harry no merecía tener a un bebé tan hermoso a su lado si no lo amaba, no tanto como Louis ya lo hacía en tan poco tiempo.
Él no le hará daño a su hijo, Louis se decía a sí mismo con más calma, cuando la mirada de Harry volvía a cambiar a una que mostraba ligeramente arrepentimiento. Y desaparecía entre los reojos del castaño, volviendo a encerrarse hasta que volvía a ser el Harry sonriente, sonrisa no tan falsa como la del inicio.
Louis despertó poco a poco de sus pensamientos, trazando sobre la hoja lo que necesitaría para ir de compras. Fue inevitable no pensar otra vez en el despacho y que había estado dentro de él, que el cajón del dinero seguía cerrado y que posiblemente Harry nunca se daría cuenta si tomaba otro billete.
—¿Ya está todo? —Harry preguntó desde donde estaba sentado, bebiendo del jugo de naranjas que a Louis le había llevado poco tiempo hacer. Le asintió, levantándose enseguida cuando Harry se dirigió hacia el lavaplatos.
—Lo haré yo —le avisó, dejando la nota sobre el mesón junto al lápiz y tomando el plato de las manos de Harry, que se sentían cálidas tal como se veían—. Terminé la lista —le dijo nervioso, bajando la mirada y yendo directo al lavaplatos sin mirarle más.