DECISIONES
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"En la vida algunas veces se gana,otras veces se aprende."
(John Maxwell)
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El teléfono sonaba sin parar... Vitali estaba llegando a la zona de conexión entre los distritos. Era Milton.
— Señor Vitali, ha pasado algo interesante. — Empezó a reír. — Él prisionero Val, fue el primer conejillo, yo le pedí que no muriera... Pero no hizo caso. Aunque el mundo NeoGen, es capaz de asimilar objetos sin vida. —
— ¿Creés que es gracioso que personas mueran por el bien común? — Preguntó Vitali, extrañado por la conducta apática de Milton.
— Pero, no hablamos de una persona... Hablamos de un asesino de inocentes, por eso disfruto este trabajo, impartimos un poco de justicia. — Seguía riendo, como si se tratase de un chiste.
— Te crees mejor que ellos, ¿No es así?
— Siendo honesto señor, cualquier persona es mejor que la basura que usaremos en los experimentos... Son cerdos condenados a muerte, nosotros solo adelantamos el trabajo del carnicero. — Respondió Milton, con una risa que se empezaba a apaciguar.
— El que disfrutes verlos morir no te hace mejor que ellos... Más bien te vuelves como ellos. Si no lo has notado ya eres asesino.
— La diferencia es que yo maté a un asesino, no un inocente. Además no soy el único asesino del grupo, ¿O si? — Preguntó riendo levemente.
— No, no eres el único... Por hoy es todo, mañana estaré ahí, vayan a descansar.
— Claro, lo esperaremos. — Terminó la llamada.
Vitali se preguntó así mismo. — ¿Me habré equivocado al elegirlo?
Vitali había escogido a estos chicos por 3 simples razones, son los mejores en su clase, entre ellos se relacionan como una familia y su deseo de ser mejores cada día. El único problema era la inmadurez emocional que presentan cada uno de ellos, aun así Vitali les había brindado la confianza.
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Por la mañana... El distrito 4 está sumergido en un aterrador silencio, rara vez interrumpido por aquellos ancianos agonizantes. La muerte camina por las calles, arrebatando los últimos alientos de vida. Igual había algunos guardias con trajes especiales para poder respirar, que supervisaban el área para evitar intrusos.
Uno de los soldados en guardia, no soportó lo que sus ojos presenciaban, él estaba sorprendido, no era capaz de asimilar la brutal escena. Decidió llamar a su superior, pero, sin saber los cambios, llamó a Magdel.
— Señor... Disculpe que le hable a esta hora, pero los ancianos están agonizando. — Es interrumpido por Magdel.
— Reúnan a todos los ancianos que aún estén vivos en la plaza del distrito, enviaré más soldados para que apoyen. — Replicó Magdel. — Una vez que los hayan reunido, los fusilan.
— Pero, señor, no somos asesinos. — Protestó el guardia a la orden de Magdel. — Nuestra misión es proteger a la población.
— En efecto no son asesinos, son soldados. Así qué no discutas, es una orden directa.
— De acuerdo señor, daré la orden a los demás.
El soldado utilizó su radio para comunicar a todos, una vez reunidos en el puesto de control dio las instrucciones que Magdel había dado.
Llegaron los refuerzos y en colaboración con los demás empezaron a trasladar a los ancianos a la plaza. Les dieron la indicación de mirar al frente y no voltear. El mismo soldado que habló con Magdel usó nuevamente la radio.
— Es hora de empezar, formen un perímetro al rededor de los ancianos, recuerden no apuntar. — Comunicó a los demás, mientras un nudo en su garganta se formaba.
— A la espera de órdenes. — Sonó la radio.
— De acuerdo. Preparen... — Los soldados cargaron los rifles. — Apunten... — Alzaron sus armas apuntando a los indefensos. — ¡Fuego!...
El silencio rodeó a los soldados, era difícil ver el resultado una cortina de humo se los prohibía... Un brisa de aire disipó el humo, mostrando el resultado.
Los soldados recogieron los cuerpos y los llevaron a las afueras. Todo estaba listo, el proyecto de restauración en lo que alguna vez fue el distrito 4, estaba listo para empezar.
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Ford se dirigía a casa de Magdel, no sin antes pasar a su casa, sentía la necesidad de ver a su familia su esposa que conocía desde el colegio y su hija de 12 años, una joven muy alegre y pendiente de sus padres.
Esperó el momento ideal para entrar, no le podían ver con su ropa de trabajo o podrían sospechar, cuando su esposa e hija salieron el entro por la ventana del segundo piso. Se cambió y bajo al primer piso, pasando por las escaleras vió las fotos de su abuelo y su padre, las miro fijamente y pensó.
"¿Estaré haciendo lo correcto? Lo hago por mi familia, pero, siento que no es lo ideal, debo dejar de pensar en esto o me volveré loco, lo hecho, hecho está y lamentarse no lo cambiara."
Escuchó la puerta de la casa abrirse y fue corriendo, abrazo a su esposa, la cargo y la besó.
— Oh, Grace, te extrañe tanto, no sabes lo difícil que ha sido el trabajo hoy en día, con las protestas, la muerte de la canciller y muchas cosas más. — Terminó de abrazarla y vio a su hija, no pudo contener las lágrimas. — Zoey, mi pequeña. — La miró a los ojos. — Hazme un favor... Deja de crecer tan rápido, ¡ja,ja,ja! — Se puso de pie y las abrazo a ambas. — Las extrañe demasiado en estos 3 días.
— Mami, creo que papá se volvió loco. — Dijo Zoey, extrañada por la actitud del papá.
— Zoey, ve a tu cuarto, mamá debe hablar con tu padre a solas. — Dijo Grace mientras empujaba suavemente a Zoey.