La zona de entrenamiento en realidad estaba afuera de la Madriguera ya que los soldados mágicos llegaban a ser bastante destructivos hasta con los entrenamientos. No se podían arriesgar a que la ciudad terminara sepultada de verdad.
Así mismo se tenía que tomar uno de esos trenes rápidos con el fin de llegar a dicha área ya que no solo estaba afuera, sino que también estaba apartada de la ciudad solo por si acaso.
Los que construyeron ese lugar y las encargadas científicas pensaron que cualquier preocupación era poca con el fin de tener la ciudad segura.
— ¿Y cómo han ido sus misiones?— Preguntó Celeste para cortar la tensión del vagón donde viajaban— Creo que los Krajs comienzan a perder terreno en el norte. Quizá podamos recuperar México pronto.
—Escuche que las pirámides del sol y la luna están destruidas— Agrego Gabino, tratando de seguir con la conversación— Nunca lo visitamos todos juntos así que podríamos ir a ver qué tal quedo.
— ¡Suena genial!— Celeste se mostró emocionada.
—Sí, creo que estaría bien— Termino José a lo que Alejandro solo le sonrió.
— ¿Y nosotros también participaremos en el ejercicio?— Preguntó Edward mirando a todos.
—Claro que sí, si no, no sería divertido— Alejandro frunció el ceño— Necesitamos medir los poderes de todos, sobre todo porque ahora formaremos equipo ¿No es verdad? Hay que compenetrarnos.
El tono de voz de Alejandro era un tanto despectivo. Se notaba que no quería trabajar en equipo.
—Esto va a ser una mierda…— José frunció los labios con desagrado.
— ¡Nos vamos a divertir juntos, chiquito!— Alejandro trato de bromear pero José le miro de mala gana— Vamos, vamos ¿Qué nos pasó? ¡Somos amigos! Seguro que a Diego no le gustaría vernos así…
—Seguro no le gustaría vernos así pero algunos tampoco ayudan— José soltó un largo suspiro pero Hela le tomo la mano para tranquilizarlo a lo que este solo pudo sonreírle. Le tranquilaba tenerla con él.
Alejandro no pudo evitar encogerse de hombros.
Entonces el comunicador de Hela sonó pero no era el comunicador que les habían dado para su comunicación interna, si no aquel que le había dado su padre, o quizá lo que podría llamar padre.
Lo leyó y no pudo evitar ponerse nerviosa.
— ¿Qué pasa?— Preguntó José mirando la expresión extraña y seria que había puesto su compañera.
—No te preocupes, es la alarma para mis medicamentos— Dijo ella sacando un bote para tomar sus pastillas. Eran calmantes que le permitían dormir mejor además de que controlaban sus ataques de ansiedad.
José entendía porque las tomaba. Él había visto sus ataques de ansiedad y seguro que eran todavía más horribles para ella.
Después de un tiempo llegaron a la zona de designada. Para nadie ahí era la gran cosa, de hecho solo había un campo de energía mágica que rodeaba un área que era solo tierra, de hecho, emulaba muy bien lo que estaba afuera y era tan grande como para ser un par de campos de futbol americano. Tras la guerra, tenían espacio.
Por otro lado, no había ninguna zona para observar, solo un área para descansar donde la gente guardaba sus cosas y sus mudas de ropa, además de tomar baños cuando terminaban.
—Tan básico como siempre— Alejandro se estiro en su lugar— ¡Muy bien, vamos!
— ¿De verdad tenemos tiempo para esto?— Preguntó Navier a su compañero quien avanzaba con emoción a uno de los extremos de la zona— Encontramos a esos tipos que hemos buscado durante años y…
—No sabemos cuándo volverán a aparecer y tampoco podemos lanzarnos a lo loco— Alejandro el miro por encima del hombro— Yo estoy muy enojado ¿Sabes? Quiero ir a buscarlos y matarlos pero debemos ser pacientes ¡Divirtámonos mientras podamos!
Navier se dio cuenta de que estaba temblando de furia pero aun así forzaba una sonrisa tranquila y despreocupada.
—Supongo que haremos lo de siempre— José miro a Alejandro quien estaba acomodándose sus guantes, su tesoro sagrado— No vamos a matarlos así que trata de contenerte.
Su armadura era como la de los demás, solo que de color azul debido a su magia de nieve que generaba, en el blindaje simulaba la caída de la nieve.
Los guantes brillaron con líneas azules brillantes llenas de magia que al instante congelaron todos los guantes hasta formar picos de hielo en sus nudillos. Los Rugidos de Bóreas estaban listos—Oh, por favor ¡Chicos, vamos con todo ¿Verdad? Sin contenernos!
Los otros levantaron sus pulgares.
— ¿Ves? Con todo— Alejandro miro a su compañero con una leve sonrisa.
José no tuvo más opción que aceptarlo.
Las chicas a su lado, brillaron hasta convertirse en niñas mágicas.
Alejandro y José no pudieron evitar intercambiar miradas, pues pese a que sabían que las chicas si tenían una secuencia de transformación, aún eran tan rápidas que nadie podía verlas hacerlo.
— ¡¿Listos?!— Alejandro alzo la voz.
— ¡Vamos!— La voz de Celeste los puso en guardia.
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Editado: 09.07.2022